El incre¨ªble trasiego de Pitis
Aunque casi desmantelado, el poblado sigue siendo un punto de venta de droga
El poblado chabolista de la Quinta, a escasos metros del nuevo barrio de Montecarmelo, es el supermercado de droga del norte de la capital. La extensi¨®n de chabolas es menor que la del asentamiento del Salobral -apenas quedan unas diez-, pero el trasiego de toxic¨®manos es igual de intenso. La estaci¨®n de cercan¨ªas de Pitis y las v¨ªas del tren, a escasos metros del poblado, son tambi¨¦n una infraestructura mortal para los intoxicados peregrinos.
El domingo por la tarde, la mayor¨ªa de viajeros que llegan a la estaci¨®n de metro de Pitis son toxic¨®manos. Jos¨¦, un portugu¨¦s que viene de comprar lo suyo en el poblado de la Quinta trata de colarse en la estaci¨®n de cercan¨ªas. "Mira, por listo ahora te vas a quedar aqu¨ª una hora", le espeta el guardia de seguridad que lo intercepta. Y as¨ª es, Jos¨¦ queda retenido hasta que llega la polic¨ªa m¨¢s de la hora advertida. Por el camino lateral a la estaci¨®n, van y vienen grupos de toxic¨®manos que salen del metro.
"Esto no tiene soluci¨®n. La ¨²nica opci¨®n es que lo desmantelen definitivamente", dice uno de los vigilantes de la estaci¨®n de Pitis. "Aqu¨ª tenemos una media de cinco o seis arrollamientos al a?o. Yo ya he lo he visto siete veces. Y te aseguro que es muy duro".
Chabolistas en La Quinta
La Quinta se levant¨® en el verano de 1992 por el entonces Consorcio para el Realojamiento de la Poblaci¨®n Marginada para acoger a 83 familias de los poblados chabolistas de la Cruz del Cura y Ricote, en Fuencarral, y del de la avenida de Aster, en Chamart¨ªn.
En febrero de 2006, el Ayuntamiento inici¨® el desmantelamiento del centenar de chabolas de la Quinta. Un a?o despu¨¦s, quedan nueve familias a la espera de una nueva vivienda, seg¨²n datos del Consistorio.
El hast¨ªo de los vigilantes de seguridad contrasta con el de Gloria, la cajera ecuatoriana de la estaci¨®n. "Los toxic¨®manos son personas. A veces, ellos son m¨¢s respetuosos conmigo que la gente que no tiene ning¨²n problema. Nunca me han insultado ni me han agredido. En cambio, otras personas me han acusado de robarle el trabajo a los espa?oles".
Mientras, ha llegado la polic¨ªa. A Jos¨¦ le han quitado todo lo que llevaba encima y se lo llevan detenido. De camino al coche patrulla, la pareja de polic¨ªas se cruza con un grupo de cuatro toxic¨®manos que les saludan con un leve, casi imperceptible, movimiento de cabeza. Luego siguen su camino hasta la chabola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.