Hora punta en la Liga
Los ¨²ltimos resultados han vuelto a convertir la Liga en la historia de todo o nada. Desde ahora los grandes intereses comenzar¨¢n a ordenarse de acuerdo con un inflexible principio que reproduce como un calco los extremos de la competici¨®n: unos luchan por no perder el Campeonato y otros por no perder la categor¨ªa.
El Barcelona mantiene la iniciativa por un mil¨ªmetro. Hace meses nadie se habr¨ªa atrevido a poner en duda su dominio porque cumpl¨ªa las dos condiciones necesarias para revalidar el t¨ªtulo: ten¨ªa el estilo del campe¨®n y los jugadores capaces de interpretarlo. Cuando sufri¨® las lesiones de Messi y Eto'o, sigui¨® sumando puntos y llegamos a pensar que hab¨ªa salido indemne, pero un d¨ªa se hizo visible su fragilidad: sin determinados estilistas no era posible imponer el estilo. Aunque ya dispone de todo su potencial, ha perdido una ventaja profunda que sus enemigos anotaban en el estado de ¨¢nimo. Antes daba miedo, hoy s¨®lo impone respeto.
El Sevilla, en cambio, vive uno de esos estados de euforia que distinguen a los ganadores de primer a?o. En sus mejores d¨ªas consigue agruparse alrededor de la pelota, entra en ebullici¨®n y nos hace pensar en aquella pintoresca comunidad de aventureros, una especie de cuadrilla con esp¨ªritu de equipo que conquist¨® M¨®naco y se puso el mundo por montera. Sus lagunas est¨¢n justificadas; a¨²n recuerda sus estrecheces de vendedor, las duras temporadas en Segunda Divisi¨®n y su etiqueta de club de la clase media. Y, como sabemos, un verdadero campe¨®n no puede permitirse dudas ni desmayos. Para ganar la Liga no bastan las travesuras de Alves, Navas o Kanout¨¦; adem¨¢s de talento, una campa?a de desgaste con sesenta partidos y tres competiciones exige motor.
El Madrid es la ant¨ªtesis del Barcelona: tiene jugadores, pero no tiene estilo. M¨¢s que una consecuencia de la brillantez de su juego, su rendimiento parece un subproducto; la inspiraci¨®n ocasional de sus primeras figuras. Nadie puede ignorar el esfuerzo de todos: corren detr¨¢s de la pelota como forajidos; van a robarla como si la quisieran para algo, y luego la pierden, la revientan o, menos mal, recuerdan que alg¨²n d¨ªa se divirtieron mientras jugaban. Ah¨ª pueden llegar el tiro con retranca, el regate del a?o o aquella maniobra en diez toques ante el Valencia: una jugada ¨²nica que es por ahora la ¨²nica jugada.
Por detr¨¢s vienen el Zaragoza y los que creen en los milagros a la carta: el milagro de la Liga de Campeones, el milagro de la UEFA o el milagro de la salvaci¨®n. Saben que perder un punto es perder el paso, el dinero y la cabeza, y que el destino ha igualado a los ¨²ltimos con los primeros. S¨®lo hay una salida para todos: ganar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.