Un man¨¢ divino
Ni fuertes ni d¨¦biles, ni activos ni pasivos, ni falsos ni reales. Ni vac¨ªos, ni llenos. Los artistas coreanos representados en esta edici¨®n de Arco tienen sin duda la impasibilidad y la idealidad del que acepta de antemano los fen¨®menos de superficie, la sublimaci¨®n del s¨ªmbolo, el efecto "oblicuo" en el ¨²nico espacio plano de la representaci¨®n. Una tela, un biombo, una escultura hecha de arroz, pueden de repente expandirse hacia lo infinitesimal, coquetear con lo min¨²sculo, con la forma no completa que trasciende la materia y su herramienta: la divisi¨®n. El arte occidental, ligado siempre a la dignificaci¨®n, la acumulaci¨®n, lo grueso, lo copioso, difiere absolutamente de los atributos propios de Oriente, de los objetos convertidos en sustancias armoniosamente transferidas: las ruedas de los neum¨¢ticos, previamente cortados, son cabezas de unicornio; los granos de arroz perfilan y componen el rostro de un personaje ilustre, la cabeza de un Buda luce erotizada por una piel de lentejuelas. Lo importante es que la obra (la pieza art¨ªstica) se constituya en trozo, en un fragmento sin m¨¢s envoltorio que el tiempo, el instante. La instantaneidad de lo transparente, su frescura, es algo que produce una irresistible excitaci¨®n. Es el signo plano, en su pura materialidad.
En Occidente, la realidad primordial es la plenitud -el caos, en las religiones monote¨ªstas-, los acentos interiores, la l¨®gica y su modulaci¨®n en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica. Puede que sea ¨¦sta una de las razones del ¨¦xito coreano en Madrid. Cansados como estamos de un arte que requiere el m¨¢ximo de tiempo continuo pensable, que nos pide m¨¢s preguntas sin darnos apenas respuestas, los nuevos coleccionistas, el p¨²blico en general, han preferido descubrir posiciones inauditas, descender a lo intraducible, acomodar su mirada al vac¨ªo art-ificioso de la mirada oblicua, casi sin piel -cercada por el p¨¢rpado rectil¨ªneo y carente de ojeras-, de unas figuras suspendidas en un escenario pict¨®rico de realismo socialista. Se trata de una protecci¨®n deliciosa, aunque ef¨ªmera, contra la confusi¨®n y el abatimiento del arte actual. El man¨¢ divino enviado sobre una feria que acaba de despertarse de una larga siesta.
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