Una cruzada oscurantista
La modernidad que conocemos, la modernidad occidental que lleva a la democracia, se basa en la idea de la autonom¨ªa del hombre. Autos nomos, el hombre que es ley (nomos) para s¨ª mismo (autos). El hombre es soberano, establece su propia ley, en vez de recibirla desde lo Alto y desde lo Otro, de un Dios trascendente. El hombre es libre precisamente por no estar ya obligado a obedecer normas que le vienen impuestas desde el exterior (eteros nomos, heteronom¨ªa), aunque en realidad por poderes terrenos que dicha voluntad divina pretendo encarnar (Papas y/o Reyes). La premisa de la modernidad es la autonom¨ªa, su promesa es la soberan¨ªa del autogobierno.
El largo papado de Karol Wojtyla supuso una ininterrumpida denuncia y cr¨ªtica de esta modernidad (modernidad incompleta: las democracias realmente existentes est¨¢n bien lejos de realizar la soberan¨ªa de los ciudadanos). El Papa polaco denunciaba el esp¨ªritu ilustrado como el alambique que produjo -precisamente a partir de la pretensi¨®n de la autonom¨ªa del hombre- el nihilismo moral y, como consecuencia, los totalitarismos del siglo XX y sus homicidios de masa. En pocas palabras, ?Voltaire en la ra¨ªz de los campos de concentraci¨®n nazis y del Gulag!
Ratzinger no ha hecho m¨¢s que radicalizar el anatema de Juan Pablo II contra la modernidad
Tanto Wojtyla como su sucesor hicieron suya, por tanto, la c¨¦lebre frase de Dostoievski: "Si Dios no existe, todo est¨¢ permitido". Joseph Ratzinger, que del papa Wojtyla fue por lo dem¨¢s el principal ide¨®logo, no ha hecho m¨¢s que radicalizar el anatema de Juan Pablo II contra la modernidad, enmarc¨¢ndolo en una aut¨¦ntica estrategia cultural y pol¨ªtica. En una eficaz cruzada oscurantista, que tiene hoy nuevas posibilidades de ¨¦xito (parcial por lo menos) gracias, entre otras cosas, al clima de fundamentalismo cristiano que est¨¢ acompa?ando en Estados Unidos a la presidencia de Bush.
La piedra angular de esta estrategia es la idea de que -frente a la crisis de valores que est¨¢ llevando al mundo globalizado a su quiebra, a trav¨¦s de conflictos incontrolables y desconfianza de las democracias en s¨ª mismas- "s¨®lo un Dios puede salvarnos". El verdadero choque de civilizaciones ver¨ªa oponerse a las religiones en su conjunto por una parte y, por otra, a la inevitable deriva nihilista de toda sociedad que pretenda prescindir de Dios (y de una "ley natural" que sin embargo coincide puntualmente con la ley de Dios).
El discurso de Ratisbona, que impuls¨® a m¨¢s de un Gobierno isl¨¢mico a lanzar contra el Papa el fanatismo de las multitudes, era en realidad una invitaci¨®n a los monote¨ªsmos (el Islam incluido, mejor dicho, el Islam m¨¢s que nunca) para formar un frente com¨²n contra la verdadera amenaza que se cierne sobre la civilizaci¨®n: el ate¨ªsmo y la indiferencia, en definitiva, un laicismo que pretende excluir a Dios de la esfera p¨²blica y de la elaboraci¨®n de las leyes. Ratzinger obviamente no sit¨²a todas las religiones monote¨ªstas al mismo nivel: a la religi¨®n cristiana en su versi¨®n "cat¨®lica apost¨®lica romana" se le reserva un primado conferido en virtud de su capacidad, que s¨®lo el catolicismo ejecuta de forma acabada, de ser una religi¨®n no s¨®lo de la fe sino tambi¨¦n del logos. Es decir, una religi¨®n no s¨®lo capaz de asumir la revelaci¨®n divina sino tambi¨¦n de autentificar en s¨ª misma la raz¨®n humana y su tradici¨®n, desde S¨®crates en adelante. Una religi¨®n de la verdadera ilustraci¨®n, de la raz¨®n "rectamente entendida".
