Los presos que so?aban con pan
156 republicanos de Valdenoceda (Burgos) murieron de hambre en la c¨¢rcel municipal durante el franquismo. Ayer comenz¨® su exhumaci¨®n
En el cementerio de Valdenoceda, un min¨²sculo pueblo de Burgos con 70 habitantes, hay un hombre con una sonrisa radiante. Se llama Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez y en su alegr¨ªa no hay nada macabro. Es feliz porque tras diez a?os investigando, pidiendo permisos y ayudas econ¨®micas, ha conseguido que su abuelo, Juan Manuel Gonz¨¢lez Fern¨¢ndez, republicano preso en la c¨¢rcel del pueblo y enterrado en una fosa com¨²n en el cementerio municipal, reciba "un funeral digno" y sea enterrado en un pante¨®n honor¨ªfico con otros 155 compa?eros republicanos muertos en el penal del pueblo entre 1938 y 1943.
"En casa siempre hab¨ªamos pensado que el abuelo hab¨ªa muerto en la guerra. Hasta que hace diez a?os, en 1997, mi padre, que entonces ten¨ªa 71 y nunca hab¨ªa hablado del tema, de repente dijo: 'Cu¨¢nto me gustar¨ªa saber d¨®nde est¨¢ enterrado. Ni siquiera tengo una foto suya'. Ah¨ª empez¨® a hablar, por primera vez, de mi abuelo, y ah¨ª nos enteramos de que no hab¨ªa muerto en la guerra, sino que se lo hab¨ªan llevado preso cuando mi padre ten¨ªa 13 a?os. La ¨²ltima imagen de ¨¦l que recordaba mi padre era saliendo esposado de casa", explica Gonz¨¢lez.
Comenz¨® la investigaci¨®n ayudado por su sobrino, Eneko. Encontraron una carta de los trabajadores del penal dirigida a su abuela en la que se le comunicaba que era viuda y se le informaba de que si quer¨ªa recuperar los objetos que hab¨ªa dejado su marido -"dos mantas, un pa?uelo, unas gafas y dos talegos de ropa deteriorada, mejor dicho, in¨²til", aclaraba la carta- deb¨ªa pagar los portes: 3,40 pesetas. Encontraron tambi¨¦n a un alcalde dispuesto, ?ngel Arce, que en el instante mismo de conocerse en Valdenoceda, le hizo saber que "siempre hab¨ªa deseado enterrar como es debido a aquella gente". Y encontraron a un superviviente del penal, Ernesto Sempere, de Ciudad Real, quien, en un texto que dej¨® escrito en 2005, dos a?os antes de morir, despej¨® cualquier duda sobre la causa de la muerte de aquellas 156 personas: "La vida en la c¨¢rcel era tremendamente dura. De comer nos pon¨ªan un caldo infame, manchado, con una sola alubia que adem¨¢s, siempre ten¨ªa un bicho dentro. Recuerdo el hambre que pasamos, hasta el punto de que mis mejores sue?os estaban protagonizados por algo tan simple como una barra de pan. So?aba con pan. ?Cu¨¢nta hambre puede tener una persona para que sus mejores sue?os sean un simple trozo de pan?". Su hijo Manuel Sempere, era ayer otro de los que sonre¨ªa, emocionado.
A diferencia de la mayor¨ªa de las fosas de republicanos asesinados de la represi¨®n franquista, en la de Valdenoceda no aparecen balas, ni casquillos. "Los enterraron uno a uno a medida que iban muriendo. Y lo hac¨ªan en cajas porque hemos encontrado restos de esos peque?os ata¨²des de madera", explica Jimmy Jim¨¦nez, arque¨®logo de la Asociaci¨®n de Ciencias Aranzadi y coordinador de la exhumaci¨®n. "No los fusilaron. Simplemente, los dejaron morir".
"Eran los propios presos los que cargaban a hombros con sus compa?eros muertos desde la c¨¢rcel hasta el cementerio. En realidad los enterraban detr¨¢s del muro del cementerio, pero el cura daba un responso, como a todos los dem¨¢s. Yo ten¨ªa ocho o nueve a?os y era monaguillo, as¨ª que todos los d¨ªas acompa?aba al cura hasta la c¨¢rcel porque casi todos los d¨ªas hab¨ªa alg¨²n muerto. Entraba en la c¨¢rcel como en mi casa. Los presos incluso me hac¨ªan juguetes. Los pobres se mor¨ªan de hambre. Todav¨ªa recuerdo c¨®mo se abalanzaban sobre las patatas crudas, comi¨¦ndoselas como si fueran manzanas, cuando sal¨ªan a llevar al muerto hasta el cementerio", explica Justo D¨ªaz, nacido en Valdenoceda hace 73 a?os.
Hace dos a?os, el cementerio se qued¨® peque?o. La parroquia decidi¨® ampliarlo hacia la fosa de los republicanos y empezaron a aflorar huesos y recuerdos. Los esquivaron gracias a las indicaciones del monaguillo D¨ªaz, que luego trabaj¨® como enterrador. Algunos cuerpos no se podr¨¢n recuperar. Una pareja construy¨® un pante¨®n que afecta a parte del yacimiento. Una de las piernas de los esqueletos exhumados ayer se perd¨ªa bajo la piedra de esa tumba vac¨ªa.
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