Pragmatismo o victimismo
"Esquerra ha vuelto a las andadas". Tras escuchar at¨®nita la oferta de descabalgar a Jos¨¦ Montilla y hacer presidente a Artur Mas a cambio de un refer¨¦ndum, tras asistir desolada al ¨ªnfimo debate parlamentario sobre la autodeterminaci¨®n y el Estado catal¨¢n, tras observar perpleja las idas y venidas a prop¨®sito de qu¨¦ diablos reivindicamos en el aeropuerto de El Prat (?la titularidad, la gesti¨®n, un papelito decoroso...?), ¨¦sa fue la impresi¨®n con la que buena parte de la opini¨®n p¨²blica catalana enfil¨®, 10 d¨ªas atr¨¢s, la pausa vacacional de Semana Santa: que Esquerra pon¨ªa en marcha de nuevo el Dragon Khan. Ahora, con los ¨¢nimos serenados despu¨¦s del receso pascual, tal vez sea posible reflexionar sobre lo ocurrido m¨¢s all¨¢ de la coyuntura y de la an¨¦cdota. Intent¨¦moslo al menos.
Quiz¨¢ en el origen de todo exista un problema de cronolog¨ªa. Las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas catalanas de tradici¨®n democr¨¢tica (el PSC, Converg¨¨ncia, el PSUC...) pasaron en apenas dos o tres, como m¨¢ximo cinco a?os, desde la legalizaci¨®n y el debut electoral a la asunci¨®n de importantes responsabilidades de gobierno: socialistas y comunistas se hicieron cargo de los grandes ayuntamientos en 1979, los convergentes tomaron el tim¨®n de la Generalitat en 1980, y otra vez los socialistas, como parte del PSOE, entraron en los ejecutivos estatales desde 1982. Por consiguiente, militantes y cuadros de todos esos partidos tuvieron que sacrificar muy pronto las utop¨ªas y los programas m¨¢ximos (ya fuesen la nacionalizaci¨®n de las empresas monopolistas o la autodeterminaci¨®n de Catalu?a, la Rep¨²blica federal o la unidad de los Pa?sos Catalans) en aras del posibilismo y de la realpolitik. Hubo chirridos y disidencias, claro est¨¢, pero globalmente esa metamorfosis de las culturas pol¨ªticas se produjo sin grandes desgarros.
El caso de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) fue distinto. Ilegal todav¨ªa en junio de 1977, su papel durante los procesos constituyente y estatuyente fue el de guardiana de un purismo testimonial -vot¨® no a la Constituci¨®n y s¨ª al Estatuto de 1979 aun consider¨¢ndolo decepcionante, "un Estatuto sin autonom¨ªa"-, depositaria de una virginidad nacionalista no mancillada por el ejercicio del poder y sus renuncias. Los tres a?os (1984-1987) del entonces secretario general republicano, Joan Hortal¨¤, en el Departamento de Industria de un Gobierno de Jordi Pujol fueron algo demasiado breve y personalista como para modificar la autoimagen del partido. Luego, la incorporaci¨®n a ¨¦ste de personas y mentalidades procedentes de colectivos como la Crida o Catalunya Lliure reforz¨® la dimensi¨®n activista-purista de ERC, y el desd¨¦n de sus gentes hacia cualquier forma de pragmatismo; unas pulsiones que las crecientes responsabilidades de Esquerra en la gesti¨®n municipal no alcanzaban a neutralizar.
Con estos antecedentes, el brusco salto al poder de diciembre de 2003 ten¨ªa que resultar turbulento, y lo fue, hasta culminar en el no -impuesto por las bases- al nuevo Estatuto y la subsiguiente expulsi¨®n del Gobierno. Hubo catarsis, firme prop¨®sito de la enmienda y repetici¨®n, el pasado noviembre, del pacto tripartito. Pero no parece que se haya esbozado siquiera un cambio en la cultura militante, la interiorizaci¨®n de las servidumbres de gobernar. Pongamos un ejemplo menor: el de las selecciones deportivas nacionales y la presencia de Catalu?a en el movimiento ol¨ªmpico. Tras haberse re¨ªdo -con raz¨®n- de la propuesta de Artur Mas de competir bajo la bandera andorrana, la Esquerra del primer tripartito subvencion¨® generosamente (2,6 millones de euros) a la Plataforma pro Seleccions. Ahora, la Esquerra del tripartito juicioso deber¨ªa haber explicado a los suyos que s¨®lo cuando ella tenga el 50,1% de los votos y la llave de la independencia, s¨®lo entonces Catalu?a podr¨¢ competir como tal en los Juegos Ol¨ªmpicos. Pero no se atreve, y Carod Rovira viaja a Lausana con una idea tanto o m¨¢s peregrina que la de hacernos pasar por andorranos: organizar unos Juegos de las naciones sin Estado...
En mi modesta opini¨®n, el problema estructural de ERC -que aflor¨® de nuevo estas pasadas semanas- no es que sus dirigentes sean una cuadrilla de iluminados o de irresponsables. No lo son. El problema es que, salvando algunos matices, no han hecho ni hacen gran cosa para explicar a sus partidarios que la kermesse se ha acabado; que estar en un Gobierno como el que preside Montilla es incompatible con las pujas soberanistas y los golpes de efecto patri¨®ticos cada dos por tres. Y no lo explican porque temen contrariar los sentimientos de unas bases a las que nadie instruy¨® sobre los peajes del poder. No lo explican porque les aterra terminar pareci¨¦ndose a los denostados convergentes con su m¨ªsero peix al cove. No lo explican porque parecen incapaces de discernir entre la firmeza estrat¨¦gica -la que les reclama el cr¨ªtico Joan Carretero- y la pirotecnia t¨¢ctica surgida en un domingo de cal?otada.
As¨ª las cosas, alguien en la c¨²pula de Esquerra cree haber hallado la soluci¨®n en el victimismo. Primero, a trav¨¦s de un art¨ªculo sin firma colgado en la web del partido el 2 de abril (La doble tensi¨®), despu¨¦s durante una rueda de prensa de Joan Ridao en el Parlament el mi¨¦rcoles 4, ha echado a andar el mensaje pla?idero de que "con Esquerra todo vale y todo el mundo se atreve", de que "las presiones contra el partido llegan por todas partes y desde todos los ¨¢mbitos", de que los medios de comunicaci¨®n son hipercr¨ªticos hacia ERC y la castigan igual por lo que dice que por lo que calla... Vamos, que hay una conjura hostil de "todos aquellos a quienes molesta la presencia de Esquerra en las instituciones".
Con el mayor de los respetos, esa reacci¨®n me parece doblemente equivocada. Por una parte, porque quejarse de que los medios hurguen en los errores y las contradicciones de un partido gobernante -y de los dem¨¢s, que pregunten si no a los consejeros Llenas o Geli-, sorprenderse de que los opinadores critiquen, es desconocer los fundamentos mismos de una cultura democr¨¢tica. Por otra, porque, ?qui¨¦n cont¨® a los l¨ªderes de Esquerra que representar al nacionalismo en el Gobierno de Catalu?a resultaba c¨®modo? ?Quieren que un servidor les acompa?e a la hemeroteca, a repasar el alud de cr¨ªticas y ataques de todo orden que Jordi Pujol tuvo que encajar desde el primer a?o de su mandato hasta el ¨²ltimo?
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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