La ca¨ªda del muro de Florida
La comunidad cubana en EE UU es hoy una fuerza dispersa, proclive a la reconciliaci¨®n y dispuesta ayudar al desarrollo de la isla
Cuando alguien quiere tomar el pulso a la comunidad cubana de Miami sigue acudiendo, casi instintivamente, a la famosa calle Ocho, al c¨¦lebre restaurante Versalles y otros locales pr¨®ximos donde la poblaci¨®n huida, por razones pol¨ªticas o econ¨®micas, del r¨¦gimen de Fidel Castro, ha creado desde hace casi medio siglo un fen¨®meno ¨²nico en el mundo: un exilio poderoso llamado a jugar un papel relevante en el futuro de su pa¨ªs. Ninguna otra dictadura reciente tuvo al otro lado de sus fronteras un grupo de compatriotas tan numeroso e influyente.
La importancia de ese exilio no ha decrecido con el paso de los a?os. Al contrario, su actuaci¨®n puede ser m¨¢s determinante a medida que se aproxima el proceso de cambio pol¨ªtico en Cuba. Pero el perfil de la comunidad no est¨¢ dibujado ya en aquellas concurridas esquinas de la calle que lleva el sobrenombre de Celia Cruz. Al menos, no s¨®lo ni fundamentalmente all¨ª.
Los descalificados como 'gusanos' por su filiaci¨®n derechista ya no son la mayor¨ªa del exilio
"Uno de los que est¨¢ luchando en Cuba debe llevar la naci¨®n en el futuro", dice un exiliado
La comunidad cubana de Estados Unidos -m¨¢s de 700.000 personas en el sur de Florida y cerca de un mill¨®n en el conjunto del pa¨ªs- es hoy una fuerza m¨¢s dispersa y compleja, pol¨ªticamente mucho m¨¢s proclive a la reconciliaci¨®n entre los cubanos, decisiva ya en el sostenimiento econ¨®mico de Cuba y dispuesta a impulsar el desarrollo de la isla, sin condiciones maximalistas e incluso mediante el di¨¢logo con los actuales gobernantes.
"Este exilio ha desarrollado una forma de pensar m¨¢s pragm¨¢tica, m¨¢s racional y menos emocional; en resumen, m¨¢s efectiva", afirma Carlos Saladrigas, presidente del Cuba Study Group, el hombre de moda en Miami, el personaje al que remiten la mayor¨ªa de los expertos y, probablemente, la voz m¨¢s representativa de lo que hoy est¨¢ sucediendo en el sur de Florida.
Subsisten en el Versalles, por supuesto, viejos exiliados que todav¨ªa sue?an con un nuevo Bah¨ªa de Cochinos, o que cuentan los d¨ªas que restan para vengar las humillaciones y el desprecio de los que fueron v¨ªctimas. Muchos de ¨¦stos est¨¢n a¨²n representados en las principales emisoras de radio de Miami, donde se condena de forma estent¨®rea cualquier gesto de entendimiento con los enemigos dentro de la isla.
Algunos de estos sectores -principalmente los salidos de Cuba inmediatamente despu¨¦s del triunfo de la revoluci¨®n- tienen todav¨ªa influencia notable en ciertos sectores pol¨ªticos de Estados Unidos y cuentan con capacidad para movilizar a los votantes cubanos, lo que se traduce despu¨¦s en la presencia en el Congreso norteamericanos de algunos esca?os afines. Pero esos grupos, antes descalificados por el Gobierno de Castro como gusanos, y generalmente incomprendidos en el mundo por su fuerte filiaci¨®n derechista, no son ya la mayor¨ªa del exilio cubano.
"La gente que utiliza el discurso del deg¨¹ello es una minor¨ªa", asegura el veterano disidente Ricardo Bofill, presidente del Comit¨¦ Cubano de Derechos Humanos y figura respetada en Miami por sus credenciales de 16 a?os como preso pol¨ªtico. "El discurso general es de brazos abiertos, de colaboraci¨®n", a?ade Bofill.
Aquella imagen del exilio como el de un grupo de cubanos esperando a la muerte de Fidel Castro para saltar sobre la isla y recuperar las propiedades que les fueron incautadas, parece hoy totalmente anacr¨®nica. Brian Latell, investigador del Instituto de Estudios Cubano Americanos de la Universidad de Miami y autor del libro After Fidel (Despu¨¦s de Fidel), cree que "la mayor¨ªa de los cubanos no tienen inter¨¦s en reclamar sus propiedades". "El que era rico all¨ª es rico aqu¨ª", a?ade.
