Los bananos
Hubo una ¨¦poca en que los c¨®micos dec¨ªan aquello de "?Me voy por provincias!". Los c¨®micos, que ten¨ªan por compatriotas a sus compa?eros de troupe y por ¨²nico Dios verdadero a quien les diera de comer, ten¨ªan que conquistar un mundo siempre ajeno, as¨ª que cuando llegaban a "provincias" deb¨ªan cantar las excelencias del lugar para engatusar al paisano y que fuera a verles al teatro. Exaltar la belleza de las calles y las mujeres era cosa de c¨®micos en precario y de homenajeados rancios.
Pero ahora, cuando el orgullo nacional ha quedado proscrito y ser¨ªa complicado empezar un mitin al estilo franc¨¦s diciendo: "?Amo Espa?a!", sin que las columnas empezaran a echar humo, son los orgullos de las patrias chicas los que han conquistado el coraz¨®n del votante que, como animal gregario que es, necesita expresar su sentimiento m¨¢s primario, el de la pertenencia.
Los pol¨ªticos toman nota de esta debilidad y buena parte de sus discursos se van en ensalzar las esencias locales y en ser m¨¢s aut¨¦ntico que el adversario. Los candidatos se convierten en aquellos entra?ables joteros que, manos en jarras, compet¨ªan con joteros de otro pueblo.
Pero en la carrera hacia esa meta que consiste en ser m¨¢s vasco, m¨¢s catal¨¢n o m¨¢s valenciano que nadie, los pol¨ªticos tropiezan a veces con ciudadanos que entienden los elogios como pura pamplina electoral. Juli¨¢n, de Canarias, me escribe mostrando indignaci¨®n por el lema de Coalici¨®n Canaria: Hecho en Canarias. "Estos se?ores", escribe el amigo Juli¨¢n, "se consideran los pl¨¢tanos de las motitas y cualquier otra opci¨®n pol¨ªtica es cosa de bananos, de forasteros". Juli¨¢n cuenta que se puede escuchar en la radio un anuncio electoral que consiste en una se?ora que despu¨¦s de echar pestes contra la clase pol¨ªtica en general acaba diciendo, "Al menos ¨¦stos, son de aqu¨ª". A eso se le llama una raz¨®n de peso. No es nuevo, la natural tendencia del nacionalista es presumir de pata negra, pero es algo que se ha contagiado a todos los partidos. Esto es muy viejo: el hinchar el orgullo del votante siempre funciona.
Estaba en Nueva York cuando recib¨ª varios correos pidi¨¦ndome el voto para que la Alhambra fuera declarada maravilla de la humanidad. Juro que no lo entend¨ª. Para m¨ª aquello de Las siete maravillas del mundo se resum¨ªa en aquel tocho obligado de las estanter¨ªas de las familias de clase media. ?Es que no est¨¢ a la vista de cualquiera que la Alhambra es, como la lluvia en Sevilla, una pura maravilla? ?Necesitan los grana¨ªnos autoafirmarse pidiendo a cada pol¨ªtico en campa?a que firme una propuesta que ha partido de un millonario absurdo y caprichoso? Si hay algo que no tengo es visi¨®n de futuro: declarar que la Alhambra es una maravilla se ha convertido en parada y foto obligadas de las elecciones.
Menos mal que Calvo Serraller ha mostrado su estupefacci¨®n. Gracias, profesor, me siento un poco menos sola en esta fiesta.
Elvira Lindo bucear¨¢ en los comentarios de los lectores para su columna. Env¨ªelos a lectores@elpais.es
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