Amor por Afganist¨¢n
?Qu¨¦ paradoja! Lo mejor de este montaje coral son dos largos mon¨®logos. El que llena el primer acto viene a ser una lecci¨®n de historia de Afganist¨¢n, impartida por una orientalista brit¨¢nica (Vicky Pe?a). Libro en mano, nos saluda y nos resume tres milenios de invasiones, desde la aria a la sovi¨¦tica, para que tomemos perspectiva respecto de lo que est¨¢ pasando hoy: el viento de la historia barrer¨¢ a talibanes y a estadounidenses, como barri¨® a persas, sas¨¢nidas, mongoles... De vez en cuando, la mujer interrumpe su discurso: nos habla de su insatisfactoria vida conyugal y de una fantas¨ªa er¨®tica que tuvo con el dependiente afgano de un bazar londinense. Este papel es endiabladamente dif¨ªcil: no tiene m¨¢s apoyo que la palabra. Vicky Pe?a lo sostiene, adem¨¢s, con gestos amplios, lo hace extrovertido, caluroso, y llega al p¨²blico. Su interpretaci¨®n se llev¨® el primer gran aplauso de la noche.
Homebody / Kabul
De Tony Kushner. Traducci¨®n: Carla Matteini. Versi¨®n y direcci¨®n: Mario Gas. Con: Vicky Pe?a, Gloria Mu?oz, Roberto ?lvarez, Elena Anaya, Jordi Collet, Mahamed El Hafi, Hamid Danechvar, Mostaza El Houari, Mhed¨ª Ouazzani, Hamid Krim, Driss Karimi. Escenograf¨ªa y vestuario: Antonio Belart. Luz: Paco Ariza. Madrid. Teatro Espa?ol. 28 de febrero.
En el segundo acto, Kushner nos traslada a Kabul. Milton, marido de la protagonista, y su hija, acaban de llegar all¨ª en busca de su cad¨¢ver. La mujer se pase¨® por la ciudad vestida a lo occidental, el mismo d¨ªa en que Clinton orden¨® el primer bombardeo, y los nativos se vengaron en ella. La hija (Elena Anaya) se niega a creer que ha muerto, sale en su b¨²squeda y averigua la verdad, que no contar¨¦. Ahora viene el segundo mon¨®logo. Lo escupe en tres idiomas una mujer afgana, reverso perfecto de la protagonista. Los talibanes cerraron la biblioteca donde trabajaba y quiere escaparse a Occidente. Gloria Mu?oz, su int¨¦rprete, lo borda: pasa de la locura a la lucidez, del franc¨¦s al castellano y a una lengua extra?a a nuestros o¨ªdos. Parece una actriz past¨²n. Da el pego absolutamente.
El montaje de Mario Gas, bien arropado por la grada en la que Antonio Belart instala al p¨²blico, lucha con la longitud de la pieza y con la falta de homogeneidad de un reparto multirracial y de calidades y or¨ªgenes profesionales muy diversos. La producci¨®n neoyorkina de Declan Donnellan, representada en 2002 en Barcelona, ten¨ªa los mismos triunfos que ¨¦sta, y presentaba problemas parecidos. Roberto ?lvarez brega con el dif¨ªcil papel de marido incompetente, Elena Anaya se enfrenta con energ¨ªa pero sin modulaci¨®n bastante a un rol excesivamente exigente para una actriz debutante en el teatro y, entre los secundarios, destaca el poeta tayiko interpretado por Mehd¨ª Ouazzani.
Babelia
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