Ayala supera el siglo
Bien, cumplidos ya los ciento y un a?os, Francisco Ayala puede ver vivito y coleando, en un milagro que se repite todos los d¨ªas (y que no pare todav¨ªa) la publicaci¨®n por vez primera de sus Obras completas, ya otras veces iniciada pero interrumpida siempre, y que empiezan in medias res, por un tercer volumen, en una edici¨®n muy bien dirigida por su esposa y compa?era Carolyn Richmond, su gran legataria universal, presidenta de la fundaci¨®n que lleva su nombre y que patrocina esta edici¨®n.
El a?o reci¨¦n pasado terminaba con la aparici¨®n de tres grandes vol¨²menes recopilatorios de su obra, la edici¨®n definitiva de Recuerdos y olvidos (Alianza), las Miradas sobre el presente: Ensayos y sociolog¨ªa (Fundaci¨®n Central Hispano) y el ensayo De mis pasos en la tierra, una exposici¨®n sobre su vida y obra, comisariada por Luis Garc¨ªa Montero (no confundir con otro t¨ªtulo id¨¦ntico de textos autobiogr¨¢ficos), as¨ª como dos ediciones m¨¢s, definitivas, de su obra maestra, El jard¨ªn de las delicias (Alianza) y de sus relatos casi completos De toda la vida (Tusquets), muy bien preparada tambi¨¦n con un largo ep¨ªlogo por la propia Carolyn Richmond, donde se demostraba hasta la saciedad que la obra de Ayala nace de una doble inspiraci¨®n, el clasicismo y la vanguardia a la vez. Y habr¨ªa que retroceder a los or¨ªgenes de su obra narrativa, que nacida de la tradici¨®n (Tragicomedia de un hombre sin esp¨ªritu) surca el experimento y la vanguardia, para no abandonarlas nunca, pues culminar¨¢ en otro experimento genial, El jard¨ªn de las delicias, donde los juegos clasicistas, procedentes del Lazarillo y el perspectivismo del Quijote estallar¨¢n en su obra maestra final.
OBRAS COMPLETAS (III: ESTUDIOS LITERARIOS)
Francisco Ayala
Edici¨®n de Carolyn Richmond
Pr¨®logo de Ricardo Senabre
C¨ªrculo Lectores/Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2007
1.580 p¨¢ginas. 59 euros
Pero todo esto se ver¨¢ con
claridad cuando estas Obras completas absolutamente necesarias -que est¨¢n previstas en seis vol¨²menes- se vayan reordenando seg¨²n lo previsto, empezando por su Narrativa (lo fundamental) y sigan por la Autobiograf¨ªa, antes de continuar por estos Estudios literarios muy bien introducidos por Carolyn Richmond en lo general y por Ricardo Senabre en lo m¨¢s espec¨ªfico, antes de culminar en los Estudios de Sociolog¨ªa y Ciencia Pol¨ªtica (la profesi¨®n que le permiti¨® dedicarse a la literatura de creaci¨®n sin depender de ella), los Art¨ªculos de prensa y un volumen final, titulado Miscel¨¢nea, que lo completar¨¢ todo al final, en una edici¨®n que ser¨¢ ya un monumento hacia el futuro y la recopilaci¨®n de una obra ya fundamental para siempre y por la que ya piafamos por conseguir como lectores.
Este volumen no parece afectado por la precipitaci¨®n que se le supone, pues recoge todos los art¨ªculos destinados a la creaci¨®n literaria, y que re¨²nen sobre todo tres libros anteriores, El escritor en su siglo, Las plumas del F¨¦nix y El escritor y el cine (pues Ayala fue el primer creador e intelectual que se acerc¨® al fen¨®meno del nuevo arte del cinemat¨®grafo entonces naciente, y lo ha seguido siempre hasta hoy), dejando para el final un apartado de "otros ensayos", recogidos de siete publicaciones anteriores, y terminando por una reafirmaci¨®n final de su clasicismo, en La invenci¨®n del Quijote, que lo culmina todo. El pr¨®logo de Ricardo Senabre es mod¨¦lico, en mi opini¨®n, aunque quiz¨¢ prevalece en ¨¦l lo cl¨¢sico sobre lo vanguardista, que seg¨²n creo son los dos polos que gobiernan toda la obra, de cr¨ªtica y creaci¨®n, que configuran la gran imagen que Francisco Ayala nos ha legado hacia el futuro.
