Triunfa Cayetano
14 de abril. Brihuega. La plaza de piedra anuncia: "Corrida de primavera". Est¨¢ la tierra buena, buen¨ªsima con las lluvias en estos p¨¢ramos donde trigo y cebada sombrean un verde sobre otro. "En la estepa del alto Duero -l¨¦ase la alta Alcarria- primavera tarda/ pero es tan bella y dulce cuando llega" dijo el maestro don Antonio. Mucho maestro Antonio: Fuentes, Bienvenida, Ord¨®?ez, Chenel...Llega el p¨²blico al coso con rostro ilusionado. Entre los aficionados algunos famosillos, pero la expectaci¨®n es patrimonio de los toreros. Y eso que ya los chicos no salen a la plaza a esperarlos -?Los toreros, los toreros!- porque ahora el m¨¢s tonto del p¨²blico viene en haiga -l¨¦ase 4x4 o monovolumen, buah- y como no llevan botijo en la baca, a ver qui¨¦n es el listo que los distingue de los de oro. Pero en la arena la cosa cambia. Chispea una lluvia fina. "Estaba el d¨ªa bueno, bueno, y mira, qu¨¦ casualidad". Casualidad que dura todo abril, pero las tardes de lluvia siempre guardan secretos y esperanzas. En el camino zigzagueante que sube al alcor, filas de gente quieta.
Toros del Santiago Domecq; muy blandos y nobles, 4? y 6? que fue devuelto.
Enrique Ponce: estocada ca¨ªda en su primer toro (oreja); pinchazo y estocada (algunas palmas). Juli¨¢n L¨®pez "El Juli": pinchazo estocada ca¨ªda y contraria (palmas); tres pinchazos y estocada en el segundo toro (ovaci¨®n y saludos). Cayetano Rivera: pinchazo, casi entera y dos descabellos (palmas); estocada en su segundo toro (dos orejas). Plaza de Toros de Brihuega, 14 de abril. Corrida de primavera. Lleno de no hay billetes en la plaza.
Ver¨®nicas y media de Ponce de fino corte al burraco, muy parado, que sin picar recibi¨® chicuelina y remate del mismo fino corte. Luego, cuando se alz¨® del suelo, recibi¨® una serie lent¨ªsima por un pit¨®n izquierdo de miel que permit¨ªa el c¨ªrculo. Cambi¨® a la diestra y toreaba de sal¨®n a un torito que se dorm¨ªa en el pico, que giraba con tal parsimonia como falta de emoci¨®n. Hubo una trinchera de glaciar. Y una estocada, ca¨ªda, hasta la empu?adura. Y una oreja. El segundo, justo de todo -edad, peso, cabeza, manos- nos lo brind¨® sin picar y se puso plomo queriendo hacerle cosas mientras rodaba por la arena y miraba desabrido.
Juli tore¨® sus dos m¨¢s que terciaditos y nada sobrados de cabeza con diferentes conceptos. Al primero, muy bien las ver¨®nicas, muy bien la media, muy bien la lluvia (que par¨® un momento) y muy bien el picador que lo espanzurr¨® sin querer bajo el caballo. En las rayas quiso aprovechar su dulzura pero sal¨ªa de rodillas (el toro) en los remates. As¨ª que m¨¢s de sal¨®n, que culmin¨® en circular y soberbio de pecho, pero aqu¨ª Ponce le llev¨® la mano. Al segundo, que sin rozarle el hierro recibi¨® cuatro palos en lo alto, Juli¨¢n no le dej¨® escapar del platillo. Par¨® la faena, pues por un vomitorio entr¨® una masa de gente y aquello enardeci¨® al p¨²blico, que core¨® un hacer alegre, de las de su primera ¨¦poca, en la que colabor¨® el torete, excepto cuando se revolcaba por el suelo.
Cayetano triunf¨®. Recibo apote¨®sico al primero: ver¨®nicas largas, cadenciosas, volando el capote, unas a pies juntos, otras a comp¨¢s abierto y remate a una mano de toreo caro. Luego el capote atr¨¢s, cambi¨¢ndoselo al paso para ir al caballo (y pitos al toro que sali¨® de la vara compungido). Despu¨¦s tafalleras y una media de lujo en el centro. La muleta fue otra cosa: de rodillas, recibi¨® para la galer¨ªa y para la galer¨ªa daba pases, ligeramente despegado, con m¨¢s industria que hondura. Alg¨²n muletazo de medio garbo, cuarto y mitad para las incondicionales y un natural largo para todos. Su segundo perdi¨® las manos antes del caballo, las perdi¨® en ¨¦l, las volvi¨® a perder tras ¨¦l y las abandon¨® en banderillas. Camino del tercer par lo cambi¨®. El sobrero -sin divisa y sin anunciar- un casta?o chorreado, m¨¢s hecho, empuj¨® en varas y sirvi¨® luego. Cuando brind¨®, la Alcarria ten¨ªa un aire nocturno irremediable. Y al filo del crep¨²sculo llegaron los pases m¨¢s templados, m¨¢s hondos -sobre todo con la diestra- mientras sonaban melanc¨®licos los acordes de la banda. Tore¨® Cayetano con sabor e hizo a?icos la plaza. Cuando tras cuadrarle con ayudados de enjundia, le dio la estocada que le puso los trofeos en las manos y buscaba a hombros la puerta grande, algunas nubes se apartaron y volaban vencejos por el cielo espacioso.
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