Efectos especiales
De nuevo los "efectos especiales" y la primera p¨¢gina del peri¨®dico. Nosotros ponemos el plat¨® cinematogr¨¢fico, los exteriores para una superproducci¨®n de cat¨¢strofes ambientales: el gran capital transnacional se encarga del resto. En este caso, afortunadamente, s¨®lo a modo de simulacro. Nubes t¨®xicas, fertilizantes en descomposici¨®n: pirotecnia de efectos especiales. Minuciosa cr¨®nica de sucesos alrededor del Ostedijk. Accidentes reiterados, m¨¢s fruto de la necesidad (de algunos desaprensivos) que del azar. Legendarias mareas negras provocadas por barcos de muy distintas banderas. Bosques calcinados y r¨ªos mutantes (que pudimos contemplar no hace mucho tiempo) seguidos del diluvio y erosi¨®n de la tierra que simb¨®licamente se llevo tambi¨¦n muchos petroglifos: como borrando las huellas del origen. Los bidones explosivos del barco de la muerte fueron, hace dos d¨¦cadas, una primera entrega de estas versiones del apocalipsis. Parece claro que el coste, la factura de todos estos da?os la tendr¨¢ que pagar alguien. Lleg¨® la hora de introducir un canon compensatorio a todos estos da?os recurrentes, al tiempo que se lucha por tratar de impedirlos y mejorar el control y la seguridad del tr¨¢fico mar¨ªtimo (asumiendo competencias propias al respecto). Un da?o localizado en un ¨¢rea concreta pero de dimensi¨®n global tiene que tener una cobertura internacional.
Todo esto acontece sobre una estampa buc¨®lica, con la reciente medalla medi¨¢tica a la mejor playa del mundo en las Islas C¨ªes. Sobre la imagen de un pa¨ªs como para¨ªso incontaminado, una naturaleza hondamente humanizada en peque?os asentamiento dispersos (cultivando un pante¨ªsmo primordial) que hab¨ªa estudiado Otero Pedrayo en su momento. Los perfiles simb¨®licos y culturales que permanec¨ªan intactos, como suspendidos en el tiempo (analizados in situ por Lis¨®n Tolosana y otros antrop¨®logos en los a?os 60 y 70) sufren desde hace a?os todo tipo de hibridaciones. Con la decisiva contribuci¨®n del tsunami inmobiliario como una marea conjunta de hormig¨®n y corrupci¨®n. La aldea global se enfrenta a los l¨ªmites de sostenibilidad y a la quiebra del paradigma ecol¨®gico. Crece asimismo en la opini¨®n p¨²blica una demanda de respuesta pol¨ªtica coordinada a todas estas cuestiones.
Parece Galicia, a veces, una atalaya en el abismo de la incertidumbre. El corredor mar¨ªtimo nos sit¨²a en primera l¨ªnea de la vanguardia en la "sociedad del riesgo". El coste ecol¨®gico de un progreso irracional llega como una reiterada letan¨ªa. Barcos con nombres sonoros como enigm¨¢ticos epitafios. Hasta hace poco hab¨ªa quien se quejaba del aislamiento proverbial del pa¨ªs. La virtual isla m¨ªtica ensimismada en una bruma intemporal. Ahora reparamos con estupor que no estamos aislados del mundo, estamos en el epicentro da desfeita. Tierra de encrucijada convertida en mascar¨®n de proa de la ceremonia del desastre. El ¨²ltimo finisterre atl¨¢ntico europeo se asoma al oc¨¦ano a modo de atalaya del cambio clim¨¢tico y la incertidumbre generalizada. De seguir as¨ª seremos expertos en hibridaciones. Conejillos de indias de turbios experimentos qu¨ªmicos de la codicia ajena. Un yacimiento medi¨¢tico catastr¨®fico ya bastante consolidado: a golpe de tatuaje de teletipo. Panor¨¢micas televisivas siempre con la dram¨¢tica belleza del borde del abismo.
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