Cita en la fragua
El Sevilla ha llegado a Madrid con el tiempo justo para cambiar de plan y de uniforme. La cr¨ªtica le ha colgado el cartel de peligro; como ¨²nico aspirante europeo a los tres grandes t¨ªtulos, el Grand Slam del f¨²tbol, debe usar indistintamente el manual del invasor y el del invadido. Sus exigencias coinciden con sus ambiciones: si anteayer entr¨® en su estadio con cabeza de toro, hoy llegar¨¢ al Bernab¨¦u con caparaz¨®n de tortuga. Pero, al margen de la indumentaria que elija para la ocasi¨®n, sus enemigos no deben llamarse a enga?o: bajo sus disfraces lleva siempre una dentadura de cocodrilo.
Frente a Osasuna, un equipo hecho a martillazos en el taller de Cuco Ziganda, nos ofreci¨® una exhibici¨®n de versatilidad: tuvo que entrar por todos los ¨¢ngulos y golpear todas las aristas. Busc¨® el cuerpo a cuerpo convencido de que, en un forcejeo tan rudo, cualquier peque?o incidente, ya fuera un cruce inoportuno, una carga a destiempo o un offside mal tirado, pod¨ªa darle medio metro de ventaja. Y, como en la historia del clavo que vali¨® un reino, un cent¨ªmetro valdr¨ªa una eliminatoria.
Enfrente, Osasuna ten¨ªa el mismo panorama. Puesto que el tama?o de su gol aumentar¨ªa seg¨²n pasaran los minutos, tambi¨¦n plante¨® el partido como un conflicto entre voluntades o, a¨²n m¨¢s, como un duelo entre nombres propios. Cada jugador se apoderar¨ªa de su zona, marcar¨ªa el territorio y har¨ªa de cada lance una cuesti¨®n personal. Si el Sevilla ca¨ªa en la trampa de jugar mirando el reloj y se convenc¨ªa de que en la cancha no quedaba disponible ni un solo metro cuadrado, entrar¨ªa en un inevitable proceso de descomposici¨®n y perder¨ªa la fe, el sitio y la paciencia. Para llegar a la final, no bastar¨ªa, pues, con que los futbolistas memorizasen la t¨¢ctica y se limitasen a actuar como partes de un todo. Esta vez deber¨ªan recordar su historial, tomar la iniciativa y salirse del dibujo.
Poco despu¨¦s ¨¦ramos testigos de un drama en el que los actores deb¨ªan improvisar para sobrevivir, y fue entonces cuando las figuras de Juande nos mostraron su verdadera estatura: Luis Fabiano volv¨ªa a ser aquel zombi de madera que en 2003 marc¨® 29 goles para el S?o Paulo, Renato se transformaba en el diablillo que un d¨ªa trabaj¨® para el Santos y Fr¨¦d¨¦ric Kanout¨¦, alias El largo, se multiplicaba como una hidra. Pero sobre todo vimos que, en un continuo viaje hacia s¨ª mismo, Dani Alves volv¨ªa a ser Dani Alves. Oculto en su propia caricatura, tan mal vestido y tan mal encarado como de costumbre, demostr¨® que el f¨²tbol puede reconciliarnos con la aventura.
Si el Madrid quiere la Liga, tendr¨¢ que gan¨¢rsela gramo a gramo. Y, como el Sevilla nos ense?a, s¨®lo podr¨¢ llegar a campe¨®n si consigue parecerse a un aspirante. Vestirse por los pies y jugar con la cabeza.
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