El confidente
Son admirables los casos de doble, triple militancia. Peter Bogdanovich es actor y director, pero tambi¨¦n ejerce de historiador del cine: entrevistador, presentador, realizador de documentales.
Bogdanovich protagoniz¨® una de aquellas historias ejemplares del Nuevo Hollywood de los setenta: irrumpi¨® con tres bombazos -La ¨²ltima pel¨ªcula, ?Qu¨¦ me pasa doctor?, Luna de papel- y se estrell¨® con sus siguientes t¨ªtulos. Como cont¨® Peter Biskind, con su habitual malicia, en Moteros tranquilos, toros salvajes (Anagrama), su vida se convirti¨® en un culebr¨®n.
Bogdanovich abandon¨® a su mejor colaboradora -su mujer- tras encapricharse con Cybill Shepperd. Se hundi¨® tras el truculento final de su relaci¨®n con Dorothy Stratten, modelo de Playboy que fue asesinada por su marido (el tri¨¢ngulo inspir¨® otra pel¨ªcula, Star 80, con Mariel Hemingway como protagonista). Bogdanovich no lo arregl¨® al casarse con la hermana menor de Dorothy, a la que molde¨® en una nueva versi¨®n de la difunta. En fin, el hombre tir¨® a la basura una carrera supers¨®nica, una que pod¨ªa haberle incluido entre los nuevos muchachos que dominar¨ªan el cine norteamericano: Spielberg, Lucas, Coppola y Scorsese.
Urge reiterar las minucias de su vida, ya que en Las estrellas de Hollywood por Peter Bogdanovich (T&B Editores) se refiere constantemente a sus dramas personales sin explicitarlos. El libro es una magn¨ªfica colecci¨®n de 25 perfiles de actores cl¨¢sicos, con los que Bogdanovich se cruz¨® y, frecuentemente, mantuvo estrechas relaciones.
Mientras sus compa?eros de generaci¨®n entraron en Hollywood con antorchas y hachas, Bogdanovich lleg¨® dispuesto a rendir homenaje y recoger gotas de sabidur¨ªa. Se convirti¨® en confidente de Jerry Lewis, Orson Welles, James Stewart y otros veteranos; su cercan¨ªa ilumina muchos de estos retratos, ricos en detalles ¨ªntimos y ejemplos de los mecanismos internos del viejo Hollywood.
Bogdanovich siente nostalgia por la era de los estudios, cuando todo se pod¨ªa resolver con un poco de presi¨®n. Su confianza en el poder de las estrellas resulta hasta conmovedora. En 1984, ve bloqueada su pel¨ªcula M¨¢scara al no poder conseguir canciones de Springsteen para su banda sonora (recuerden, Bruce est¨¢ en el apogeo de su popularidad). Sin la menor iron¨ªa, cuenta que acude a ?Cary Grant! para que interceda ante el m¨¢ximo capo de la industria, Lew Wasserman. Grant, retirado desde 1966, ni siquiera lo intenta.
Debe reconocerse que, a veces, s¨ª funcionaban esos contactos. Sinatra se indign¨® cuando Bogdanovich produjo un elep¨¦ de Cybill Shepperd cantando a Cole Porter; le mand¨® un telegrama sarc¨¢stico: "He escuchado el disco. Es incre¨ªble lo que algunos tipos son capaces de hacer por una chica". Peter aguant¨® el rej¨®n y termin¨® haci¨¦ndose amigo de Sinatra. Y fue recompensado: le cedi¨® cuatro canciones para Todos rieron, la comedia de 1980 que le llevar¨ªa a la bancarrota. Pero no por culpa de Sinatra, que le cobr¨® 5.000 d¨®lares -un regalo- por todos los derechos de esas cuatro piezas.
Finalmente, Bogdanovich se muestra como un hombre fuera de ¨¦poca. Su retrato de River Phoenix -le dirigi¨® en Esa cosa llamada amor- produce verg¨¹enza ajena: el cineasta, que nunca ha fumado ni un porro, da consejos al actor sobre las drogas. Cuando River muere por sobredosis, la productora de la pel¨ªcula que estaba rodando demand¨® a sus herederos, por "da?os y perjuicios". Eso s¨ª es puro Hollywood.
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