Pocas palabras, grandes papeles
Si algo se puede decir de Robert de Niro es que no hace las cosas a medias. Para interpretar al joven Vito Corleone aprendi¨® a hablar siciliano e italiano con fluidez. Luego estuvieron el limado de dientes para perfeccionar el gru?ido maniaco adecuado en El cabo del miedo; el competente dominio del saxo de jazz para New York, New York, o la ropa interior de seda hecha a medida, que nunca se vio, para Los intocables, lo cual le permiti¨® moverse exactamente (y aparentemente) igual que Al Capone. ?Hace falta mencionar su hito de resistencia, el legendario atrac¨®n maratoniano con el que gan¨® 28 kilos para Toro salvaje?
Seg¨²n se rumorea, al documentarse para El cazador particip¨® en una ruleta rusa real. En Despertares, la lectura de sus ondas cerebrales era tan aut¨¦ntica que se temi¨® que realmente se hubiese inducido un coma. Para El coraz¨®n del ¨¢ngel, puede que de verdad tomara un t¨¦ con el diablo.
Con 10 a?os hizo su primer trabajo, el Le¨®n Cobarde, En 'El Mago de Oz'
"Si ruedo dos pel¨ªculas m¨¢s con Scorsese, llegar a 10, ser¨¦ feliz"
En su nueva pel¨ªcula, El buen pastor ?en una peque?a, pero espl¨¦ndida, actuaci¨®n especial?, De Niro interpreta a un hombre al que le han amputado las dos piernas. Al conocerle, es un gran alivio que esta apreciada figura se tambalee sobre sus dos piernas (una prueba m¨¢s, podr¨ªan aducir sus detractores, de que el viejo gru?¨®n ya no se toma su trabajo tan en serio como antes).
Es su supuesta habilidad para convertirse en otras personas lo que petrifica a todo el mundo, as¨ª que los que le rodean no est¨¢n seguros de cu¨¢nto de Jake La Motta, Travis Bickle o Mad Max Cady corre todav¨ªa por sus sucias arterias de actor. A lo mejor es que siempre parece llevar un cabreo monumental: ese semblante inc¨®modo, esa boca torcida hacia abajo, el temible lunar y, en serio, los ojos m¨¢s negros que hayan visto jam¨¢s.
El malestar ha sido esencial en el trato de De Niro con los medios de comunicaci¨®n. Si, como ya es c¨¦lebre, s¨®lo pronunci¨® ocho palabras en ingl¨¦s en la segunda parte de El padrino, en sus escasas ruedas de prensa todav¨ªa han sido menos. Sin papel alguno tras el que ocultarse, el actor es famoso por mirar a la alfombra, hurgando angustiado en busca de alguna respuesta monosil¨¢bica, mientras los curiosos sonr¨ªen como idiotas. En una de sus contadas entrevistas importantes concedidas durante la ¨²ltima d¨¦cada (para la edici¨®n estadounidense de la revista Esquire), el actor fue tan reservado que el periodista no tard¨® en marcharse de puntillas, y dej¨® a un taciturno De Niro a solas con sus pensamientos.
Hay indicios de que podr¨ªa estar suaviz¨¢ndose. A sus 63 a?os, a dos de poder obtener una tarjeta de descuento para el autob¨²s, y ahora que ha dejado atr¨¢s una larga batalla contra el c¨¢ncer de pr¨®stata, De Niro, dicen, se desliza hacia la senilidad como si de un buen ba?o caliente se tratase. En 2004, el viejo blandengue incluso renov¨® sus votos con su segunda mujer, Grace Hightower, y puso fin as¨ª a una vida amorosa bastante turbulenta. Y luego est¨¢n las pel¨ªculas. Para el asiduo a los multicines del siglo XXI, De Niro no es la ardiente presencia de su apogeo en los a?os setenta, sino el malo de pantomima de Una terapia peligrosa y Otra terapia peligrosa. ?Reca¨ªda total!, Los padres de ella y Los padres de ¨¦l; una de las voces de El espantatiburones?, o el tipo de Extras.
“Prefiere que le llamen Bob”, susurra una relaciones p¨²blicas mientras me hacen pasar a una infrecuente entrevista de t¨² a t¨² (no est¨¢ del todo claro si es una orden o es para darle un aire m¨¢s informal). Tras la ventana del hotel de Manhattan, muy por debajo, suenan las sirenas, pitan los taxis amarillos y se filtra el vapor alrededor de las alcantarillas. S¨®lo faltan unos metales discordantes al estilo de Bernard Herrmann.
