Samuel Beckett, pudor y grandeza art¨ªstica
Para el escritor Pierre Michon, no cabe la menor duda: ver una foto de Beckett es ver la foto de alguien que es rey y lo sabe. ?Por qu¨¦? "Porque soy el texto y entonces, ?por qu¨¦ no ser¨ªa su icono? Soy Beckett, ?por qu¨¦ no tendr¨ªa su apariencia? He asesinado mi lengua y mi madre, he nacido el d¨ªa de la crucifixi¨®n, en mis trazos se entremezclan san Francisco de As¨ªs y Gary Cooper, el mundo es un teatro, las cosas r¨ªen, Dios o la nada exulta", escribe Michon pensando en ese Samuel Beckett (Dubl¨ªn 1906-Par¨ªs 1989) imperial, superior, pero tambi¨¦n en otro, preocupado por la belleza y que ha marcado toda la creaci¨®n contempor¨¢nea, el que ahora exponen en el Centro Georges Pompidou hasta el 25 de junio.
"Nada es m¨¢s real que nada", dice uno de los personajes de Beckett novelista
Descubrimos su valerosa participaci¨®n en la Resistencia. Nunca habl¨® ni escribi¨® al respecto
Hubo un momento en que Beckett iba del brazo de Adamov, Ionesco y Sarraute. Era la gran figura del llamado teatro del absurdo. El fil¨®sofo Alain Badiou, que el Instituto Franc¨¦s acaba de invitar a Madrid, recuerda en uno de sus libros que ¨¦l, influido por Sartre y su condici¨®n de "joven cretino", estaba convencido de que Beckett era "un escritor del absurdo, de la desesperaci¨®n, del cielo vac¨ªo, de la incomunicaci¨®n y de la eterna soledad, un existencialista, en definitiva". Tuvo que pasar el sarampi¨®n de "joven cretino", tuvo que superar el t¨®pico de que los cantos de desesperaci¨®n son siempre los m¨¢s bellos, para comprender que "la lecci¨®n de Beckett lo es de medida, exactitud y valent¨ªa".
El Centro Pompidou nos muestra ahora los manuscritos de Beckett. Primero ingleses, despu¨¦s franceses pero siempre con la misma letra inclinada dif¨ªcilmente descifrable. Tambi¨¦n nos presenta las cartas que escribe a sus amigos -al pintor Bram van Velde, en 1948- para pedirle disculpas por alguna inconveniencia pronunciada borracho, o a sus colaboradores, como el director de teatro Roger Blin, al que le exige que el personaje de Esperando a Godot quede al final con los pantalones en los tobillos. "Nada es m¨¢s grotesco que lo tr¨¢gico", le dice Beckett a Blin para argumentar su demanda.
Pero ¨¦sa es la parte previsible de una exposici¨®n literaria y el Pompidou, con Cocteau y Barthes, ya ha demostrado saber exponer literatura. Lo m¨¢s interesante es decidir que Claudio Parmiggiani, Richard Serra, Paul McCarthy, Bruce Nauman, Sean Scully, Jean-Michel Alberola, Mona Hatoum, Tal Coat, Avigdor Arikha, Giuseppe Penone, Pierre Alechinsky, Sol LeWitt, Robert Motherwell, Judith Reigl o Robert Ryman forman parte de la familia beckettiana, voluntaria o involuntariamente, por afinidad minimalista, porque han comprendido que las mejores, las ¨²nicas plegarias son las que no piden nada o porque comparten una misma alta idea de la belleza. "Nada es m¨¢s real que nada", dice uno de los personajes de Beckett novelista.
No faltan im¨¢genes de montajes teatrales legendarios, maquetas de sus decorados, im¨¢genes de su ¨²nica pel¨ªcula -inevitablemente titulada Film- o grabaciones de sus geniales programas radiof¨®nicos, quiz¨¢s el medio m¨¢s adaptado a la austeridad de las propuestas de Beckett y a su disgusto ante la redundancia disimulada, como tampoco faltan las cintas de Chaplin o Keaton, esos payasos silenciosos que tanto le marcaron. Y es viendo el fragmento de Go west, de Buster Keaton en 1925, que aprendemos que ¨¦ste lleva en una bolsa los mismos objetos que Madelaine Renaud sacar¨¢ de su monedero en Oh! Les beaux jours, en 1963. Y es recorriendo el apartado biogr¨¢fico de este premio Nobel de 1969 que descubrimos su destacada y valerosa participaci¨®n en la Resistencia contra los nazis. ?l nunca habl¨® ni escribi¨® al respecto.
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