Guapas de anta?o
No s¨¦ cu¨¢ndo empez¨® el asunto. Quiz¨¢ en las brumas mitol¨®gicas con la elecci¨®n de las Tres Gracias, la designaci¨®n de Venus Afrodita; sigui¨® quiz¨¢ en los friolentos castillos medievales o en los ventilados palacios florentinos, pero rima con la alegr¨ªa de la vida en com¨²n la elecci¨®n de la mujer m¨¢s hermosa en cada comunidad. El Renacimiento, el Romanticismo y los juegos florales donde campeaba la virginal muchachita, reina por un rato, que entregaba la flor natural al poeta ganador.
En lo que se refiera a mi memoria particular -no confundir, por favor, con la hist¨®rica-, en la lejan¨ªa titila el recuerdo de la elecci¨®n de las primeras misses y se ha quedado grabada la silueta, algo maciza, de una muchacha valenciana, Pepita Samper, creo que era el nombre, escogida como Miss Espa?a, para representar a nuestras mujeres en el correlativo certamen internacional. El caso es que la tradici¨®n de las misses rebrot¨® durante el r¨¦gimen dictatorial y, al menos en cuanto se refiere a la ciudad de Madrid, se polariz¨® en dos publicaciones de soporte: El independiente diario Madrid, propiedad de don Juan Pujol y el sindicalista Pueblo, pilotado por Emilio Romero.
Vayamos a lo m¨ªo. En los ¨²ltimos a?os cuarenta fui a dar en la redacci¨®n del Madrid y, entre tantas encomiendas como hab¨ªamos de realizar los periodistas entonces, me toc¨® la de formar parte de la organizaci¨®n de La Maja de Madrid, La Guapa con Gafas o cualquiera de los variados cert¨¢menes que hab¨ªa que inventarse para entretener a los lectores. Era corresponder a la soterrada y fuerte inclinaci¨®n a participar en la vida ciudadana. Hab¨ªa, de vez en cuando elecciones -es falso que no las hubiera- a alcaldes, a cargos sindicales, a peque?as cosas y esta otra ten¨ªa su cauce en el cup¨®n por correo. Las misses eran seleccionadas y luego elegidas por aquella imperfecta e ingenua democracia. La miss, la reina, la guapa ten¨ªa su corte de honor, al menos de otras tres muchachas y los atributos y premios finales sol¨ªan darse, supongo, por m¨¦ritos y cualidades. Una recompensa en met¨¢lico, alg¨²n contrato publicitario, la posibilidad de ser conocidas, el primer paso en el mundo del cine o de los espect¨¢culos sol¨ªan ser las motivaciones y nadie podr¨ªa oponer el menor reparo. Bueno, s¨ª, alguna facci¨®n exigente consideraba aquellos concursos como la explotaci¨®n de las mujeres en funci¨®n de su mera apariencia f¨ªsica, pero eso ocurre siempre.
No solo desde la redacci¨®n del diario Madrid, sino en alguna otra oportunidad tuve contacto con mundo tan grato. Fui jurado en un MAO, que nada ten¨ªa que ver con el sanguinario Gran Timonel del R¨ªo Amarillo, sino era la designaci¨®n de Miss Andaluc¨ªa Oriental -u Occidental, no estoy muy seguro- que tuvo lugar en Marbella en los sesenta. Aquello precisaba una organizaci¨®n, un presupuesto, un movimiento de intereses, que se procuraban leg¨ªtimos y unas condiciones para optar. No era, pues, de extra?ar que uno de los condicionantes, adem¨¢s de la edad m¨ªnima, el consentimiento paterno -o materno en la minor¨ªa de edad- fuese el celibato, ya que las seleccionadas y, sobre todo, las elegidas, contra¨ªan compromisos con la organizaci¨®n, previos y de esperado cumplimiento, a lo largo de un a?o y qu¨¦ alteraciones som¨¢ticas podr¨ªan entorpecer.
De mis recuerdos quedan los ramilletes de muchachas hermosas e ilusionadas que no ve¨ªan s¨®lo un premio inmediato, sino la posibilidad de futuro que la sociedad no estaba en condiciones de ofrecerles. Se vigilaba por parte de los promotores, la indeseable presencia del proxeneta o la titubeante actitud explotadora de los parientes cercanos. Por eso se alzaba la barrera de la solter¨ªa, creo que perfectamente leg¨ªtima en una empresa que se jugaba los cuartos, detr¨¢s de la agradable parafernalia.
Respetando -?c¨®mo no!- la actitud de una reciente candidata que ha sido despose¨ªda del t¨ªtulo, me permito sentir cierto asombro ante el chusco pandem¨®nium, alzado junto a las informaciones del 11-M y la no imposible ingerencia de las autoridades en la maquinaria de una actividad tan privada. Reflexionando sobre ello cuesta trabajo equipararlo con la retirada de las tropas de Irak, el paro, la inmigraci¨®n ilegal o el fracaso escolar. Es el alambicamiento del universo rosa, la trascendencia de la an¨¦cdota. Esperemos la aparici¨®n en esa revista de desnudos oportunistas, para recrearnos con la hermosura, en cueros, de la joven y bella mam¨¢, destronada por la envidia, aunque dif¨ªcilmente se pueden hallar vestigios o contaminaciones de machismo. Algo en el asunto me ha desconcertado y es que la perversi¨®n machista llegue a extremos de maquinar que un var¨®n se alce con el t¨ªtulo de Miss Espa?a, de Cantabria o donde sea. ?Hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar! Negocio, hermano, puro negocio, ingeniosamente resucitado cuando el que no vota es porque no quiere y prefiere irse a la playa.
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