Un derroche de inteligencia
Rossini se ha instalado en el Teatro Real hasta mediados de abril con una producci¨®n en clave de comedia elegante, rebosante de inteligencia y belleza pl¨¢stica, que viene del Festival de Pesaro, donde se estren¨® en 2002 con un ¨¦xito colosal. Es una bendici¨®n de los cielos poder escuchar este Rossini en Madrid con los aires de crispaci¨®n que flotan en el ambiente. El compositor italiano es un b¨¢lsamo para los sentidos, una medicina que no falla, un relajante absoluto.
Tiene adem¨¢s este espect¨¢culo dos bazas que lo sit¨²an a niveles de excepcionalidad. La primera de ellas es la direcci¨®n musical de Alberto Zedda, el gran rossiniano de nuestro tiempo, por su capacidad de transmitir un impulso vital que integra factores tan fundamentales en Rossini como la abstracci¨®n de la m¨²sica y el tono de comedia de caracteres. Sac¨® de la Sinf¨®nica de Madrid una lectura llena de lucidez, de melancol¨ªa, de humor de sonrisa sin caer en lo bufo, de humanismo, de ternura. Extraordinario.
La pietra del paragone
De Rossini. Director musical: Alberto Zedda. Director de escena: Pier Luigi Pizzi. Producci¨®n del Festival Rossini de Pesaro, 2002. Con Marco Vinco, Marie-Ange Todorovich, Patrizia Biccir¨¨, Laura Brioli, Pietro Spagnoli, Ra¨²l Gim¨¦nez y Paolo Bordogna. Coro y Orquesta Sinf¨®nica de Madrid. Teatro Real, 25 de marzo.
La segunda baza es, claro, la direcci¨®n teatral y escenogr¨¢fica de Pier Luigi Pizzi. El maestro milan¨¦s es un pr¨ªncipe de las arquitecturas teatrales. En esta ocasi¨®n recrea la atm¨®sfera de una casa campestre de ricos a lo Alvar Aalto, en una gama crom¨¢tica en rojos, negros, blancos y verdes, con un espectacular vestuario femenino. La racionalidad geom¨¦trica se funde con la libertad de la naturaleza y, en esas coordenadas, la m¨²sica de Rossini se sit¨²a a sus anchas. No dispone Pizzi de una pasarela cerrada, como en Pesaro, pero se adapta al espacio existente para desplegar sus exigencias teatrales y narrativas al servicio de una historia de peque?as an¨¦cdotas casi dom¨¦sticas, en la que mantiene el pulso y el ritmo esc¨¦nico con fluidez, espontaneidad y un gran oficio detr¨¢s. Una lecci¨®n de servicio a la partitura, sin renunciar a la creatividad.
Los cantantes -desde Marco Vinco o Pietro Spagnoli hasta Raul Gim¨¦nez o Marie-Ange Todorovich- se lo creen, y su actuaci¨®n en conjunto e individualmente es soberbia, teatral y musicalmente, integr¨¢ndose con naturalidad en las reglas del juego que les ponen en suerte Zedda y Pizzi. El espect¨¢culo corre en la integraci¨®n de los diferentes elementos y la sonrisa se instala en el estado de ¨¢nimo. Ten¨ªa 20 a?os Rossini cuando estren¨® La pietra del paragone, y antes ya se hab¨ªan representado otras seis ¨®peras suyas. Qu¨¦ t¨ªo.
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