"He visto a mi hijo muy delgado"
![Antonio Jim¨¦nez Barca](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fbb60e462-6db2-4012-988f-f51510e31f70.png?auth=7669172c5cd7ebd827330e281ce58fbefd56b99fd17a3fd2ee1eb156026e8bb9&width=100&height=100&smart=true)
La mujer, de unos 50 a?os, sale del edificio de la Casa de Campo, sola. Lleva un velo verde clarito y un abrigo abrochado hasta el cuello. Ha acudido a declarar sola como testigo en el juicio del 11-M. Se marcha sola, una hora despu¨¦s, camino del metro. Su declaraci¨®n ha durado poco m¨¢s de diez minutos. El resto del tiempo se lo ha pasado esperando en el pasillo, sentada en un banco, a un metro a la puerta cerrada de la sala. Quer¨ªa ver al abogado de su hijo para entregarle un papel que llevaba doblado dentro del bolso.
Se llama Aicha Achab. Su hijo es Jamal Zougam, acusado no s¨®lo de pertenecer a la c¨¦lula islamista que organiz¨® el atentado, sino de colocar ¨¦l mismo algunas de las bombas. Varios testigos que han pasado por el juicio y que se han sentado para testificar en el mismo sitio que ayer ocup¨® la madre reconocieron a Zougam como uno de los viajeros del tren de cercan¨ªas aquella ma?ana del 11 de marzo de 2004. Uno incluso se acordaba de c¨®mo coloc¨® debajo del asiento que ocupaba una mochila que luego abandon¨®. El testigo pens¨® entonces, 10 minutos antes de bajarse del tren y 15 de que explotara la bomba, que el muchacho con aspecto de ¨¢rabe que ten¨ªa enfrente se hab¨ªa olvidado la mochila.
Por lo general, durante las largas sesiones del juicio, Jamal Zougam elige sentarse en la esquina de la izquierda de la pecera blindada, esto es, el lado m¨¢s pr¨®ximo al p¨²blico. Ayer cambi¨®: se coloc¨® del lado por el que pasan los testigos. De esta manera vio desde muy cerca a su madre entrar y salir.
Aicha Achab se sent¨®. El juez le indic¨® que, por ley, no estaba obligada a declarar contra su hijo. La mujer asinti¨® y comenz¨® a responder, en espa?ol, a las preguntas del abogado defensor de Zougam. Mientras la mujer respond¨ªa, el hijo se pasaba una y otra vez la mano por la cara, como si quisiera apartar algo invisible que le picaba en el rostro.
La mujer explica que lleva en Espa?a desde 1980. Que a sus hijos los trajo a?os m¨¢s tarde. Despu¨¦s corrobora punto por punto la coartada de su hijo, que asegura que la ma?ana del 11 de marzo se levant¨® a las diez y media de la ma?ana en su bajo de la calle de Sequillo, en el barrio madrile?o de Ascao, que desayun¨® viendo la televisi¨®n y que luego, tras llamar por tel¨¦fono a su hermano para preguntarle por el tr¨¢fico, se fue a trabajar en coche a su tienda de Lavapi¨¦s.
El abogado no tiene m¨¢s preguntas. Ning¨²n otro abogado las tiene. Tampoco el fiscal. Da la impresi¨®n de que el testimonio es emotivo, pero poco determinante desde el punto de vista jur¨ªdico.
El juez da permiso a la mujer para salir. La madre de Jamal Zougam se levanta y avanza hacia la puerta. Es entonces cuando se fija en el hijo, que la mira desde el otro lado del cristal. Jamal le sonr¨ªe, varias veces, levanta el brazo a modo de saludo. Ella se acerca los dedos a los labios y le tira un beso.
Despu¨¦s sale y se sienta en el banco a esperar a que acabe la sesi¨®n a fin de hablar con el abogado. Zougam, mientras tanto, se coloca los cascos que vierten el juicio al ¨¢rabe y se dispone a seguir las declaraciones del resto de testigos, mucho m¨¢s relajado.
Despu¨¦s de hablar con el abogado, la mujer sale del edificio de la Casa de Campo, sola. Comenta que el domingo visit¨® en la c¨¢rcel a Jamal, que lo hace cada fin de semana. Prefiere no comentar nada relativo al juicio. S¨®lo dice c¨®mo ha visto a su hijo. "Est¨¢ mal, est¨¢ muy delgado". Despu¨¦s se va, camino del metro...
![Procesados por los atentados del 11-M, ayer en la c¨¢mara blindada, durante la sesi¨®n del juicio.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/PJMT2QQG2ISF5W6KIXPWCOTURA.jpg?auth=8475ea6540cbfa1dfa7f9b7a6f6af319897b602c53a13417254359ff2c30a133&width=414)
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