Di¨¢logo social, un primer paso
El 27 de junio de 2005 la atenci¨®n pol¨ªtica en Galicia se concentraba en el recuento del voto emigrante en las elecciones auton¨®micas. Ese mismo d¨ªa, la Fundaci¨®n 10 de marzo organizaba un seminario sobre acuerdos auton¨®micos de competitividad y empleo, que dio lugar a un peque?o libro (disponible en www.galicia.ccoo.es/f10m/arquivos/Cadernos2005.pdf). Los asistentes compartimos diagn¨®stico y, en buena medida, propuestas. A ello ayudaba, probablemente, una cierta par¨¢lisis en la pol¨ªtica econ¨®mica de la Xunta de Galicia durante la cuarta legislatura del Gobierno presidido por Manuel Fraga; y el convencimiento de que la realidad gallega no es exactamente igual a la de otros territorios: si las necesidades no son id¨¦nticas, los acuerdos en ¨¢mbitos descentralizados son recomendables.
Un a?o y medio m¨¢s tarde se ha firmado el Acuerdo por el Empleo entre Gobierno y agentes sociales. ?C¨®mo evaluarlo desde el enfoque anal¨ªtico que proporciona el documento citado? El hecho de haberse sentado a negociar es algo muy positivo. Aunque el proceso ha sido lento y se haya atascado en ocasiones, el acuerdo logrado supone un avance metodol¨®gico y sustantivo. Con una estructura territorial polic¨¦ntrica como la gallega, con una jerarqu¨ªa urbana difusa y localismos a veces exacerbados, los grandes sindicatos y las organizaciones empresariales, que combinan capilaridad y jerarqu¨ªa, son un factor muy valioso cuando se trata de negociar y acordar estrategias globales para Galicia: desde las infraestructuras de transporte hasta la pol¨ªtica de suelo industrial.
En todo caso, el acuerdo es parcial en el sentido de que s¨®lo ata?e a dos de las seis mesas constituidas. Los logros se han producido en las materias m¨¢s estrechamente vinculadas a la Conseller¨ªa de Traballo. Por tanto, estamos ante un pacto de estructura compleja d¨¦bil, seg¨²n una taxonom¨ªa recurrente en la literatura.
Por encima de esta categor¨ªa existir¨ªan dos niveles. En el m¨¢s alto figurar¨ªan los pactos de estructura compleja fuerte, que integran elementos de pol¨ªtica industrial, pol¨ªtica territorial, pol¨ªticas horizontales (energ¨ªa, medio ambiente), etc¨¦tera. Esta es la categor¨ªa en la que se sit¨²a el Accord catal¨¢n firmado en 2005 y la que se alcanzar¨ªa si las cuatro mesas que contin¨²an abiertas tuviesen tambi¨¦n ¨¦xito. Dicho de otra manera, lo conseguido hasta ahora ser¨¢ tanto m¨¢s positivo cuanto m¨¢s se acent¨²e su car¨¢cter parcial y la voluntad de avanzar en el resto de asuntos, a fin de redefinir el conjunto de pol¨ªticas p¨²blicas auton¨®micas con incidencia sobre el desarrollo socioecon¨®mico de Galicia.
Sin duda, el que la Confederaci¨®n Intersindical Gallega (CIG) se haya levantado prematuramente de la mesa es una mala noticia. Su relevancia como actor socioecon¨®mico aconseja que los dem¨¢s traten de convencerla para que se siente de nuevo. Hay que ver el aspecto positivo de la situaci¨®n. Creo que la CIG busca mayor rapidez y m¨¢s ambici¨®n del proceso. Y esto puede ser un incentivo m¨¢s para que el resto de las mesas de negociaci¨®n no se empantanen, y ya en 2007 veamos un verdadero acuerdo gallego para la competitividad y el empleo.
Por otro lado, hay que tener bien presente la necesidad de articular mecanismos de seguimiento y control de los acuerdos. En el transcurso del seminario antes rese?ado, Javier Riera insisti¨® con vehemencia en el riesgo de que los acuerdos acaben convirti¨¦ndose en papel mojado. El an¨¢lisis de lo ocurrido en el mapa auton¨®mico espa?ol muestra que efectivamente este es un problema muy extendido y que hay que hacer todo lo posible para evitarlo.
Finalmente, debe entenderse que este tipo de acuerdos son m¨¢s que un documento. Son una forma de trabajar, cooperativa y en red, que integra a los agentes socioecon¨®micos en la propia definici¨®n de la pol¨ªtica auton¨®mica, y que entiende que el capital social que ¨¦stos atesoran debe ponerse al lado del capital productivo privado, de las infraestructuras, del capital humano y del tecnol¨®gico para avanzar.
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