Pero si la doctrina de la Iglesia de Roma y de su Sumo Pont¨ªfice constituyen una verdad que no es s¨®lo cuesti¨®n de fe sino tambi¨¦n racional, de ello se deriva la pretensi¨®n de que parlamentos y gobiernos no promulguen leyes en conflicto con tal doctrina, puesto que ser¨ªan leyes que violar¨ªan la "naturaleza humana", de ese animal racional que es y debe ser el hombre. Y contra natura, como sabemos, son seg¨²n la Iglesia cat¨®lica el aborto, la contracepci¨®n (incluido el preservativo), el divorcio, la investigaci¨®n cient¨ªfica con c¨¦lulas estaminales, la homosexualidad, y obviamente la eutanasia (es decir, la decisi¨®n de un enfermo terminal, sometido a sufrimientos inenarrables, de que su tortura no sea prolongada).
En todos estos ¨¢mbitos, que con el progreso cient¨ªfico van ampli¨¢ndose, Ratzinger sigue repitiendo que un parlamento y un gobierno que aprueben leyes contra natura, se convertir¨ªan ipso facto en ileg¨ªtimos, por m¨¢s que hayan sido elegidos con todas las de la ley en una democracia constitucional. Es la misma actitud que Wojtyla ya sostuvo ante al Parlamento polaco (?el primero elegido democr¨¢ticamente al cabo de medio siglo!), cuando lleg¨® a definir el aborto como "el genocidio de nuestros d¨ªas". En el contexto polaco, esas palabras establecen una espeluznante ecuaci¨®n entre holocausto y aborto, entre una mujer que aborta y un SS que arroja a un ni?o jud¨ªo a un horno crematorio.
Cosas as¨ª se le perdonaban a Wojtyla (incluso en el mundo laico) a causa de su "pacifismo". Ratzinger, en cambio, ha emprendido una fase nueva: est¨¢ convencido de que la crisis de las democracias ofrece a la Iglesia mayores e inesperados espacios de influencia, tanto entre la clase pol¨ªtica como entre los ciudadanos. La estrategia es expl¨ªcita incluso en sus plazos y en sus lugares: Italia est¨¢ considerada como el eslab¨®n d¨¦bil, donde poder experimentar inicialmente esta aut¨¦ntica "reconquista", para pasar despu¨¦s a Espa?a, sin perder la esperanza de una futura acci¨®n en Alemania. Francia, en su estado actual, parece a¨²n demasiado enraizada en su republicanismo laico para que una cruzada cultural y pol¨ªtica oscurantista sea factible.
El coraz¨®n de esta estrategia, el frente com¨²n de las religiones contra el esp¨ªritu ilustrado del hombre aut¨®nomo, est¨¢ destinada al fracaso. Toda religi¨®n pretende ser "m¨¢s aut¨¦ntica" que las dem¨¢s, de modo que el conflicto que sigui¨® al discurso de Ratisbona no ser¨¢ el ¨²nico.
Pero los perjuicios que esta nueva santa alianza cat¨®lico-isl¨¢mica (y de sectores crecientes del juda¨ªsmo, as¨ª como del protestantismo de Am¨¦rica del Norte y del Sur) est¨¢ produciendo en su pars destruens contra la democracia son ingentes ya. En Italia, el 70% de los ciudadanos se ha declarado a favor de la eutanasia, pero la Iglesia ha conseguido bloquear incluso una ley incre¨ªblemente moderada sobre las parejas de hecho. Y para el 12 de mayo est¨¢ prevista una gigantesca manifestaci¨®n clerical de masas bendecida por la Conferencia Episcopal italiana. Y tambi¨¦n la jerarqu¨ªa espa?ola anuncia una nueva fase ofensiva. Mientras, el mundo laico, por desatenci¨®n o por oportunismo, permanece en silencio; y la ofensiva contra la ciencia darwiniana se va extendiendo desde la Casa Blanca a la catedral de Viena.
Paolo Flores d'Arcais es fil¨®sofo y director de la revista MicroMega. Autor de El soberano y el disidente (Montesinos-Ediciones de Intervenci¨®n Cultural). Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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