"Colombia no es la escoria del mundo"
El 25 de agosto de 1987, el profesor colombiano especialista en medicina preventiva H¨¦ctor Abad G¨®mez fue asesinado en Medell¨ªn. Lo mataron cuando se dirig¨ªa a rendir homenaje al presidente del gremio de maestros, muerto tambi¨¦n a tiros esa misma ma?ana. Fue el final de un defensor de los derechos humanos, dedicado a velar por la salud p¨²blica de su ciudad y a luchar por erradicar de la poblaci¨®n marginada enfermedades como la malaria o la tuberculosis. En sus art¨ªculos denunci¨® sistem¨¢ticamente a los violadores de derechos de cualquier signo, tanto de la guerrilla como de las fuerzas paramilitares.
"En los procesos de paz, las v¨ªctimas no podemos aspirar a la justicia total, pero s¨ª a la verdad"
Su hijo, el escritor H¨¦ctor Abad Faciolince (Medell¨ªn, 1958) publicar¨¢ en breve en Espa?a El olvido que seremos (Planeta). En ¨¦l cuenta las terribles circunstancias de aquel asesinato y todo lo que mutil¨® aquella muerte. El testimonio del hijo, al que en las fotos en los peri¨®dicos de entonces se le ve arrodillado en el charco de sangre donde yac¨ªa su padre, es estremecedor porque no s¨®lo es el relato de aquel momento tr¨¢gico, sino la historia del amor radical del hijo hacia el padre. Ese a?o 87, las cifras de muertes civiles en Colombia fueron superiores a las de un pa¨ªs en guerra, m¨¢s de 4.000 v¨ªctimas.
El t¨ªtulo, El olvido que seremos, responde a un verso del Epitafio de Borges, poema que, copiado por ¨¦l mismo, llevaba el doctor Abad en el bolsillo el d¨ªa que lo mataron. Estas p¨¢ginas son la cr¨®nica de aquella terrible muerte, pero sobre todo son el relato de una vida digna: "Mi padre era hijo de unos campesinos, pero se form¨® en Estados Unidos y lleg¨® a Colombia para decir cosas elementales como que el agua ten¨ªa que ser limpia porque la gente se estaba muriendo de tifus. Eso era visto como obra de un agitador de izquierdas, pero s¨®lo era un m¨¦dico higienista". Aquella fue la primera lucha del doctor Abad. Su hijo cuenta que en una de aquellas campa?as de higiene llegaron a obturarse de par¨¢sitos las ca?er¨ªas de la ciudad. "Su ¨²ltima lucha fue tambi¨¦n m¨¦dica porque miraba las estad¨ªsticas y ve¨ªa que de lo que m¨¢s mor¨ªamos no era de c¨¢ncer ni de infarto, sino de balazos. 'Nos estamos muriendo porque nos estamos matando', dec¨ªa, 'el gran problema de salud p¨²blica de Colombia es la violencia".
La literatura colombiana de los ¨²ltimos a?os viene ocup¨¢ndose de cuestiones relacionadas con asesinos. Son numerosas las novelas sobre sicarios y narcotraficantes. Abad, premiado por la Casa de Am¨¦rica en Madrid por Basura, una de sus novelas, no quer¨ªa sin embargo inscribirse en esa estela. Para ¨¦l, por dura que sea la realidad, su pa¨ªs no se agota en la lacra de la violencia: "Quer¨ªa escribir un libro para decir que los colombianos somos otra cosa. Escribir sobre las v¨ªctimas y contar que esas personas a las que asesinan llevan una vida digna y buena. Colombia no es la escoria del mundo".
El libro, que va por la sexta edici¨®n en Colombia, ha sido para el escritor el m¨¢s dif¨ªcil de escribir. Ha tenido que esperar veinte a?os para tomar la distancia necesaria, y el resultado es una pieza literaria tan brillante como eficaz: "No quer¨ªa despertar l¨¢stima o que me compadezcan. Ver a tu propio padre, que ha sido el dios de tu infancia, tirado en una acera es algo que no le deseo a nadie". Esta muerte cambi¨® la vida de toda la familia. ?l tuvo que huir a Espa?a porque, en los d¨ªas siguientes al asesinato, protagoniz¨® un acto con otras tres personas y ¨¦stos fueron asesinados en los meses siguientes: "Lo primero es la rabia. Luego hay que optar por algo. ?Qu¨¦ hacer? ?Buscar venganza? ?Pedir justicia en un pa¨ªs en el que nadie investigaba? Yo me propuse contar la verdad". Y en este punto, recordando su huida a Espa?a, el escritor, que en la actualidad reside por unos meses en Berl¨ªn, denuncia una vez m¨¢s (firm¨® una carta de protesta con otros intelectuales) la exigencia de visado para entrar en nuestro pa¨ªs: "Si lo hubiera necesitado entonces hoy estar¨ªa muerto. Cuando Espa?a ten¨ªa pobres, nosotros los recib¨ªamos. Si ahora nos niegan la visa a escritores, m¨²sicos o investigadores, y a pobres que tratan de trabajar, yo, aunque me inviten, no voy".
En El olvido que seremos Abad cuenta tambi¨¦n la historia de su infancia. En ella est¨¢ el relato de la muerte de Marta, una de sus hermanas, que muri¨® de c¨¢ncer a los 16 a?os. Es desgarrador conocer el af¨¢n de todos por hacer posible la continuidad de aquella vida en medio de la agon¨ªa. Cuando a?os despu¨¦s el padre perdi¨® la suya en un instante, el contraste alcanza el perfil de la iron¨ªa cruel: "El asesinato es un acto deliberado que tiene una racionalidad: eliminar a alguien que piensa distinto".
?Ha llegado a saber qui¨¦n mat¨® a su padre? "No lo s¨¦ exactamente, pero puedo reconstruir que la orden vino de personas cercanas al Ej¨¦rcito y a la clase terrateniente. ?stos no hac¨ªan el trabajo sucio directamente, lo encomendaban a grupos paramilitares".
?C¨®mo aceptar entonces el proceso de reinserci¨®n y el di¨¢logo con los asesinos? "No dialogar¨¦ con ellos ni les voy a dar la mano, pero el Estado est¨¢ para eso". Y desde su condici¨®n de v¨ªctima, se resigna: "Tenemos que ser conscientes de que en los procesos de paz no podemos aspirar a la justicia total. Hay un bien mayor, que es la tranquilidad futura del pa¨ªs, pero lo que exijo es que la verdad sea contada. Que los asesinos digan por qu¨¦, c¨®mo y por orden de qui¨¦nes lo hicieron. Sin eso, ?a qui¨¦n perdonas? Habr¨¢ una dosis de impunidad que duele mucho, pero saber la verdad sirve para que al menos haya un repudio social".
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