Pero, por lo dem¨¢s, nada se sale de lo normal. Te limitas a entrar, le estrechas la mano y, pronto, el Mejor Actor de su Generaci¨®n (?) te indica que te sientes en un sof¨¢. Vestido con un traje marr¨®n y el pelo canoso alborotado, parece saludable, aunque un poco abatido. Al desplomarse casi literalmente en una butaca, inc¨®modo y con la cabeza metida entre los hombros, parece que le vendr¨ªa bien que le insuflaran un poco de aire. Es f¨¢cil olvidar que han pasado 27 a?os desde el corpulento peso medio del primer Jake La Motta, y 16 desde Cady, el en¨¦rgico delincuente habitual.
En primer lugar, me pregunto si no acabar¨¢ cansando eso de ver a toda esa gente atemorizada, con una expresi¨®n est¨²pida petrificada. “No lo s¨¦? Esto? No lo s¨¦”, replica. ?Oh, oh! Mueve los ojos con rapidez. Mira hacia abajo. Mira hacia arriba. Su voz es ¨¢spera, puro Gotham. “S¨ª [se encoge de hombros], supongo que s¨ª”. Me da la impresi¨®n de que las entrevistas no son su pasatiempo favorito. “Bueno es? A veces est¨¢ bien? No s¨¦”, contesta, y vuelve a encogerse de hombros con algo m¨¢s de complicidad. “Creo que a veces preferir¨ªa dejar que la pel¨ªcula se explicara sola”.
El ¨²ltimo largometraje de De Niro es El buen pastor, un filme que realmente no puede eludir ?“no, no puedo”, asiente?, porque no s¨®lo aparece en ¨¦l, sino que tambi¨¦n lo dirige. Esta densa y fastuosa pel¨ªcula ¨¦pica sobre la creaci¨®n de la CIA est¨¢ protagonizada por Matt Damon, en el papel de Edward Wilson, una versi¨®n parcial del jefe de la CIA James Angleton, un bur¨®crata muy a lo Clark Kent que hizo que la CIA pasase de ser un concili¨¢bulo de diletantes anteriores a la II Guerra Mundial a convertirse en un equipo de duros y fr¨ªos guerreros que moldear¨ªan la pol¨ªtica exterior de EE UU.
Cabe destacar que es la primera vez que De Niro se pone detr¨¢s de una c¨¢mara tras su deb¨² como director en 1993 con Una historia del Bronx, una pel¨ªcula que parec¨ªa prometer una provechosa carrera alternativa. “He estado trabajando en esto unos siete u ocho a?os, y tambi¨¦n he actuado en pel¨ªculas”, susurra. “Y nunca encontr¨¦ nada que me interesara demasiado”.
El gran enfrentamiento entre EE UU y la Uni¨®n Sovi¨¦tica fue la ¨¦poca en que De Niro se cri¨®, explica. “Me interesaba el espionaje. Pens¨¦ que ser¨ªa fant¨¢stico poder rodar una historia sobre ese mundo”. El resultado final, un largometraje ¨¦pico de 78 millones de euros en el que participan Angelina Jolie y personajes inquebrantables que pueblan hasta el ¨²ltimo rinc¨®n (Michael Gambon, William Hurt, Alec Baldwin, su viejo amigo Joe Pesci), supone un retorno al tipo de proyecto serio con el que suele relacionarse a De Niro.
Es extra?o que nadie tocara el tema durante tanto tiempo. “No sab¨ªa si la pel¨ªcula llegar¨ªa a rodarse”, cuenta. “Tuve que encargarme yo mismo de que siguiera adelante, invirtiendo dinero”. El texto de Eric Roth (M¨²nich, El dilema) hab¨ªa sido aclamado durante m¨¢s de una d¨¦cada como uno de los “mejores guiones no producidos”. Pero, ?tach¨¢n!, llegan el 11-S, la CIA y los queridos tipos malos de Oliver Stone, y los enigm¨¢ticos art¨ªfices del nuevo orden mundial de repente son los nuevos boy scouts, heroicos garantes de la libertad estadounidense. Incluso un viejo rojillo como De Niro defiende algunas de las t¨¢cticas m¨¢s sucias de la CIA, que aparecen en la pel¨ªcula en toda su gloria. “Ocurri¨®, y as¨ª es como es”, afirma. “Yo me definir¨ªa como patriota”.
