En misa y repicando
Montilla intenta blindar Sant Jordi de la lucha partidista, pero hace gala de buena relaci¨®n con el Gobierno central paseando con la vicepresidenta
Jos¨¦ Montilla no tuvo ni recibi¨® ayer ni un simple apret¨®n de manos del jefe de la oposici¨®n, Artur Mas, en la recepci¨®n que el presidente de la Generalitat ofreci¨® por la ma?ana en el Palau de Pedralbes. Ambos se rehuyeron. Pero el presidente catal¨¢n se hart¨® de saludos, besos y abrazos durante el paseo que a mediod¨ªa se regal¨® por las Ramblas con la vicepresidenta del Gobierno, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega. Rodeados de una nube de fot¨®grafos, presidente y vicepresidenta se intercambiaron rosas y libros, pasearon, vieron y se dejaron ver exhibiendo, tambi¨¦n, una excelente relaci¨®n entre los gobiernos que representan.
Quiz¨¢ por este motivo y para evitar suspicacias, el presidente se guard¨® en una bolsa el libro que compr¨® nada m¨¢s atravesar la puerta del Palau de la Generalitat: Relacions particulars, de Josep Maria Espin¨¤s. Montilla prefiri¨® regalar a De la Vega un t¨ªtulo m¨¢s recreativo y quiz¨¢ m¨¢s neutro: La pell freda, de Albert S¨¢nchez Pi?ol.
La oposici¨®n critica el "bajo perfil" y la "falta de coherencia" de los actos pol¨ªticos de la festividad
Como manda la tradici¨®n, ella le correspondi¨® con otro t¨ªtulo, pero esta vez en castellano: Viajes por el scriptorium, del estadounidense Paul Auster. No fueron los ¨²nicos libros que pasaron por las manos de ambos en el paseo de m¨¢s de media hora que Montilla y De la Vega hicieron hasta la Rambla de Canaletes y en el que les acompa?¨® la esposa de Montilla, Ana Hern¨¢ndez; la vicepresidenta del Congreso, Carmen Chac¨®n y, al final del recorrido, el ministro de Industria, Joan Clos.
La comuni¨®n que con este paseo quisieron demostrar el Gobierno central y el de la Generalitat fue, quiz¨¢, el acto de mayor simbolismo pol¨ªtico de la jornada, dado que Montilla decidi¨® suprimir el discurso institucional que en su d¨ªa instaur¨® Pasqual Maragall. A excepci¨®n de la entrevista que por la ma?ana concedi¨® a una emisora de radio, Montilla guard¨® silencio durante todo el d¨ªa. "El presidente ha tomado esta decisi¨®n para evitar que la festividad c¨ªvica de Sant Jordi se convierta en una guerra de declaraciones y contradeclaraciones de pol¨ªticos", explicaban fuentes del Departamento de Presidencia a modo de justificaci¨®n. Ello no fren¨® ni de lejos la guerra declarativa propia de la Diada, sino que dio alas a Artur Mas para denunciar el "bajo perfil" de la Diada y a Josep Piqu¨¦ para criticar la "falta de coherencia" de Montilla por rehuir las declaraciones institucionales y, al mismo tiempo, ofrecer una entrevista a Punto Radio.
Piqu¨¦ y Mas lanzaron estos reproches a Montilla en un acto en el que el jefe del Gobierno y el de la oposici¨®n ni siquiera se saludaron pese a cruzarse en varias ocasiones. Montilla s¨ª salud¨®, en cambio, a muchos de los 3.500 invitados al acto del Palacio de Pedralbes, al que acudi¨® tras asistir a la misa de Sant Jordi, rompiendo as¨ª con la t¨®nica de Pasqual Maragall, quien rehuy¨® el oficio solemne en sus ¨²ltimos dos a?os como presidente.
El car¨¢cter festivo y popular del d¨ªa lo remarc¨® Montilla con su posterior paseo por las Ramblas con la vicepresidenta del Gobierno central. En su trayecto, la comitiva pol¨ªtica recibi¨® todo tipo de saludos y peticiones. A la vicepresidenta le llegaron a pedir su firma para el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n de Catalu?a que promueve la plataforma Sobirania y Progr¨¦s. Tambi¨¦n fue piropeada desde lo alto de un andamio por un grupo de obreros de la construcci¨®n que, casualmente, no llevaban arn¨¦s ni protecci¨®n alguna. El jolgorio lo interrumpi¨® el encargado. "?R¨¢pido, a ponerse el casco que viene la vicepresidenta!".
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