Le Corbusier, p¨®stumo
Es posible que ante la terminaci¨®n de la obra p¨®stuma de Le Corbusier, tantos a?os interrumpida y ahora inaugurada, la iglesia de Saint Pierre en Ferminy, se levanten algunas voces cr¨ªticas: las nost¨¢lgicas, las que declaran los peligros del manierismo, las que reconocen los fallos en la reinterpretaci¨®n o en las adaptaciones. He o¨ªdo ya de un joven arquitecto, unas palabras nost¨¢lgicas rememorando una excursi¨®n a Ferminy en la que, despu¨¦s de rendirse al genio de Le Corbusier, pudo disfrutar del encanto de aquella mole interrumpida, triste como una ruina anticipada y luego experimentarla pasando all¨ª una noche entre malezas y grafitos. Un exabrupto de libertad juvenil y contestataria contra el orden mental de la ciudad y la representaci¨®n de un sistema social impositivo. Tambi¨¦n he o¨ªdo el otro extremo: otro arquitecto -¨¦ste, no precisamente joven- que aprovechaba la ocasi¨®n para recordar que si aprobamos la operaci¨®n de Ferminy, no deber¨ªamos criticar, como hacemos tan a menudo, la continuaci¨®n de la Sagrada Familia.
Con Ferminy se completa el conjunto de las tres iglesias de Le Corbusier, que permiten ver la coherencia de un lenguaje fundamental en la modernidad
Hay un argumento que descalifica simult¨¢neamente las dos posiciones contradictorias: la calidad y la trascendencia cultural del monumento que ahora se manifiesta en su plenitud. Se podr¨¢n criticar algunos detalles, discutir interpretaciones, echar de menos el pulso manual de Le Corbusier, pero no hay duda de que los t¨¦rminos esenciales est¨¢n all¨ª presentes configurando unos espacios colectivos que se cuentan entre los m¨¢s emocionantes de la arquitectura moderna. En una ciudad destrozada por la incuria urban¨ªstica y por la especulaci¨®n inmobiliaria, la implantaci¨®n de una centralidad configurada por la Maison de la Culture, el campo de deportes, la piscina y la iglesia -complementada a escasa distancia por la Unit¨¦e- es uno de los pocos escenarios que la redime. Un escenario propuesto por el que fue alcalde de Ferminy -y, antes, ministro de la Reconstrucci¨®n y el Urbanismo- Eug¨¨ne Claudius-Petit, promotor entusiasta de casi toda la obra p¨²blica de Le Corbusier en Francia, como centro de transformaci¨®n f¨ªsica y social de la comunidad. No hace falta acudir a la emoci¨®n de la ruina y del abandono prefigurado, un gesto elitista, pesimista, sin eficacia colectiva. La emoci¨®n se mantiene mejor en la insistencia de las propuestas positivas de Claudius-Petit que est¨¢n transformando im¨¢genes y contenidos con la realizaci¨®n de uno de los proyectos m¨¢s divulgados, m¨¢s estudiados acad¨¦micamente y m¨¢s admirados durante los ¨²ltimos 50 a?os.
Esta ¨²ltima consideraci¨®n ser¨ªa un argumento a a?adir en contra del paralelismo con la Sagrada Familia que establec¨ªa el otro arquitecto. En Ferminy, el proyecto era una pauta segura para la ejecuci¨®n. Y las ideas fuertes no depend¨ªan tanto de las decisiones puntuales m¨¢s artesanales, como de unos conceptos que las defin¨ªan sin errores ni interpretaciones demasiado personalizadas en los nuevos coautores. La superposici¨®n coincidente del volumen escult¨®rico y la fluidez de los espacios en la entera concepci¨®n monumental -y como tal paisaj¨ªstica, es decir, urbana- se describe por s¨ª sola con la insistencia de un lenguaje ya descifrado en las otras obras eclesi¨¢sticas de Le Corbusier. Lo de Ferminy se sit¨²a metodol¨®gicamente en paralelo a la reconstrucci¨®n del pabell¨®n alem¨¢n de Mies van der Rohe o el de la II Rep¨²blica de Josep Llu¨ªs Sert en Barcelona, o el del Esprit Nouveau de Le Corbusier en Bolonia. Los grados de interpretaci¨®n, improvisaci¨®n y empleo de gustos alterados por otras aproximaciones culturales eran, en estos casos, ¨ªnfimos. En cambio, en la Sagrada Familia ese es un peligro constante con resultados que pueden ser funestos. No olvidemos, adem¨¢s, que una de las razones que validan la terminaci¨®n de Saint Pierre es que se presenta como punto culminante del ensayo de un nuevo barrio en la primera periferia de una ciudad urbanamente resquebrajada, con un contenido social que supera incluso las atribuciones puntuales. No es este, evidentemente, el caso de la Sagrada Familia, cuya posible potencia popular no hay que atribuirla a una extra?a y abnegada persistencia en el culto a San Jos¨¦, sino en el valor simb¨®lico de unas formas arquitect¨®nicas que, en cuanto dejen de ser aut¨¦nticamente representativas y culturalmente v¨¢lidas, pasan a caer en la ignominia del bibelot o de la escenograf¨ªa.
No vale la pena insistir en esas diferencias esenciales porque, como he dicho, el principal argumento es la calidad resultante, no s¨®lo en t¨¦rminos absolutos, sino en t¨¦rminos de complementaci¨®n informativa y de oportunidad pol¨¦mica. Informativa, porque con esta iglesia se completa en el sur de Francia el conjunto de las tres obras eclesi¨¢sticas del maestro -Ronchamp, La Tourette y Ferminy- cuya visita permite afirmar la coherencia de un lenguaje fundamental en la modernidad y que, curiosamente, parece fundamentarse en unos valores emocionales que sobrepasan los esquemas del funcionalismo, quiz¨¢ a partir de los cruces sentimentales de una colectividad religiosa. Pero, tambi¨¦n, oportunamente pol¨¦mica porque, gracias a las interrupciones, la obra ha llegado con 50 a?os de retraso, precisamente cuando se puede comparar con las recientes corrientes expresionistas que est¨¢n derivando hacia propuestas formales y sociales opuestas a las que consideramos basilicales en la obra de Le Corbusier. ?No establecer¨ªamos, a partir del conocimiento de sus ¨²ltimas obras, unas diferencias sustanciales, por ejemplo, entre Scharoun y Niemayer por un lado, y Gehry y Koolhaas por otro?
Oriol Bohigas es arquitecto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.