El goce de borrar
El C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid pasa revista a cuatro d¨¦cadas en la fruct¨ªfera trayectoria de Bonifacio, un pintor que domina el gesto, la ficci¨®n y lo accidental.
BONIFACIO
'En los campos de batalla' C¨ªrculo de Bellas Artes
Marqu¨¦s de Casa Riera Madrid. Hasta el 1 de abril
Bien acertada a mi juicio, esta revisi¨®n del hacer de Bonifacio Alfonso (San Sebasti¨¢n, 1933), Bonifacio, sin m¨¢s, por nombre de guerra en esos campos suyos de batalla en los asuntos de la pintura. Y otra baza a sumar, sin duda, al buen rumbo que parece ir asentando al fin la programaci¨®n del C¨ªrculo en cuanto a exposiciones. Pintor de raza y nombre b¨¢sico en la estirpe de nuestro informalismo, Bonifacio tiene aqu¨ª un balance minucioso de cuatro d¨¦cadas de trayectoria. Balance que se abre con una tela de 1967, esto es, justo en la frontera entre el final de la etapa donostiarra y el arranque de su dilatado asentamiento en el cen¨¢culo de Cuenca, lo que corresponde a la etapa de definitiva plenitud en su obra como tambi¨¦n a ese tiempo en el cual, tras aquella primera muestra en la galer¨ªa Seiquer de 1968, su imaginario ha venido dejando un rastro indeleble en la escena madrile?a.
Cuatro d¨¦cadas pues de pintura que, en Bonifacio, nacen siempre entreveradas por tan sorprendentes maridajes: entre tiniebla y claridad, fruici¨®n y desgarro, lo l¨ªrico y lo siniestro, lo efusivo y lo agrio. Pintura cuyo asentamiento esc¨¦nico brota del impulso de ese gesto cargado de espectros. Una pugna en el coso del lienzo, en el hacerse y deshacerse a ciegas cada obra, y donde como afirma el artista "la goza borrando" pues bien a menudo es justo esa regresi¨®n la que propicia el brote accidental de un fulgurante hallazgo.
Como es asimismo muy de agradecer la atenci¨®n que la muestra presta a la obra sobre papel del artista. Al dibujo, que es ante todo en Bonifacio, del modo m¨¢s cierto, el medio germinal por excelencia y aqu¨¦l donde el impulso creador -en contraste a la pintura, como eterno combate- fluye m¨¢s d¨²ctil y libre. Como a la gr¨¢fica, a la que ha dedicado en su andadura empe?o constante y en las t¨¦cnicas m¨¢s dispares. Dibujo y grabado donde nos topamos con el estupendo Bonifacio naturalista, trasmutado cabr¨ªa casi decir en entom¨®logo, de las prodigiosas mimesis de insectos de los primeros setenta que tan larga huella dejan en la progenie gestual de su pintura. Como al igual, grabado y dibujo, donde acaba a su vez articul¨¢ndose una m¨¢s precisa querencia narrativa que se abre al contagio de la sintaxis del c¨®mic, incluso en forma tan estrictamente literal como en el memorable Norberto el Pata y Pit¨ªn de 1975.
Y es finalmente otro acierto el v¨ªdeo producido por el C¨ªrculo para la ocasi¨®n que recoge la palabra del pintor, hablando largamente en su estudio. Es ya un t¨®pico recurrente en el caso de Bonifacio la idea de que en tanto que personaje en extremo singular y entra?able, arroja mucha luz sobre el sentido ¨ªntimo de la obra. Poco importa a la postre si hay un fondo de verdad que justifique el documento, pues la jugosa confesi¨®n del artista en su guarida, se basta y se sobra.
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