Pascua y capuchas
Hemos pasado el D¨ªa de la Patria como Dios nos ha dado a entender. No salimos en Pascua. No hemos abandonado, como todo el que puede, la patria de los vascos para ver procesiones, o¨ªr saetas o exponernos al sol traicionero de abril en cualquier arenal de Levante. Mientras las carreteras se congestionaban y obstru¨ªan como arterias saturadas de grasa (le debemos la imagen a un anuncio de la televisi¨®n), nosotros soport¨¢bamos el rigor de la lluvia (o el del sol o el del viento, da igual) de la patria, porque la patria siempre es rigurosa, friolenta e invernal. En la patria, igual que en la monta?a durante el mes de abril, es invierno aunque estemos en plena primavera.
La patria te calienta el coraz¨®n. Luego te lo congela. Es heladora, una mala madrastra que te exige la vida por nada, sin para¨ªso a cambio. As¨ª es la cosa. Hace a?os, en la Espa?a piojosa e imperial, le pon¨ªan a tu madre un estanco si doblabas sirviendo a la patria. Ahora ni eso. Nada. De manera que un d¨ªa dedicado a la patria (espa?ola, vasca o luxemburguesa) ya es mucho, tirando a demasiado. Por eso los patriotas aprovechan el d¨ªa, ese d¨ªa, para dejarse ver y lanzar sus mensajes y perderse despu¨¦s por esas carreteras o esos cielos del mundo exterior. Todos quieren huir de la patria (cada uno de la suya) por lo menos durante una semana.
Lo malo de la Pascua, adem¨¢s de la patria que reserva su d¨ªa para que te prosternes ante ella, es que sus fiestas tienen car¨¢cter variable. Una especie de fiestas-veleta que no pueden caer en fecha fija. Son, como Josep Pla explica en La hu¨ªda del tiempo, fiestas m¨®viles. Todo depende de una alambicada conjunci¨®n astron¨®mica, unida a un estrafalario mandato teol¨®gico. Al menos eso explica Josep Pla, responsabilizando al Concilio de Nicea, celebrado en el a?o 325, del inquieto almanaque pascual. Las fiestas caen, por tanto, cuando quieren los astros y como lo dispuso hace casi mil setecientos a?os el Concilio de Nicea. La Pascua de Resurrecci¨®n se ubica, de este modo, en el primer domingo posterior al plenilunio que sucede al equinoccio de primavera. Un embrollo que jam¨¢s he entendido.
Tambi¨¦n la patria tiene una interpretaci¨®n teol¨®gica y una agenda sujeta a las estrellas. Los sacerdotes encapuchados de ETA han elegido el d¨ªa de la patria para lanzarnos su homil¨ªa y hacer que su voz se oiga por encima de todo lo dem¨¢s, convertida en la voz de la patria y en el or¨¢culo de los patriotas. Es el momento de actuar con responsabilidad, afirman. Si cesan los ataques contra Euskal Herria la banda est¨¢ dispuesta a "asumir compromisos", aunque "es obvio que en Euskal Herria no vivimos esa situaci¨®n, ya que la partici¨®n, la persecuci¨®n cultural y la represi¨®n que padece nuestro pueblo es enorme". As¨ª es que las razones para utilizar la lucha armada "siguen vigentes", porque la lucha armada, a fin de cuentas, es un simple "instrumento pol¨ªtico". Pedir que ETA desaparezca, as¨ª las cosas, "es un sinsentido", porque adem¨¢s, advierten, "siempre habr¨¢ ciudadanos organizados dispuestos a tomar las armas para garantizar la supervivencia de Euskal Herria". Una homil¨ªa, en fin, descorazonadora y tan antigua, al menos, como el Concilio de Nicea.
Si Batasuna no concurre a las pr¨®ximas elecciones, la banda tomar¨¢ nota. Unos encapuchados siguen marcando o intentando marcar la agenda del pa¨ªs. Ahora que en Corleone, el pueblo de "El Padrino", han detenido al capo Bernardo Provenzano y por fin los cofrades pueden encapucharse en la Semana Santa sin infringir la ley, en el pa¨ªs de los vascos los sacerdotes de la pureza patria no se quieren quitar las capuchas ni dejar de salir en procesi¨®n. Capirotes, capuchas, cucuruchos, verdugos, nuestra historia siniestra. Reo con capirote en el grabado de Francisco de Goya. Etarras con capucha que hubiese dibujado Solana. Espa?a negra. Los condenados por la Inquisici¨®n luciendo capirote y sambenito. "Que se mojen, que salgan a la calle sin el paraguas de ETA", les ha dicho Josu Jon Imaz en el d¨ªa de la patria. Sobran capuchas y paraguas y patrias. Sobran tambi¨¦n discursos para glosar de nuevo las palabras de siempre de los de las capuchas, las pistolas y las ep¨ªstolas del nueve largo. Sus palabras se pudren. "Son devueltas, como p¨¦treo excremento", escribi¨® Jos¨¦ ?ngel Valente, "sobre la noche de los humillados".
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