Desde que le conoc¨ª, hace ahora casi medio siglo, una de las cosas que m¨¢s me sorprendieron de ¨¦l fue la estima que guardaba por sus a?os de vanguardista, que as¨ª negaba la divisi¨®n entre una etapa experimental y gratuita en su literatura antes de la Guerra Civil y la humanizada o comprometida de despu¨¦s del conflicto, con El hechizado, Los usurpadores, La cabeza del cordero y otras novelas posteriores, aparecidas en Espa?a e Hispanoamericana, que le colocaron ya en la cumbre de nuestra narrativa. Su aprecio por el experimento y la vanguardia le ven¨ªa de que con ello hab¨ªa penetrado de verdad en los secretos de la verdadera literatura, y hasta apreciaba mucho alguna cr¨ªtica aparecida en Alemania sobre Erika y el invierno (una obra experimental) que rastreaba en ella el fen¨®meno de la ascensi¨®n del nazismo, del que un joven Ayala hab¨ªa sido testigo en una breve estancia berlinesa (lo que luego me permiti¨® recuperar en el diario Informaciones uno de sus mejores relatos de entonces San Silvestre), una estampa de la noche de fin de a?o en Berl¨ªn.
No hubo ruptura entre el Ayala gratuito y vanguardista de antes de la guerra y el comprometido y moralista de despu¨¦s (como se dijo tambi¨¦n de su amigo Max Aub), ya m¨¢s humanizado hasta el final, sino un avance y profundizaci¨®n en su literatura, que supo utilizar las armas proporcionadas por la vanguardia para hacerse todav¨ªa m¨¢s honda y profunda, como muy bien expone Carolyn Richmond en su excelente posfacio a la antolog¨ªa De toda la vida, ya citado en Tusquets. Pues adem¨¢s, tras publicar alguna obra maestra ya en Espa?a, como El rapto, o Historia de macacos, har¨ªa estallar su obra maestra final, El jard¨ªn de las delicias, que al principio fue una doble recopilaci¨®n entre dos polos -Diablo mundo y D¨ªas felices- seg¨²n se recogi¨® en un ap¨¦ndice final a la primera edici¨®n de su Obra narrativa completa, publicada en M¨¦xico en 1961, y ya definitiva como El jard¨ªn de las delicias en 1972, que obtuvo entonces el Premio de la Cr¨ªtica (y cito por la edici¨®n definitiva del a?o pasado).
As¨ª las cosas, El jard¨ªn de las
delicias es la obra maestra de la narrativa de Ayala, su despedida del g¨¦nero y su estallido final, la ruptura de la novela en un caleidoscopio de mil fragmentos que descomponen y recomponen un mundo y un rostro, o dos, el de su autor y el de su lector, o mil o millones, seg¨²n todos los que se acerquen a ¨¦l, y all¨ª vean el de su autor, el m¨¢s l¨²cido de toda la literatura espa?ola de nuestros d¨ªas, aunque el Premio Nobel siga resisti¨¦ndosele. Y eso es lo que echo en falta en el pr¨®logo espec¨ªfico -que es muy bueno, lo repito- que Ricardo Senabre ha colocado a este tomo, m¨¢s influido por el clasicismo, que nadie puede tampoco negar, pues su mejor polo sigue siendo Cervantes y El Quijote, desde luego, que por la vanguardia, que ha seguido presente hasta hoy, seg¨²n ha mostrado en esa obra maestra final, que es El jard¨ªn de las delicias. Pues felizmente, y aunque haya que respetar el silencio que hoy le rodea, pues a su edad ya lo tiene bien ganado, el milagro contin¨²a y que no cese, para el bien de todos, su autor, sus lectores y la literatura misma, que hoy encarna para siempre.
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