Meterse en un jard¨ªn
La p¨¦rdida de identidad de Navalcarnero se est¨¢ intentando suplir convirtiendo algunas plazas en rotondas sobre las que han erigido esculturas en bronce que cubren ese amplio arco que va desde la "violetera" retro a la "menina" progre, ubicando toreros, labradores y otras alegor¨ªas estatuarias que confirman el arraigo del desprop¨®sito y la falta de cultura est¨¦tica de los pol¨ªticos municipales. La operaci¨®n estatuaria de Navalcarnero culmina con la inauguraci¨®n, el pasado a?o, del denominado Jard¨ªn Hist¨®rico de San Sebasti¨¢n, levantado en la cota m¨¢s alta del pueblo, aquella que ofrece las vistas m¨¢s hermosas sobre la nava.
Sin embargo, parece que el consistorio da un giro, ya que despu¨¦s de colmar el casco antiguo con bronces de artistas nacionales ha decidido emplear el "estilo vanguardista" en las rotondas de circunvalaci¨®n, iniciando este programa con un encargo al artista norteamericano Dennis Oppenheim (Electric City, 1938), quien ha entrado con justicia a los libros de historia del arte contempor¨¢neo por sus obras conceptuales y sus proyectos de environmental art desarrollados en los a?os setenta. Pasado aquel momento de gloria, Oppenheim ha realizado obras en espacios p¨²blicos con desigual fortuna, siendo ¨¦sta la tercera que instala en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Para la primera, levantada en Andorra, se sirvi¨® de procedimientos del pop art. Se trata de una enorme taza de t¨¦ semivolcada sobre el plato, que se siluetea en el perfil de un collado entre monta?as. La segunda, inexplicablemente inoportuna y descontextualizada, ocupa una rotonda urbana en Valladolid y, ahora, se ha inaugurado el Crystal Garden en Navalcarnero. La nueva obra, formada por tres armazones met¨¢licos convenientemente separados que imitan unas formaciones cristalinas gigantes, afortunadamente posee suficiente tama?o y presencia f¨ªsica, ofreciendo siluetas contundentes. Sin duda, este trabajo de Oppenheim se puede ensartar en esa fascinaci¨®n de la modernidad por los cristales que va desde Bruno Taut hasta Robert Smithson, pero aqu¨ª se acaban sus virtudes ya que una ejecuci¨®n chapucera, realizada con perfiles de cerrajer¨ªa de hierro mal despiezados y soldados, amenaza con una r¨¢pida oxidaci¨®n. A esos perfiles se han cosido toscamente, con remaches, unas l¨¢minas de acero inoxidable perforado que presentan arrugas producidas por la impericia constructiva, algo que rebaja esta obra de arte a la categor¨ªa de gallinero.
DENNIS OPPENHEIM
Rotonda de la salida hacia Badajoz
Navalcarnero
Comunidad de Madrid
Desde otro punto de vista, el Crystal Garden reclama tambi¨¦n una cr¨ªtica severa ya que, ideada por el artista como "jard¨ªn", es decir, como lugar acogedor por el que hay que pasear (ya que no existe jard¨ªn sin paseo), cada una de las tres piezas que conforman la obra posee unas puertas que permiten atravesar por el interior de los cristales, en la mejor tradici¨®n de las follies, y un camino de piedra r¨²stica sobre una cuidada pradera de c¨¦sped. Sin embargo, su reducci¨®n a la categor¨ªa de "objeto para rotonda" hace que el acceso al jard¨ªn y, por lo tanto, el paseo por el camino que ensarta las tres piezas y su paso por el interior de ellas sea imposible, si no es a riesgo de perder la vida al intentar atravesar el flujo automovil¨ªstico.
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