Locura y disfrute
Media hora antes del inicio del concierto nadie hubiese dicho que en la sala Razzmatazz actuaba uno de los grupos del momento. S¨®lo alg¨²n espectador rezagado hac¨ªa pensar en los andenes de Marina que algo pasaba metros m¨¢s all¨¢. Llegados a la puerta del local, la mezcla de idiomas entre catal¨¢n, ingl¨¦s y castellano apenas abarcaba a una veintena de personas, casi todas ellas implorando por una entrada que no llegar¨ªa. S¨ª, como en todos los acontecimientos de guardar, el p¨²blico ya estaba dentro desde hac¨ªa un buen rato. ?Prisas por ocupar la mejor posici¨®n?
Eso pod¨ªa pensarse hasta llegar al interior del local. En su escenario actuaban Mendetz, una banda barcelonesa de corte ingl¨¦s que practica eso que ellos llaman casio-punk, un pop acelerado y guitarrero que les hace parecer de Glasgow, pongamos por caso. La cuesti¨®n es que atendiendo a la entusi¨¢stica respuesta del p¨²blico podr¨ªa incluso pensarse que en lugar de los teloneros quienes actuaban eran las estrellas.
Las escenas de entrega, locura y disfrute se multiplic¨® ya con Arctic Monkeys en escena. Ya con su tercer tema en liza, I bet you look good on the dancefloor, el suelo de la sala parec¨ªa removido por el gusano de Dune, cuyo desplazamiento subterr¨¢neo era respondido por olas de cuerpos empuj¨¢ndose por la superficie. Los brazos se agitaban convulsos y la letra era escupida por cientos de gargantas opositando resueltamente a la afon¨ªa. Al poco, Alex Turner, cantante de la banda, hac¨ªa pinitos en castellano para presentar a sus tres compa?eros, dej¨¢ndole el contacto con Quevedo tan extenuado que recurri¨® a Shakespeare par el resto de las alocuciones, entre las que destacaron "gracias", "disfrutad" y "¨¦sta es una canci¨®n de nuestro primer disco", aclaraci¨®n que har¨ªa pensar en que el grupo tiene m¨¢s de cuatro.
Pero s¨®lo tiene uno y otro acabado y guardado a salvo de los piratas, entendi¨¦ndose que ser¨¢n dos cuando Favourite worst nightmare vea la luz el pr¨®ximo mes de abril. De este ¨¢lbum interpretaron varios temas, distinguibles fundamentalmente porque el gusano se tomaba estas composiciones de asueto dejando que el p¨²blico comentase entre s¨ª lo bien que se lo estaba pasando y comprobase que en el ¨²ltimo salto no hab¨ªa vertido en un descuido de paroxismo el contenido de su vaso. Lo cierto es que resultaba dif¨ªcil no hacerlo de puro br¨ªo que regalaban los cuatro de Sheffield, expertos en insuflar un poderos¨ªsimo acn¨¦ vital a sus canciones, id¨®neas para ser coreadas con la intenci¨®n de vivir en com¨²n lo que la alegr¨ªa significa. Nada como estar reci¨¦n estrenado para contener en tres minutos la vehemencia que la vida transmite cuando "como todos los j¨®venes yo vine a llevarme la vida por delante", que dec¨ªa Gil de Biedma.
Y para hacerlo, no les hace falta acudir a la extravagancia en el aspecto. Con una pinta de provincianos enternecedora, Arctic Monkeys se concentran en lo que saben: reiterar sus h¨¢biles construcciones mel¨®dicas expuestas con la ferocidad de guitarras y el seco y oscuro retumbar del bajo. Que exista una cierta reiteraci¨®n en el patr¨®n es un tema que se percibe en funci¨®n de la mella que en cada espectador haga su propuesta, pero cabr¨¢ considerar por qu¨¦ sus conciertos apenas duran una hora. Eso es lo que dur¨® el de Razzmatazz, ¨²nico en Espa?a antes de que el pr¨®ximo verano sacudan Benic¨¤ssim con temas como When the sun goes down, The wiew from the afternoon o Fake tales of San Francisco. S¨®lo por ver c¨®mo el gusano mueve, all¨ª s¨ª, a una multitud, valdr¨¢ la pena no perd¨¦rselo.
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