La mayor¨ªa del exilio cubano la compone hoy una poblaci¨®n m¨¢s joven, llegados de ni?os a suelo norteamericano -algunos, incluso, nacidos aqu¨ª- o venidos en posteriores oleadas migratorias, principalmente a comienzos de los a?os noventa.
Gente como Omar L¨®pez Montenegro, que lleg¨® a Miami en 1994 y actualmente es director ejecutivo de la Fundaci¨®n Nacional Cubano Americana. "Al cambiar la composici¨®n demogr¨¢fica, cambian las percepciones pol¨ªticas", comenta L¨®pez, que entre otras novedades que aporta a la organizaci¨®n, hoy centrista, que en su d¨ªa presidi¨® Jorge Mas Canosa, suma el hecho de ser de raza negra, muy escasa hasta ahora en las posiciones relevantes del exilio.
Por un lado, los crecidos en Estados Unidos no han heredado todo el rencor que sus padres trajeron y, por el contrario, se han educado en un modelo de convivencia con la diversidad de ideas y pensamientos. Los exiliados m¨¢s recientes, por su parte, nunca han roto los lazos con sus parientes que quedaron en la isla y son proclives a soluciones que les permitan a todos vivir juntos de nuevo en las mejores posibilidades de prosperidad y paz.
Por mera ley de la biolog¨ªa, unos y otros han terminado superando en n¨²mero al primer y m¨¢s intransigente grupo de exiliados, hasta el punto de acabar resultando m¨¢s representativos de cara a lo que finalmente interesa a todos: su papel en el futuro de Cuba.
Ese papel futuro empieza, en cierta manera, a marcarse hoy. Las remesas que los cubanos de Miami env¨ªan a sus parientes en la isla, aun siendo dif¨ªciles de cuantificar con precisi¨®n, se calculan en torno a los mil millones de d¨®lares anuales y, parad¨®jicamente, constituyen la segunda fuente de recursos del r¨¦gimen de Castro, inmediatamente despu¨¦s del turismo y por encima del az¨²car.
Si eso es as¨ª, con los enormes obst¨¢culos impuestos para el movimiento de dinero, tanto de parte del Gobierno cubano como del norteamericano -EE UU s¨®lo autoriza el env¨ªo de 100 d¨®lares mensuales (76 euros) y a familiares en primer grado, y el Gobierno de Cuba se queda con el 20% de cada env¨ªo-, ?c¨®mo puede ser cuando el intercambio sea libre? "Si esto es ahora, que el dinero es s¨®lo para la supervivencia, ?cu¨¢nto podemos llegar a hacer en el futuro?", se pregunta Omar L¨®pez. "El potencial de esta comunidad es enorme", afirma.
"Miami est¨¢ llamado a jugar el papel de Alemania Occidental en la unificaci¨®n alemana: sufragar a la otra Cuba en favor de la unidad", opina Ricardo Bofill. "Econ¨®micamente", corrobora Latell, "la influencia del exilio en el futuro de Cuba va a ser enorme, lo que, indirectamente, significar¨¢ una gran influencia pol¨ªtica tambi¨¦n".
Influir en Cuba a trav¨¦s del intercambio -se han multiplicado tambi¨¦n los vuelos directos de Miami a La Habana- y del dinero es, precisamente, el plan de Carlos Saladrigas, que, seg¨²n ¨¦l, no duda en poner su espectacular ¨¦xito en los negocios "al servicio de 11 millones de hermanos". Saladrigas propone -tambi¨¦n al r¨¦gimen cubano- la creaci¨®n de un fondo de 10 millones de d¨®lares (7,6 millones de euros) que sirva para el desarrollo de un sistema de micro cr¨¦ditos en Cuba. ?se y otros proyectos de esta nueva figura del exilio son duramente criticados por alguna personalidad m¨¢s tradicional y menos optimista, como Frank Calzon, que dirige en Washington el Center for a Free Cuba, una mezcla de lobby y grupo pol¨ªtico que sigue pensando que la ¨²nica v¨ªa para conseguir la democracia en la isla es la de la presi¨®n diplom¨¢tica y econ¨®mica.
"?Alguien pens¨® que Baby Doc ser¨ªa mejor que Pap¨¢ Doc?", dice Calzon, "?o que Kim Jong-il ser¨ªa mejor que Kim Il Sung?, ?o que Somoza hijo ser¨ªa mejor que Somoza padre? No creo que nadie pensara eso. ?Por qu¨¦ tiene alguien que pensar que Ra¨²l Castro va a ser mejor que Fidel?".
