Con una copa de vino en la mano
ALGUIEN TEN?A que decirlo: Aznar le ha hecho mucho bien a Espa?a. Es algo que la gente admite en privado, pero que no se atreve a mostrar en p¨²blico. Siempre la c¨¦lebre cobard¨ªa del espa?ol, siempre. Esa necesidad de este pueblo secularmente cobarde de que sea otro el que d¨¦ voz a las opiniones dif¨ªciles. Pero aqu¨ª estoy yo, una suerte de Agustina de Arag¨®n de nuestros d¨ªas, ondeando la bandera de la verdad, grit¨¢ndolo al viento con la voz poderosa de Aurora Bautista hasta quedarme af¨®nica si es preciso. Aznar, ese hombre que coloc¨® a Espa?a en el mundo, ese hombre que tuvo que desafiar a un pueblo empecinado en no ir a una guerra para cumplir con una misi¨®n moral: la exportaci¨®n de la democracia hasta el ¨²ltimo rinc¨®n del planeta. Los hombres que se saben llamados por una misi¨®n la cumplen pese a quien pese. Dicen sus detractores que el primer signo de su p¨¦rdida de la realidad fue cuando cas¨® a la v¨¢staga en El Escorial haciendo del enlace una boda de Estado. Pero yo pregunto: ?qu¨¦ tiene que hacer el estadista, esconder avergonzado su propia naturaleza? Dicen que en la naturaleza de las amistades que eligi¨® cuando era presidente se retrata: Flavio Briatore, Berlusconi, Bush... Pero, ?es que no dice algo bueno del Aznar-persona que admita a sus amigos tal y como son sin intentar cambiarlos? Siento que meterse con ¨¦l ya es vicio, que cuando un columnista no tiene nada sobre lo que escribir hace un art¨ªculo sobre don Jose Mar¨ªa y as¨ª salva la falta de ocurrencias (bueno, es un poco lo que estoy haciendo yo hoy). Por criticarle, hasta le criticaron que cuando estuvo en el rancho con Bush, ese l¨ªder pusiera los pies sobre la mesa. Y que contestara a los periodistas espa?oles con acento de Tejas. A m¨ª, por ejemplo, eso me pareci¨® de lo m¨¢s simp¨¢tico, y lo llevo en mi iPod, porque es que me mondo. Y ahora con el pelo, porque lleva melena y dicen que es una melena absurda. Yo creo que esta ¨²ltima cr¨ªtica tan sinsentido tiene su origen en un rencoroso Rubalcaba, que sufre ese trastorno que se da en algunos hombres y que el doctor Freud acu?¨® como "envidia de pelo". Pero hoy no quiero hablar de los logros a nivel nacional (yo dir¨ªa que mundial, para ser m¨¢s exactos) del ex presidente, sino que voy a aprovechar esta tribuna desde la que me dejan disparatar cada semana para agradecerle una buena obra que ¨¦l, sin querer, ignorante de su ben¨¦fica influencia, ha ejercido sobre uno de los personajes m¨¢s queridos de mi familia: mi padre. Mi padre no es un padre, mi padre es un conferenciante. Mi padre, ese conferenciante, te da una charla, para unos treinta segundos, y sin m¨¢s dilaci¨®n te da otra. Sus temas son variados: Hacienda, la corrupci¨®n, las obras p¨²blicas en las que particip¨® en su d¨ªa y el alcohol y el tabaco. Como mi padre ama a los ni?os y sabe que a los ni?os los impuestos y la corrupci¨®n les importan un pimiento, tuvo por costumbre montar a sus nietecillos, desde que eran peque?os, en sus rodillas y hablarles sobre las bondades del tabaco y el alcohol. Por cierto, debo decir aqu¨ª que me ha dado mucho coraje que a mis ni?os les haya pillado ya mayores ese anuncio tan triste sobre los peque?os fumadores pasivos, porque les hubiera presentado al casting, y mis ni?os, adem¨¢s de fumadores pasivos, nos salieron bastante monos, la verdad sea dicha. Mi padre, mientras les atufaba, les contaba el efecto ben¨¦fico que el tabaco ten¨ªa para la estabilidad emocional, y les dec¨ªa que la vida es riesgo. Les dec¨ªa: el bobo que quiera llevar una vida supersana, pero aburrida y sin placeres, que se ponga a este lado, y el que quiera llevar una vida de alegr¨ªa, de cachondeo y de pasi¨®n, que se ponga a este otro. Y los ni?os, ya se sabe, se apuntan al cachondeo. Otras veces, pap¨¢ les hablaba del alcohol. Les daba consejos pr¨¢cticos, habl¨¢ndoles, por ejemplo, de c¨®mo ciertos caramelos de eucalipto que se compran en farmacia enmascaran poderosamente los efectos del alcohol, de c¨®mo el alcohol despierta los sentidos y puede mejorar la conducci¨®n, sobre todo, de esas personas torpes que van a cincuenta por hora y ralentizan la circulaci¨®n de toda una ciudad. A esas personas, dec¨ªa mi padre a sus peque?uelos, no las dejaba yo montarse en el coche sin que se hubieran metido entre pecho y espalda un sol y sombra. As¨ª particip¨® mi padre en la educaci¨®n de sus nietos. Para que luego queramos arrinconar a los abuelos encerr¨¢ndolos en asilos. No, no, integr¨¦mosles en la vida familiar. ?Est¨¢n tan llenos de sabidur¨ªa! El caso es que yo siempre he sido un poco m¨¢s..., como lo dir¨ªa, un poco m¨¢s timorata, m¨¢s formal, m¨¢s elenosalgadiense, y de vez en cuando intentaba contrarrestar su salvaje influencia sobre esos ni?os a los que ¨¦l estaba lanzando al botell¨®n con apenas ocho a?itos. Pero lo que yo no consegu¨ª -ni la ley del tabaco, ni las multas de tr¨¢fico, ni la propia ministra-, lo ha conseguido el ex presidente con ese canto al vino y la libertad individual que lanz¨® el otro d¨ªa, aparentemente un poco piripi, ante los bodegueros del Duero. Cu¨¢l no ser¨ªa mi sorpresa cuando el D¨ªa de la Madre, esa celebraci¨®n tan denostada que celebra toda Espa?a en un restaurante plagado de familias entregadas al consumo et¨ªlico-marisquil, delante de un rodaballo que nos miraba con el ojo muerto, mi padre dijo, con su habitual vaso de vino en una mano y su cigarro en la otra: "Este Aznar se deber¨ªa callar ya, porque eso no se debe hacer; la gente es muy infantil, hay que tener cuidado porque est¨¢s haciendo apolog¨ªa del alcoholismo, y eso es una irresponsabilidad, hombre, por Dios". Me dej¨® muerta, se me qued¨® el ojo como el del rodaballo.
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