Los cr¨ªticos estadounidenses se han quejado, a pesar de su loable ambici¨®n, de que El buen pastor rezuma cierta monoton¨ªa. Pero, como de costumbre, no se puede criticar a De Niro por falta de detalles. Recorri¨® Afganist¨¢n y Pakist¨¢n, y habl¨® con agentes sobre el terreno, y estuvo con ex adversarios del otro lado del tel¨®n de acero. “Estuvimos en Mosc¨², en la sauna de un club deportivo con generales del KGB”, se?ala Milton Bearden, el ex miembro de la CIA que asesor¨® la pel¨ªcula. “Mir¨¦ a Bob y le dije: ‘Creo que sabes tanto de esto como yo”.
Con sus c¨®digos de honor, su secretismo y su entusiasta derroche de soplones, la CIA da la curiosa impresi¨®n de asemejarse a la Mafia ?“nunca traiciones a tus amigos, ten siempre la boca cerrada”, como dec¨ªa el Jimmy Conway de De Niro en Uno de los nuestros?. “Bueno, hay muchas similitudes”, coincide De Niro. (El director de El padrino, Francis Ford Coppola, es el productor ejecutivo).
Como ocurre siempre con De Niro ?desde Mulberry Street hasta Bananarama?, no se puede eludir el elemento italoamericano, algo que se ha explotado despiadadamente a lo largo de los a?os y que De Niro parodi¨®, con bastante malicia, en Una terapia peligrosa y Otra terapia peligrosa. ?Reca¨ªda total! Pero eso tambi¨¦n forma parte de la mitolog¨ªa. Aunque realmente se sent¨ªa muy cercano a su abuelo paterno, originario de Ferrazzano, la ascendencia de De Niro es fundamentalmente irlandesa, lo suficiente como para impedir que se convirtiera en un hombre hecho a s¨ª mismo, como sucedi¨®, de hecho, con Jimmy Conway.
Hijo de los artistas Robert de Niro y Virginia Admiral, el actor en realidad se cri¨® en los confines bohemios de Greenwich Village. A pesar de una breve incursi¨®n en la vida de las bandas, donde el p¨¢lido y delgado joven era conocido como Bobby Milk (Bobby Leche), sus intenciones siempre fueron art¨ªsticas. “Quer¨ªa actuar”, dice. “Hab¨ªa visto a la gente en las pel¨ªculas y tal? Cuando me met¨ª en ello m¨¢s en serio era diferente. Entonces quise hacer algo al respecto, y luego se volvi¨® m¨¢s complejo e interesante”.
Estudi¨® a Stanislavski y el m¨¦todo con Stella Adler, realiz¨® algunos trabajos teatrales y pel¨ªculas de bajo presupuesto, y a sus 30 a?os recibi¨® las primeras cr¨ªticas elogiosas al interpretar a un jugador de b¨¦isbol moribundo en Bang the drum slowly, de 1973. Entretanto, su viejo amigo Martin Scorsese hab¨ªa estado creciendo como director. Cuando eligi¨® a De Niro para el papel del d¨ªscolo mat¨®n Johnnie Boy de Malas calles, estrenada ese mismo a?o, supuso una uni¨®n ?Taxi driver; New York, New York; Toro salvaje; El rey de la comedia; Uno de los nuestros; El cabo del miedo; Casino? que afianzar¨ªa a De Niro como un icono de la pantalla.
La pareja podr¨ªa haber sumado Gangs of New York, El aviador y la reciente Infiltrados si hubiese organizado su agenda. La amistad todav¨ªa es profunda. De Niro mostr¨® retales inacabados de su pel¨ªcula a Scorsese para que le diera su opini¨®n. Incluso intercambiaron actores: De Niro renunci¨® a Leonardo di Caprio, su primera opci¨®n para El buen pastor, y Scorsese, a Matt Damon, al que liber¨® pronto de Infiltrados (y al que a veces De Niro se refiere en tono jocoso como “Matt Dillon”). “Espero que Marty se lleve el Oscar”, afirma, “s¨®lo porque se lo merece por las dem¨¢s pel¨ªculas. Ya veremos”.
