El aliento de Hank
Crudo. Descarnado. Grosero. Conmocion¨® con sus novelas y cuentos las librer¨ªas en los setenta y ochenta. Luego llegaron sus versos. La fiebre del malditismo atrap¨® a muchos. ?Bukowski ha sobrevivido?
"Bukowski es peligroso para un escritor. Su melod¨ªa es contagiosa", dice Ray Loriga
Porque dice las cosas como son. Porque habla de perdedores. Porque eleva la sucia resaca a la categor¨ªa de arte. Por las portadas de Robert Crumb que acompa?aban sus ediciones en castellano. Por t¨ªtulos tan expl¨ªcitos y provocadores como La m¨¢quina de follar. Cat¨¢rtico y revelador, Bukowski embruj¨® a muchos de sus primeros lectores en Espa?a. Tambi¨¦n a un buen n¨²mero de j¨®venes escritores y poetas. "Ha sido un escritor de culto", sostiene el cr¨ªtico y catedr¨¢tico Germ¨¢n Gull¨®n.
Detr¨¢s de todo aquello estaba el chico malo, el autor borracho, bronco y promiscuo. Y por delante una legi¨®n de devotos noqueados, que todav¨ªa evocan el impacto de aquellas lecturas.
"Empec¨¦ a leerle cuando ten¨ªa 18 a?os. Me atrajo su voz, su irreverencia, el personaje que hab¨ªa creado, tambi¨¦n la leyenda. Era una lectura que te exig¨ªa poco y te daba much¨ªsimo. Era un referente generacional", cuenta la poeta Miriam Reyes. "Recuerdo el subid¨®n que me dio leer aquellos libros finalizando los setenta. Eran como una puerta abierta a no s¨¦ qu¨¦ mundos, ni siquiera sospechados entonces. Bukowski era una bocanada tras otra de aire impuro. Daba gusto mancharse con su literatura", afirma el tambi¨¦n poeta Karmelo Iribarren, que se mantiene fiel a este autor 30 a?os despu¨¦s de su primer encuentro.
Los excesos tarde o temprano pasan factura. En esto, parece que la literatura no es excepci¨®n. "Conozco los trucos del jefe. Tiene una expresi¨®n con una potencia salvaje y una mirada ¨¢cida sobre el mundo contempor¨¢neo, pero creo que es m¨¢s importante como lectura de aprendizaje que de continuidad", sostiene Pablo Garc¨ªa Casado. Rodrigo Fres¨¢n va m¨¢s all¨¢. "Su obra vale en s¨ª misma como la de Carver, pero es una lectura algo adolescente. Si sigues ley¨¦ndolo a los 50 es un poco triste". Este novelista rechaza de plano la figura del escritor-personaje: "Lo que no me interesa en absoluto es el mito, ni los seguidores del mito Bukowski, ni Sean Penn, ni Matt Dillon". Y en esto parece que hay consenso. El aura maldita ha perdido encanto. "Ha triunfado por las razones equivocadas, por su leyenda de outsider. Me interesa su literatura; me dan igual sus borracheras. Toda su obra se puede poner junta. Da el testimonio literario de su vida en una misma nota. Es un magn¨ªfico escritor, original y personal, que convierte en f¨¢cil lo dif¨ªcil", sentencia Ray Loriga. ?l pas¨® de lector a coleccionista y al hablar de lo suyo con Bukowski piensa en Ob¨¦lix -"yo tambi¨¦n me ca¨ª en la olla"-. Y lanza un aviso: "Es peligroso acercarte si eres escritor. Su melod¨ªa no produce buen contagio. Es dif¨ªcil acercarse a autores tan f¨¦rtiles, que han dado con una f¨®rmula perfecta, sin caer en la parodia".
