La intimidad de Laura

La sesi¨®n se inicia con un gran interrogante: ?se comer¨¢ hoy El Egipcio las natillas? Los abogados bajan a los calabozos a ver a sus defendidos. Cuando suben, los periodistas se arremolinan queriendo saber. Hasta el juez, en el receso, comenta preocupado la situaci¨®n. Se produce un cierto alivio cuando llega la noticia de que El Egipcio y Belhadj -dos de los presuntos autores intelectuales de la matanza- dan marcha atr¨¢s en su decisi¨®n de no beber. Se ve que El Egipcio, hasta ahora un tipo sombr¨ªo, le va cogiendo el gustito al protagonismo. En medio de la sesi¨®n, se levanta y exhibe un papel que nadie es capaz de leer pero que conlleva su expulsi¨®n moment¨¢nea de la sala. Luego, emite un comunicado: seguir¨¢ en huelga de hambre, pero hidratado. Y es en medio de esa vor¨¢gine cuando un m¨¦dico forense se sienta ante el juez. El abogado Antonio Garc¨ªa Mart¨ªn le pregunta por Laura. El forense responde:

-Est¨¢ en coma vegetativo persistente y padece un perjuicio est¨¦tico muy importante.

Los m¨¦dicos tienen la virtud de envolver el dolor con el papel opaco de las palabras dif¨ªciles. S¨®lo tres minutos despu¨¦s, el forense se va, no sin antes confirmarle un dato a la fiscal Olga S¨¢nchez. Son 1.841 las personas que, tres a?os despu¨¦s del 11-M, siguen padeciendo lesiones. Esa cifra, pero sobre todo el nombre de Laura, provoca un contraste brutal entre las dos orillas del cristal blindado. Por un lado, la necesidad nueva de El Egipcio y sus secuaces de exhibirse, de mostrar sus agravios preventivos ante una sentencia que, temi¨¦ndose adversa, ya van calificando de "pol¨ªtica". Por otro lado, la lucha sin cuartel de la inmensa mayor¨ªa de las v¨ªctimas por mantener su dolor al resguardo de la curiosidad o la l¨¢stima. De esto sabe mucho la familia de Laura.

El d¨ªa de los atentados, Laura ten¨ªa 26 a?os.

La Laura de hoy, ya con 29 a?os cumplidos, es otra Laura. No puede moverse, ni tampoco hablar. Le falta parte de la cara y su cuerpo se va poniendo cada vez m¨¢s r¨ªgido, m¨¢s deformado. S¨®lo puede respirar por un tubo a trav¨¦s de un agujero en la garganta. Hay, sin embargo, algo a¨²n peor que todo esto. Laura sufre. "Se le ve en el rostro, por ejemplo cuando bosteza. Se pone roja. Tambi¨¦n sufre cuando vomita o cuando las enfermeras la mueven para lavarla. Se ve claramente, Laura sufre". Estas palabras son de ?lvaro, su hermano. Las pronunci¨® -porque no tuvo m¨¢s remedio- en sede judicial, el mismo d¨ªa que cont¨® sin detenerse en detalles que su madre tuvo que dejar el trabajo y que su padre ya no es el mismo. Que en realidad ya nada es lo mismo, que se terminaron las vacaciones y tambi¨¦n la alegr¨ªa. Que Laura est¨¢ bien atendida, pero que lo han conseguido despu¨¦s de muchas instancias, de mucha brega con una Administraci¨®n perezosa que a¨²n no tiene resuelto el presente, y mucho menos el futuro, de personas como Laura.

El d¨ªa que ?lvaro cont¨® esto, tambi¨¦n cont¨® otra cosa. El 11 de marzo de 2007, un peri¨®dico le hizo un regalo muy especial a la familia de Laura. Sin su permiso, col¨¢ndose en el hospital a base de enga?os, dos reporteras consiguieron fotografiar a Laura en su estado actual, escarbaron en su pasado, confundieron su presente, desoyeron el ruego de sus padres por mantener intacta la intimidad de su hija y publicaron tres p¨¢ginas en las que, con un derroche de sensibilidad, calificaron a Laura como "la muerta en vida". Cuando ?lvaro llam¨® al peri¨®dico para quejarse, la respuesta lo dej¨® m¨¢s estupefacto a¨²n: "Es que tu hermana es un personaje p¨²blico".

-Est¨¢ en coma vegetativo persistente...

El juicio sigue. Cada cual vuelve a lo suyo. El Egipcio a su reci¨¦n estrenada cara de dolorosa, Zouhier a sus cuchufletas de siempre y los conspiradores a su conspiraci¨®n imposible. Pero han bastado s¨®lo tres minutos y un nombre de mujer para poner cada cosa en su sitio.