La repisa de la chimenea de De Niro incluye galardones de la Academia por la segunda parte de El padrino y Toro salvaje, que culminan una d¨¦cada ?los a?os setenta? de trabajos extraordinarios. Aunque sigui¨® rodando algunas pel¨ªculas excepcionales durante los a?os ochenta ?El rey de la comedia, ?rase una vez en Am¨¦rica, Huida a medianoche, y la lista contin¨²a?, por lo general se reconoce que su producci¨®n durante los a?os noventa fue un tanto irregular.
Se dice que a De Niro no le gusta hablar de sus viejas pel¨ªculas. ?Nunca echa un vistazo a alguna de sus viejas pel¨ªculas? “De vez en cuando, s¨ª. Si la pillo directamente en televisi¨®n, la veo”, responde. ?Es autocr¨ªtico? “C¨®mo no iba a serlo, supongo”. Parte de ello se debe a su profunda implicaci¨®n personal en todas ellas, a?ade. “Recuerdo todo lo que he hecho”. No obstante, reconoce que algunas im¨¢genes de Taxi driver descubiertas recientemente ?“unos ensayos que hicimos Marty y yo en v¨ªdeo antes de rodar y que incorporamos al gui¨®n”? se le escaparon incluso a ¨¦l.
Acaba de pasar el 30? aniversario del estreno de Taxi driver. “?En serio? S¨ª, es cierto”, reflexiona. Seg¨²n De Niro, es la pel¨ªcula que m¨¢s le persigue. Adem¨¢s, corr¨ªa el rumor de una secuela, un salto a la vida de Travis Bickle una d¨¦cada despu¨¦s. “Hablamos de ello”, comenta De Niro, “[el escritor] Paul Schrader, Marty y yo, pero por alg¨²n motivo no se nos ocurr¨ªa qu¨¦ estar¨ªa haciendo Bickle 10 a?os despu¨¦s”.
La pregunta sobre sus favoritas parece obvia. Quiz¨¢ haya un tesoro escondido muy preciado para De Niro: “Bueno, he empezado diciendo que mi favorita es la que m¨¢s le guste a la gente. Si les gusta Toro salvaje, Taxi driver o Malas calles? A m¨ª me gust¨® El rey de la comedia. Lo pas¨¦ muy bien rod¨¢ndola”. Scorsese siempre ha mantenido que Rupert Pupkin es la mejor interpretaci¨®n de De Niro. “?En serio?”, responde de nuevo. Sin duda, la pel¨ªcula parece adelantarse a su ¨¦poca y pronostica la obsesi¨®n cultural con la celebridad (un tema reproducido, con un tono mucho menos edificante, en un largometraje sobre un obseso del deporte, Fan¨¢tico, con De Niro). “S¨ª, fue escrita por un cr¨ªtico de cine, Paul Zimmerman, que trabajaba para Newsweek, s¨ª”.
Un filme en el que todo el mundo insiste es, por supuesto, la ni?a mimada de la cr¨ªtica, Toro salvaje, cuya grandeza suele confundirse con la belleza de su cinematograf¨ªa y la irrefutable y arrolladora interpretaci¨®n de De Niro. Una clave de ello fue la legendaria transformaci¨®n f¨ªsica ?de deportista a bola de grasa? que se logr¨® interrumpiendo la producci¨®n a medio rodaje y embarc¨¢ndose en un marat¨®n alimentario. Hasta que Vincent D’Onofrio le super¨® en voracidad en La chaqueta met¨¢lica (y seguramente sin quererlo, Marlon Brando en otras pel¨ªculas), el aumento de 28 kilos constituy¨® una especie de par¨¢metro del m¨¦todo, y convenci¨® a una generaci¨®n de actores y miembros de jurados de que la desfiguraci¨®n es el sacrificio interpretativo m¨¢s noble.
He le¨ªdo que el primer papel que interpret¨® De Niro fue el del Le¨®n Cobarde en una producci¨®n de El mago de Oz. “Eso es. Yo ten¨ªa 10 a?os, s¨ª, 10 a?os”, cuenta con entusiasmo. ?Le infundi¨® la misma intensidad legendaria? Se r¨ªe (de verdad). “Sabe Dios, ni idea. Mi madre no se acuerda”. ?Pero era realmente necesaria esa absorci¨®n extrema del personaje? Si volviese a interpretar esos papeles, ?llegar¨ªa tan lejos? “Creo que a medida que te haces mayor reduces la energ¨ªa que inviertes en ciertas cosas”, responde. “M¨¢s bien se trata de cu¨¢les son los elementos b¨¢sicos para la tarea que tienes entre manos”.
