Rotaci¨®n del turquesa
Veo un bast¨®n de junco y por mi mente asoma un canto sutil que trae el color azul y, entre los azules, el de la turquesa. ?ste domina en los c¨®dices mayas y aztecas o en un cr¨¢neo que representa a Tezcatlipoca, recubierto de esa piedra y de obsidiana, con fieros ojos de pirita incrustados que parecen ver en tantas dimensiones que nos escapan. As¨ª nos huye y deslumbra tambi¨¦n la voz de los poetas de la Casa del Canto, tan admirablemente estudiada por Miguel ?ngel Asturias.
Azul, pues, para Tezcatlipoca y para el dios de la lluvia, Tl¨¢loc -Chaquet¨ªn de roc¨ªo, / collar de jade, / manto de imanes terrestres-, y para su compa?ero Huitztilopochtli, dios de la guerra, que aparece en el Codex Zouche-Nuttal sobre fondo arenoso, rodeado de signos azules: puntos, rayas, hachas, flores; porque ¨¦l -colibr¨ª a la izquierda, / penacho de quetzales. / Orejeras de p¨¢jaro azul, / soplo de sangre en la frente- est¨¢ siempre rozando el tr¨¢nsito al reino celeste. Y tambi¨¦n de azul pintaban a aquellos a los que el cuchillo de obsidiana arrancar¨ªa el coraz¨®n... Brota la sangre. Sangre.
En el mundo andino, el ma¨ªz es recogido por un picaflor y tres mujeres y bien atado
Y saltamos del azul al rojo. El rey espa?ol corta la cabeza a la felicidad y la cabeza no muere, no es perezosa ni tiene rabia. Se dispone a subir las escaleras de sangre del ostentoso edificio. A la izquierda, la cabeza y el cuerpo sin cabeza. La p¨¢gina dice: arca del libro de la ley. A la derecha el c¨®ndor -lengua de sangre o llama o flor que se une a su boca
...-. Mas Bernal D¨ªaz del Castillo se lamentaba: "?Qu¨¦ granizo de piedra de los honderos! Pues flechas, todo el suelo hecho parva de varas, todas de a dos gajos que pasan cualquier arma y las entra?as, adonde no hay defensa, y los de espada y rodela, y de otras mayores que espadas como montantes y lanzas, ?qu¨¦ priesa nos daban y con qu¨¦ braveza se juntaban con nosotros, y con qu¨¦ grand¨ªsimos gritos y alaridos!".
Todav¨ªa hoy los indios buscan el modo de conservar su identidad. Reunidos de toda Hispanoam¨¦rica el a?o 1992 en Madrid se saludaron con el saludo quechua de los Andes: "Ama Shua, Ama Kella, Ama Llulla": "No robes, no mates, no seas perezoso". Y se contestaron "Kampa sunallata": "T¨² tambi¨¦n haz lo mismo". "Nuestro continente", dijeron "tiene su propio nombre, se llama Abya Yala, que significa, en idioma kuna, tierra en permanente juventud. Tenemos tambi¨¦n nuestra bandera, la wipala, con los colores del arco iris, en cuadrados todos iguales, s¨ªmbolo de la igualdad". Y recordaron el saludo maya: "T¨² eres mi otro yo, si te hago da?o, me hago da?o". ?Qu¨¦ se hizo de las bibliotecas de los Andes -se preguntaban-, de lo escrito en los kipus con hilos de colores y nudos, y en los kerka, los textos recogidos en cortezas de ¨¢rboles? Excepto a Garcilaso de la Vega el Inca mataron a todo el que conoc¨ªa la historia. ?Cu¨¢ndo se respetar¨¢ la independencia y la uni¨®n del hombre y la naturaleza, su relaci¨®n con la selva?
Entremos, pues, en el verde. Hay que penetrar en la savia de las plantas, perforar el jade, conocer el coraz¨®n esmeralda de la tierna mata de ma¨ªz a la que amenaza el desollado bebedor de la noche -petirrojo a la izquierda, rueda a la derecha, que todo da vueltas
...-. Verde es el volc¨¢n Tepaca, verde el pez, verdes los penachos de los "aluxes" que apartan los malos vientos, verde el tigre que vigila, verde la serpiente que se traga a otra serpiente y acaso tambi¨¦n la culebra de las nubes, que procede de las Siete Cuevas. Y amamos el verde porque En yerba de primavera venimos a convertirnos: / llegan a reverdecer, llegan a abrir sus corolas nuestros corazones, / es una flor nuestro cuerpo: da algunas flores y se seca. Lo sabemos: muere.
El negro aparece insistentemente en el Codex Fej¨¦rv¨¢ry-Mayer: tres o cuatro puntos horizontales, tres o cuatro rayas horizontales, un punto o dos o tres, separados por una raya vertical; un punto, una raya, un punto, una raya... Seg¨²n su posici¨®n en el espacio de escritura, tendr¨¢n el valor de una cifra u otra, as¨ª suman o restan los mayas, que como los hind¨²es inventan el cero, y ellos lo expresan con una concha vac¨ªa que indica la ausencia. Ellos, los del antiguo M¨¦xico, cuentan con las dos manos y los dos pies, por eso su sistema no se basa en el diez sino en el veinte. Tienen dos calendarios, uno solar, el haab, de 365 d¨ªas para el uso cotidiano, y otro sagrado, el tzolk¨ªn, de 260 d¨ªas.
Puntos negros, rayas negras, huellas negras. La piedra del sol -el calendario azteca- gira alrededor del dios del sol, Tonatiuh. Tambi¨¦n las direcciones del espacio se establecen en torno a ¨¦l: ca?as hacia Oriente, casas hacia Occidente, conejos hacia el Sur, pedernales hacia el Norte. El Norte es tenebroso, como Tezcatlipoca -espejo que ah¨²ma-, el guerrero de la casa del sur, dios del sol que entra en la tierra y por ello nos deja en la oscuridad.
Pero desde ese centro terrestre y de esa noche nace el oro -conejo a la derecha, zorro a la izquierda-. En el mundo andino, el ma¨ªz es recogido por un picaflor y tres mujeres y bien atado. Campanilla amarilla para la magia ben¨¦fica, alimento amarillo para los que tienen hambre. Alimento de oro. Diez barras de oro. Oro de un peine y un cuenco y una muchacha de agua. Y todo es de oro en el agua. Todo es de oro en el sol, corona de la tierra, y en cada uno de los soles: el primero 4 tigre, el segundo 4 viento, el tercero 4 lluvia, el cuarto 4 agua, el quinto 4 movimiento. Llega la rosa con la sonaja de espejo, llega la Cinco-flor que toca todos los instrumentos, llegan las Bellezas del D¨ªa.
?Cu¨ªx oc n¨¦lli nem¨®hua ¨®a ¨ªn tlalt¨ªcpac?, se pregunta el poeta nahuatl, es decir: ?Es que en verdad se vive aqu¨ª en la Tierra? Con frecuencia me pregunto d¨®nde vivo. Todo esto acude a mi mente por un bast¨®n de junco, un palo de lluvia, y un libro que se llama El universo est¨¢ en la Noche, donde entre im¨¢genes de c¨®dices antiguos seleccionados por Isabel Rodr¨ªguez Cachera serpentean textos de Juan Carlos Mestre. ?Esos dibujos que representan el mundo y su interpretaci¨®n a¨²n no descifrada! ?D¨®nde vivo, y c¨®mo? ?Dispuesta ya para el azul turquesa?
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