Polonia a¨²n hiela el alma
Las noticias se sobreponen como si fueran una maldici¨®n, alg¨²n tipo de magia negra que la historia perpetra contra ese viejo pa¨ªs, desde hace d¨¦cadas. Lo cierto es que Polonia, a pesar de sus muchas grandezas, ha protagonizado algunas de las miserias m¨¢s terribles de la historia reciente, y ah¨ª est¨¢n, en el agujero negro del recuerdo, sus campos de exterminio. Es cierto que fueron una responsabilidad alemana, que Polonia fue un pa¨ªs ocupado, y que muchos resistentes polacos lucharon contra los nazis (sin olvidar que los nazis tuvieron m¨¢s dificultades para destruir la resistencia del gueto de Varsovia que para ocupar Polonia). Pero tambi¨¦n lo es que en Polonia se unificaron las dos corrientes de la maldad antisemita: la nazi y la de base cristiana. Alguien escribi¨® que Polonia invent¨® el odio a los jud¨ªos, incluso antes de tener jud¨ªos, y de hecho, es el ¨²nico pa¨ªs del mundo que llev¨® a cabo un pogromo contra los pocos supervivientes del Holocausto, cuando intentaron volver a sus casas. En Uruguay conoc¨ª a una mujer que hab¨ªa sobrevivido a la Sho¨¢ y despu¨¦s al pogromo de Kielce, en 1946, donde murieron 42 jud¨ªos s¨®lo porque se difundi¨® el rumor de que estaban usando la sangre de ni?os cristianos para rituales. Los pocos que quedaron formaron parte de la Brihah, la migraci¨®n masiva de cientos de miles de jud¨ªos que hab¨ªan sobrevivido a los campos, pero temieron no sobrevivir al odio polaco, un odio que no hab¨ªa desaparecido despu¨¦s del exterminio de seis millones de jud¨ªos europeos. Vicen? Villatoro siempre explica un chiste, para ilustrar la normalidad del antisemitismo polaco: "El Gobierno de Polonia publica un bando en el que anuncia la expulsi¨®n de todos los jud¨ªos y todos los ciclistas de su pa¨ªs. Dos polacos leen el bando, y uno le pregunta al otro: '?Por qu¨¦ los ciclistas?". Los expertos aseguran que, a pesar de haber quedado limpios de jud¨ªos, los polacos contin¨²an siendo los m¨¢s antisemitas de Europa. Un antisemitismo que se forj¨® en la teor¨ªa del deicismo cristiano, y que durante siglos convirti¨® a los jud¨ªos -a pesar de su ingente papel en el ¨¢mbito de las ciencias y las letras- en un pueblo execrado, perseguido cual rata de cloaca y masacrado. Sin ninguna duda, Polonia es clave en la maldad que culmin¨® con el extermino de dos tercios de la poblaci¨®n jud¨ªa europea.
Ahora llegan noticias de ese pa¨ªs, que nuevamente hablan de persecuciones, sospechas generalizadas y una influencia de la Iglesia cat¨®lica que va mucho m¨¢s all¨¢ de la espiritualidad, y ahonda en la p¨¦sima tradici¨®n del fundamentalismo religioso. Parece evidente que, despu¨¦s de su etapa comunista, Polonia est¨¢ viviendo una euforia religiosa que liga, l¨®gicamente, con el papel que la Iglesia tuvo en la resistencia anticomunista, con Wojtyla entre much¨ªsimos otros. Pero hay una diferencia muy sustancial entre regresar a antiguos dogmas religiosos (algo parecido ocurre en los territorios ex comunistas de fe ortodoxa) y convertir ese dogma en un efectivo ariete contra los derechos fundamentales. En este sentido, la Polonia actual, gobernada por esa sin par pareja de hermanos, env¨ªa serias alarmas al mundo libre. La ¨²ltima, la que ha aventurado el ministro Marek Orzechowski insinuando que los maestros de orientaci¨®n homosexual no podr¨¢n educar a los ni?os polacos. En una matizaci¨®n posterior, ha asegurado que s¨®lo ser¨¢n excluidos los que "hagan promoci¨®n de su homosexualidad", sin explicar muy bien qu¨¦ significa dicha promoci¨®n. Por supuesto, anuncia que la apolog¨ªa o propaganda de la homosexualidad ser¨¢ castigada por ley. Todo ello, la misma semana en que 700.000 polacos deber¨¢n confesar si colaboraron con el r¨¦gimen comunista. Es decir, en una sola semanita -?vaya semanita!-, un pa¨ªs miembro de la Uni¨®n Europea hace alarde de homofobia, plantea leyes que recortan derechos fundamentales, y pone bajo sospecha a miles de ciudadanos. Y todo ello sin que los pa¨ªses colegas de la Uni¨®n se hayan despeinado ni un solo pelo.
La reflexi¨®n es doble. Respecto a Polonia, constatar las muchas enfermedades end¨¦micas que castigan severamente la buena salud democr¨¢tica de ese pa¨ªs. Como resulta evidente, Polonia ha entrado en Europa, pero a¨²n no ha hecho los deberes, seriamente, sobre las obligaciones democr¨¢ticas que ello significa. Es decir, s¨®lo ha entrado en la Europa econ¨®mica, sin mostrar indicios de ser exigente con la Europa de los derechos. La otra reflexi¨®n, sobre esa Uni¨®n Europea que se muestra algo eficaz en t¨¦rminos econ¨®micos, que incluso berrea un poco cuando le pisan alg¨²n callo, pero que en realidad naufraga sonoramente cada vez que tiene que mostrar dureza con la violaci¨®n que sufren los derechos humanos en tantas zonas del mundo. Ya no hablo del silencio malvado que Europa proyecta sobre las tragedias africanas y sus muchas guerras, algunas nutridas por armas europeas. Europa, por ejemplo, no existe en la denuncia de Darfur. Tampoco digo nada del s¨ªndrome chamberliano que padece respecto al conflicto con Ir¨¢n, o a su relativismo c¨®mplice cuando hay que denunciar las maldades del fundamentalismo isl¨¢mico. Europa s¨®lo chilla cuando tiene que chillar contra los yanquis. Pero los otros gritos se le ahogan en las gargantas de los muchos intereses que quiere proteger, y en esas gargantas, los derechos humanos no existen. Sin embargo, lo que ya ser¨ªa el colmo de la hipocres¨ªa y, consecuentemente, de la maldad pol¨ªtica es que permiti¨¦ramos que un miembro de la Uni¨®n persiguiera a los ciudadanos homosexuales o planteara persecuciones masivas, y no tuviera ninguna consecuencia. ?Con qu¨¦ cara debatiremos los derechos democr¨¢ticos con la Turqu¨ªa isl¨¢mica, si permitimos vulnerarlos severamente con la Polonia cat¨®lica?
www.pilarrahola.com
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