Una peluca para tapar el pa?uelo
Turqu¨ªa parece vivir una elecci¨®n presidencial al menos tan importante como la francesa. Y lo es, y no s¨®lo para ese pa¨ªs gozne, sino para todo el mundo musulm¨¢n aunque la elecci¨®n no sea directa sino por el Parlamento. El actual primer ministro, Tayyip Erdogan, un h¨¢bil pol¨ªtico conservador, deber¨¢ anunciar, el mi¨¦rcoles como tarde, si se presenta o no, a sabiendas de que si da el paso saldr¨¢ elegido, en primera o en posteriores votaciones, dada la mayor¨ªa que controla. Los militares han voceado p¨²blicamente su oposici¨®n; una parte de los turcos tambi¨¦n cuando se manifestaron masivamente en Ankara. Pero Erdogan nunca ha perdido una elecci¨®n en su trayectoria pol¨ªtica, y su popularidad va creciendo con la buena marcha de la econom¨ªa. El ¨²nico problema es que es islamista, aunque rechace tal calificativo. Europe¨ªsta declarado y uno de los pilares de la Alianza de Civilizaciones que lanz¨® con Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, no cabe olvidar que Erdogan y su partido intentaron introducir el adulterio en el C¨®digo Penal, una idea que par¨® la presi¨®n externa europea.
Erdogan tiene mucho de populista. Ha adoptado la distribuci¨®n de libros de texto gratuitos, algo que la izquierda nunca hizo en Turqu¨ªa. Su Partido de la Justicia y Desarrollo, el AKP, era en su origen el partido de los marginados, del c¨ªrculo exterior, pero Erdogan ha sabido construir una coalici¨®n sobre la que asentarse, que une el mundo rural, los movimientos islamistas moderados y las nuevas clases medias surgidas de la bonanza econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os. Esta coalici¨®n es la que le obliga a moderarse, en opini¨®n de polit¨®logos en un reciente debate en Estambul organizado por el diario Radikal y EDAM (Centro de Estudios de Econom¨ªa y Pol¨ªtica Exterior).
El puesto de presidente, sobre todo si va unido a una mayor¨ªa parlamentaria, supone el control de algunos resortes para hacer saltar la laicidad de Turqu¨ªa, pero Erdogan asegura no tener una agenda oculta para islamizar el Estado. Ni ¨¦l ni el avance de la democracia en Turqu¨ªa pueden aceptar que los militares, o una manifestaci¨®n, aunque haya sido la mayor en a?os, le impidan acceder a la jefatura del Estado. Para una diputada socialdem¨®crata, la democracia turca necesita pasar por esta experiencia.
Detr¨¢s de todo este debate y forcejo hay, como suele ser habitual, una cuesti¨®n de poder. Pues "se trata de vivir juntos, mientras las ¨¦lites lo que quieren es que los turcos vivan bajo su control", se?ala un comentarista. Eso es lo que ha hecho que el AKP se convierta al europe¨ªsmo, como instrumento de democratizaci¨®n y modernizaci¨®n, mientras la derecha laica se ha pasado al antieurope¨ªsmo pues sabe -y muy especialmente ese Estado profundo que son los militares- que esa adaptaci¨®n le obligar¨¢ a renunciar a muchas prerrogativas. En el fondo hay una cuesti¨®n de confianza, seg¨²n se dijo en el citado seminario, ya no en Erdogan sino entre las masas y las ¨¦lites que han mandado en Turqu¨ªa desde la revoluci¨®n de Attat¨¹rk, pues ¨¦stas van ahora por detr¨¢s de la realidad social.
La mujer de Erdogan lleva el pa?uelo isl¨¢mico, algo que no est¨¢ autorizado en la actividad p¨²blica ya sea en el Parlamento (lo que ha ratificado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos), o en la universidad, por ejemplo. Ahora bien seg¨²n un estudio, un 80% de la poblaci¨®n no le da importancia a la cuesti¨®n de las mujeres y el pa?uelo. Pero los laicistas y el Ej¨¦rcito rechazan que Erdogan acumule tanto poder y se oponen a tener una primera dama cubierta. Seg¨²n relatan testigos, algunas estudiantes en la Universidad de Estambul insisten en, pese a la prohibici¨®n, llevar el pa?uelo isl¨¢mico. Para poder asistir a clase, lo tapan con una peluca, que se quitan en la calle. En un c¨²mulo de contradicciones, el pa?uelo tapa el pelo, y la peluca tapa el velo. ?Acabar¨¢ la posible nueva primera dama poni¨¦ndose una peluca? aortega@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.