La victoria del desencanto
La selecci¨®n sigue sin saber competir y Lu¨ªs no ha corregido el gran defecto que ¨¦l mismo advirti¨® al llegar al cargo - En la lista del seleccionador no hay ausencias notables, est¨¢n los que son - Espa?a, que casi siempre ha sido una potencia secundaria, sufre ahora incluso para llegar a los grandes campeonatos
La selecci¨®n sigue sin saber competir y Luis no ha sabido corregir el gran defecto que ¨¦l mismo advirti¨® al llegar al cargo
Cada crisis o espanto de la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol a¨²n se interpreta como un hecho inexplicable que exigiera un concilio de popes para dar con el diagn¨®stico. Un debate est¨¦ril, porque no hay novedad. Desde su bautizo internacional, ante Dinamarca el 20 de agosto de 1920, hasta el duelo con el mismo pa¨ªs del pasado s¨¢bado, Espa?a ha sido un equipo secundario. En general ha estado muy por debajo de la preponderancia de sus clubes, muy lejos de lo que cabr¨ªa esperar de un equipo que representa a un pa¨ªs donde este juego es considerado patrimonio nacional. En su historial s¨®lo hay dos ¨¦xitos subrayados y ambos como local: la dom¨¦stica Eurocopa de 1964 ganada a la URSS en Chamart¨ªn y el febril oro de 1992 logrado en el Camp Nou en medio del ¨¦xtasis ol¨ªmpico que se desat¨® en el deporte espa?ol.
Salvo esos dos momentos gloriosos, el tr¨¢nsito de la selecci¨®n ha sido err¨¢tico, y no siempre, ni mucho menos, por causa de alg¨²n embrujamiento. Bajo el yugo de los clubes, Espa?a nunca ha estado a la altura. Ni con ilustres nacionalizados (casos de Di St¨¦fano y Kubala), ni con genuinas generaciones ib¨¦ricas (la Quinta, el dream team). Ni con equipos de tacos afilados ni con grupos m¨¢s sinf¨®nicos. Ni con t¨¦cnicos de bajo perfil, ni con entrenadores altivos y lenguaraces. Al rebufo del potencial de sus clubes, Espa?a fue un participante habitual en las grandes competiciones, hasta que la atomizaci¨®n europea le ha dejado en evidencia: una repesca con Noruega para ganarse plaza en la Eurocopa de 2004 y otra con Eslovaquia de camino al Mundial alem¨¢n. Y ahora con enormes angustias para asomarse al europeo suizo-austriaco del pr¨®ximo a?o. Este es el nivel.
A Luis Aragon¨¦s cabe discutirle sus formas, su particular modo de verbalizar cualquier asunto sin atender al cargo que ocupa. "Luis es as¨ª", sostienen sus cori¨¢ceos. Pero resulta dif¨ªcil reprocharle sus filias futbol¨ªsticas. En sus listas est¨¢n los que son; no hay m¨¢s y no hay may¨²sculas interpelaciones sobre tal o cual ausencia. Luis ha apostado por los estilistas, sabedor de que son la mejor exposici¨®n del f¨²tbol espa?ol. M¨¢s o menos consensuada por la afici¨®n la baja de Ra¨²l, la delantera no despierta a?oranzas y en defensa hay un enorme barbecho.
Lo preocupante de Luis es que no ha sabido dar con la receta para mitigar el gran defecto que ¨¦l mismo apunt¨® apenas suscribi¨® el contrato. "Espa?a no sabe competir", dijo el t¨¦cnico, quejoso con la falta de oficio del futbolista espa?ol, incapaz tantas veces de tramitar partidos de bajo perfil (el de Belfast, por ejemplo), jugar con crudeza cuando la situaci¨®n lo requiere (en Estocolmo, por ejemplo) o bajar la persiana cuando el viento sopla a favor (el s¨¢bado, por ejemplo). Con un ¨¢rbitro de cara, dos goles en la mochila, la hinchada entregada y el rival pensando en la puerta de embarque, Espa?a se complic¨® la noche de mala manera. Su p¨¦sima defensa le hizo perder la br¨²jula y, de repente, un exquisito grupo de centrocampistas sufri¨® una incre¨ªble mutaci¨®n. Esta vez de tal calado que la afici¨®n ni siquiera palade¨® tan importante victoria. El equipo ha ca¨ªdo tan bajo que sus seguidores se sienten decepcionados incluso cuando se sella un triunfo de tanto valor. Quiz¨¢ sea porque, misteriosamente, la selecci¨®n poco a poco ha logrado crearse una particular corte de feligreses. Si ¨¦stos repasaran la enciplopedia descubrir¨ªan que Espa?a casi siempre fue un equipo secundario.
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