La respuesta a esa pregunta, seg¨²n Saladrigas, es que "¨¦sta es la ¨²ltima oportunidad de Ra¨²l de salvar algo de esa revoluci¨®n". Y, por esa raz¨®n, cree que la misi¨®n del exilio ha de ser la de "rebajar el precio que el r¨¦gimen tiene que pagar por cambiar, no subirlo". "Si el precio es perder la vida, no lo van a pagar nunca. Adem¨¢s, Irak nos ha ense?ado que ninguna democracia surge de las cenizas", opina Saladrigas, "y su pol¨ªtica, por tanto, es la de acelerar el intercambio y crear un clima que favorezca el cambio". "Hay que entender", a?ade, "que s¨®lo la reconciliaci¨®n va a permitir que surja una Cuba nueva, como en Espa?a, como en Chile, como en Sur¨¢frica".
En una posici¨®n similar se encuentra la Fundaci¨®n Nacional Cubano Americana. "La asfixia econ¨®mica no ha resultado", concluye L¨®pez. Es mejor, seg¨²n ¨¦l, convencer con el ejemplo: "La gente en Cuba mira al exilio y observa c¨®mo es la vida en la libertad. Ven c¨®mo, en una sociedad abierta, los cubanos prosperan, puedan llevar la vida que quieren; ¨¦sa es la mayor influencia pol¨ªtica que el exilio puede tener".
Fuera de eso, casi nadie en Miami se propone, al menos abiertamente, otro papel pol¨ªtico m¨¢s destacado en el futuro de Cuba. Ram¨®n Sa¨²l S¨¢nchez, que dirige el grupo Movimiento Democracia -famoso en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas por el env¨ªo de barcos con ayuda humanitaria a Cuba- asegura que no renuncia a la organizaci¨®n de flotillas similares una vez que Fidel Castro muera. Es uno de los pocos activistas cubanos que est¨¢ planeando c¨®mo responder en ese momento.
Pero tampoco ¨¦l cree que nadie del exilio pueda ocupar una posici¨®n relevante en la Cuba poscomunista. "No me gusta ning¨²n pol¨ªtico de Miami", declara S¨¢nchez, "me gusta la gente que est¨¢ dentro de Cuba, luchando; quiero que sea uno de ellos el que lleve la naci¨®n en el futuro".
Con distintos matices, todas las fuentes consultadas en Miami y en Washington compart¨ªan este punto de vista. Muchos de ellos ni siquiera tienen planes de regresar a la isla. Las encuestas suelen coincidir en que menos del 15% de los cubanos de Estados Unidos volver¨ªa a su pa¨ªs si fuese posible. Para muchos, simplemente ha pasado demasiado tiempo desde su salida y han echado aqu¨ª suficientes ra¨ªces como para irse. Por lo dem¨¢s, la distancia entre los pa¨ªses -apenas 150 kil¨®metros- har¨ªa factible una r¨¢pida comunicaci¨®n entre ambas orillas del estrecho de Florida sin cambiar de domicilio permanente.
Pero, de momento, todo esto son planes, intenciones, m¨¢s cercanos y veros¨ªmiles que otros anteriores, pero qui¨¦n sabe si igual de fracasados. De momento, ni el r¨¦gimen ha ca¨ªdo ni nada, excepto la l¨®gica de los tiempos, hace pensar en una negociaci¨®n pol¨ªtica entre los cubanos de uno y otro lado. Esta comunidad, como otros exilios, ha pasado a?o tras a?o pronosticando el final inminente de la dictadura, y ahora, pese a la enfermedad de Fidel Castro, cunde tambi¨¦n el fatalismo de que tampoco sea posible.
En esta ocasi¨®n, sin embargo, es el exilio el que ha empezado a cambiar. "Para que Cuba renazca", reclama Saladrigas, "todos los cubanos tenemos que cambiar, los de aqu¨ª y los de all¨¢; los de aqu¨ª ya estamos cambiando".
Despu¨¦s de tantas frustraciones, este exilio parece haber entendido que no habr¨¢ un d¨ªa D, un momento hist¨®rico en el que el castrismo ceda paso a los que lo combatieron durante 50 a?os. "Pensar", dice Bofill, "que el Gobierno de Cuba se va a desplomar y el exilio va a encabezar el cambio es una utop¨ªa". Una utop¨ªa alimentada durante mucho tiempo en las tertulias perfumadas por el aroma profundo del caf¨¦ cubano, pero que ahora comienza a dar paso a la realidad.
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