"La herencia de Bukowski es en muchos casos lamentable. Es uno de esos autores que abren la puerta a escritores clones que involuntariamente hacen copias pat¨¦ticas", se?ala Fres¨¢n. Pero para Benjam¨ªn Prado la responsabilidad tiene un l¨ªmite: "Uno no es culpable de sus disc¨ªpulos".
El maldito Hank destilado por
el correr de las ediciones y de los a?os tiene a¨²n mucho que ofrecer seg¨²n Prado: "Tiene frescura e inmediatez, un pie en el pasado beat y otro en el realismo sucio. Conviene m¨¢s leerlo que opinar sobre su personaje. Hoy queda lo mejor de ¨¦l, aquello que no le hizo famoso. La imagen de borracho, underground, violento entregado al sexo es menos importante que novelas como Cartero o Fact¨®tum, en las que reflexiona sobre las personas desfavorecidas, sobre una Am¨¦rica real. No todo es Nueva York y Paul Auster". Y en esto, reconoce Pablo Garc¨ªa Casado, se encuentra parte de su imperecedero encanto. Bukowski es un buen revulsivo para lectores cansados de historias de "un profesor de instituto que se enamora de su vecina".
La denuncia social fue el factor diferencial en el flechazo de David Gonz¨¢lez con el autor de La senda del perdedor. Y lo sigue siendo. "Descubr¨ª su obra cuando me encontraba en la c¨¢rcel cumpliendo una condena por atraco a mano armada a una sociedad cultural. Me interes¨® la tem¨¢tica marginal, en la que ten¨ªan cabida los desheredados, y me sigue interesando. La sociedad en que vivimos es un fiel retrato de lo que describe. Es un poeta social, comprometido con la gente humilde y trabajadora, con quienes subsisten gracias al cheque de desempleo. Adem¨¢s, ha conseguido recuperar el estatus de la lengua nuestra de todos los d¨ªas".
Belleza, ternura y una acuciante falta de cari?o. Suena a Bambi pero es Bukowski. "Con el tiempo, dej¨® de interesarme su leyenda. Empez¨® a maravillarme la ternura que pod¨ªa haber en esa mirada. El nihilismo m¨¢s como muestra de desamparo que de rebeli¨®n", explica Miriam Reyes. Pablo Garc¨ªa Casado a?ade: "Bajo la dureza hay una esperanza". Y para Karmelo Iribarren sus infravalorados humor y ternura "s¨®lo est¨¢n al alcance de los grandes".
Incluso quienes no han ca¨ªdo
rendidos a su descarnado encanto reconocen valores en Bukowski. "Nunca me han interesado ni su tem¨¢tica, ni su estilo, pero tiene una voz inconfundible y eso es un gran logro. Su poes¨ªa parece simple pero esconde mucho m¨¢s. No es un poeta gratuito", afirma Elena Medel.
Jos¨¦ ?ngel Ma?as se apunta a la no estilizaci¨®n de la realidad, al "fe¨ªsmo" que admira en el autor de Fact¨®tum y aventura una genealog¨ªa: Miller, Kerouac y Bukowski son "los hijos bastardos de Proust", con C¨¦line de por medio. La conexi¨®n parte de la novelizaci¨®n de la propia vida -"no tiene nada que ver con el estilo", aclara-.
?Abri¨® Bukowski una ventana inexistente en la literatura espa?ola? "Aqu¨ª existe tambi¨¦n cierta tradici¨®n realista al estilo de la tradici¨®n bukowskiana, empezando por Cervantes y la novela picaresca, por Quevedo, P¨ªo Baroja o Arturo Barea", apunta David Gonz¨¢lez. Garc¨ªa Casado habla de un cambio de perspectiva: "Frente a la narrativa espa?ola, algo acartonada, ¨¦l plantea una manera de decir lo que hay que decir. Aqu¨ª ha sido muy maltratado por cierta cr¨ªtica, porque pone el dedo sobre lo pol¨ªticamente correcto, sobre el buenismo de izquierdas. Les cost¨® meterlo en la caja".
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