De vez en cuando se abre un peque?o resquicio de luz, como si el impenetrable personaje que De Niro ha perfeccionado a lo largo de los a?os fuese otro, que est¨¢ ah¨ª para preservar la santidad de su yo privado: el amigo leal, el vividor, el padre travieso que es un poquito t¨ªmido. “Le encantan las bromas”, comenta Sessions. “John Turturro [que interpreta a un agente en la pel¨ªcula] es muy divertido, y hubo un d¨ªa en que estaba ri¨¦ndose de una escena, una escena muy dura, y cre¨ª que De Niro se iba a caer al suelo. Se estaba partiendo de risa”.
Tal vez eso explique, a fin de cuentas, su reciente racha de comedias, la sencilla prerrogativa de un hombre que ha llegado a cierta edad y quiere soltarse la melena. “S¨ª, me lo pas¨¦ bien rod¨¢ndolas? Puede ser”. Contra toda l¨®gica, aunque no le han valido ning¨²n galard¨®n interpretativo, los primeros a?os del siglo han marcado el periodo de mayor ¨¦xito comercial de la carrera de De Niro. “Est¨¢ bien tener ambas cosas. Est¨¢ bien tenerlo todo? No es posible”.
Robert de Niro no tiene que hacer nada porque, al fin y al cabo, es un hombre muy rico. Ha dado un nuevo ¨ªmpetu a todo un barrio de Nueva York, Tribeca, con sus oficinas de producci¨®n cinematogr¨¢fica; su asador, ubicado en un s¨®tano, y el auspicio de un festival de cine que ha cobrado una gran importancia. (De Niro viv¨ªa en el radio de alcance del cemento que ca¨ªa de las Torres Gemelas, y abri¨® su restaurante como refugio; un m¨¦rito que, seg¨²n dicen, el actor difundi¨® al incluir una referencia al 11-S en su anuncio de American Express). Luego est¨¢ su asociaci¨®n con diversos restaurantes, entre ellos Nobu; su mecenazgo del musical We will rock you, y otras empresas. “Los restaurantes han tenido mucho ¨¦xito; lo hice porque me gusta la buena comida. Simplemente surgi¨®, ocurri¨®”.
Recientemente ha estado negociando la compra del peri¨®dico The New York Observer, lo que resulta ir¨®nico teniendo en cuenta su antipat¨ªa hacia la prensa. “S¨ª, exacto. Pens¨¦ que deb¨ªa cambiar. Jugar¨¦ limpio, como debe ser”.
?Y c¨®mo demonios acab¨® usted en Extras? “Bueno, por Ricky Gervais”, responde. “Yo estaba rodando Stardust [una pel¨ªcula fant¨¢stica brit¨¢nica, dirigida por Matthew Vaughn] y ten¨ªa una escena con ¨¦l. Ya me lo hab¨ªa pedido antes y no pude hacerlo. Me gustaba esa pel¨ªcula, as¨ª que? Eso fue todo”. ?Y qu¨¦ le pareci¨® el episodio? “Me mandaron una copia”, dice, “pero todav¨ªa no la he visto”.
De Niro tiene varias pel¨ªculas pendientes, entre ellas The winter of Frankie Machine (sobre un sicario retirado) y What just happened? (sobre un productor de Tinseltown). Menciona a los j¨®venes actores que admira: Di Caprio y Damon, l¨®gicamente, y su alma gemela, Sean Penn; lo mucho que le gustar¨ªa hacer algo hist¨®rico, como 7Up, de Michael Apted, o todos esos proyectos no materializados.
Sin embargo, hay algo que desea por encima de todo lo dem¨¢s: rodar dos pel¨ªculas m¨¢s con Scorsese. “Creo que si podemos lograr esas dos cifras, que quede en un 10 justo, ser¨¦ feliz”, afirma. “Hemos empezado algunas cosas, pero con los a?os te distraes? Esperamos ansiosamente que se nos ocurra algo”.
Es un poco triste el modo en que lo dice, como si reconociera que, a pesar de encontrarse bien, de su fortuna y de todo, las manillas del reloj corren inexorablemente, que su carrera est¨¢ entrando oficialmente en el ocaso. Pero no se va a poner demasiado sensiblero.
“Eh”, bromea, “ser¨¢ mejor que te lo creas”.
? The Sunday Times
‘El buen pastor’, pel¨ªcula que dirige e interpreta Robert de Niro, se estrenar¨¢ en Espa?a en abril.
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