La baza saud¨ª
Ante la falta de voluntad, y de capacidad, de la Administraci¨®n de Bush de sentarse a hablar con Siria, con Ham¨¢s o con Ir¨¢n, y ante los intereses vitales que tiene en juego, Arabia Saud¨ª ha dejado su papel discreto para entrar directamente a intentar resolver las cuestiones m¨¢s espinosas en Oriente Pr¨®ximo. Est¨¢ en juego su posici¨®n, la estabilidad de su r¨¦gimen (reaccionario, dividido por dentro y cuestionado por los radicales), y la posibilidad de que todo se desmande con una implosi¨®n de Irak y / o dominio de Ir¨¢n que llevara a una carrera armamentista, y pusiera adem¨¢s en peligro la salida del petr¨®leo por el Golfo.
Lo que cambi¨® la situaci¨®n para Arabia Saud¨ª fue la guerra de L¨ªbano del pasado verano y la popularidad ganada incluso entre los sun¨ªes por el l¨ªder de Hezbol¨¢, el chi¨ª Hasan Nasral¨¢. Tres guerras civiles en su entorno (L¨ªbano e Irak, que enfrenta a sun¨ªes y chi¨ªes, y entre palestinos) son demasiadas para los aparentemente tranquilos saud¨ªes. La implicaci¨®n diplom¨¢tica saud¨ª es lo m¨¢s novedoso de todo lo que est¨¢ pasando.
El ministro del Interior se presenta como un candidato de ruptura sin criticar al Gobierno
El hoy rey Abdal¨¢, cuando era pr¨ªncipe, present¨® en 2002 una iniciativa para israel¨ªes y palestinos que si posibilidades tiene, puede ser la base para llegar r¨¢pidamente a un acuerdo permanente. Pero sabe que con la parte palestina en guerra civil, dif¨ªcilmente servir¨¢ de nada. De ah¨ª sus denodados esfuerzos personales, significativamente en La Meca (aunque no todo ¨¢rabe ni palestino sea musulm¨¢n), para que Ham¨¢s -entre ellos el propio Jaled Meshal, que desde Damasco ha impedido toda apertura- y Al Fatah llegaran a un acuerdo. No se ha conseguido todo lo que se buscaba. Se trata ahora de que nadie lo rechace del todo para que, la semana pr¨®xima, puedan reunirse el presidente palestino, Mahmud Abbas, el primer ministro israel¨ª, Ehud Olmert, y la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice.
Estas semanas y meses, los saud¨ªes han estado tambi¨¦n implicados en conversaciones con Ir¨¢n, llevadas personalmente por el pr¨ªncipe Bandar, largo tiempo embajador de su pa¨ªs en Washington, amigo ¨ªntimo de la familia Bush y a quien se le atribu¨ªa una posici¨®n belicosa respecto a Teher¨¢n. Hay una lucha interna en el poder saud¨ª, y Abdal¨¢ est¨¢ intentado pararla. El negociador iran¨ª para el tema nuclear, Al¨ª Lariyan¨ª, que ha estado en la Conferencia de Seguridad de M¨²nich, se vio con ¨¦l.
Seg¨²n The New York Times, Bandar viaj¨® a Teher¨¢n. Ahora se ha sabido que los americanos se han reunido en varias ocasiones con los iran¨ªes -entre enero y mayo de 2003, en 2004 y en 2005-, pero sobre todo para hablar de Irak. Y el rey Abdal¨¢ recibi¨® en Riad a dirigentes del liban¨¦s Hezbol¨¢.
Los saud¨ªes quieren estabilizar la regi¨®n, reforzar a los sun¨ªes moderados y hacer olvidar a Washington el idealismo neoconservador de imponer la democracia y poner todo patas arriba. Y, sobre todo, evitar que los chi¨ªes se hagan con el poder no s¨®lo en Irak o en Ir¨¢n, sino en otros pa¨ªses del Golfo gobernados por sun¨ªes. Los saud¨ªes est¨¢n ayudando a los sun¨ªes en L¨ªbano y en Irak. Y quieren evitar que Ir¨¢n gane m¨¢s influencia, pero tambi¨¦n un ataque contra Ir¨¢n que podr¨ªa derivar en un terremoto en toda la regi¨®n que arrasara la Casa de Sa¨²d. Aunque en estos pasos parecen contar con el visto bueno de Washington, el enfoque es diametralmente opuesto. Estados Unidos quiere aislar a Ir¨¢n y provocar un cambio de r¨¦gimen. Arabia Saud¨ª prefiere hacer entrar a Teher¨¢n en el juego de la b¨²squeda de la estabilidad regional, que habr¨¢ de incorporar despu¨¦s la cuesti¨®n nuclear.
En parte, esto es fruto de lo que ahora los propios norteamericanos, y los actores de la zona, perciben como la debilidad de la posici¨®n internacional de Estados Unidos. ?ste es el gran tema entre estrategas, tras Irak, las elecciones de noviembre y las confusas presiones del Congreso americano. En la regi¨®n, Egipto est¨¢ de capa ca¨ªda. Arabia Saud¨ª, que busca el reconocimiento de su papel, llena un vac¨ªo con su nueva diplomacia, y siempre con su petr¨®leo y sus cheques, claro.
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