Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n: El buen uso del tiempo
Se pas¨® tres a?os seguidos haciendo sesudas investigaciones sobre el uso del tiempo y un d¨ªa sinti¨® un deseo irresistible de ir m¨¢s all¨¢ de su p¨²blico universitario para asomarse a "campos m¨¢s dulces de la historia, literatura y lenguaje". De este impulso naci¨® su reciente libro El valor del tiempo. ?Cu¨¢ntas horas te faltan al d¨ªa?, un ensayo sobre algo que preocupa especialmente a los hombres y mujeres de hoy, en el que abundan los datos sociol¨®gicos, pero tambi¨¦n las reflexiones y vivencias personales. Vivencias que dicen mucho de una soci¨®loga que toca tierra todos los d¨ªas, que sabe del precio de las sardinas y del jam¨®n de york ?el alimento de los nuevos pobres en tiempo?, de lo que cuesta cambiar los pa?ales a los beb¨¦s, o el inapreciable, por no mensurable econ¨®micamente, tiempo que dedicamos al cuidado de los ancianos o las plantas. Todos, trabajos por lo general no remunerados, pero que, sin embargo, implican un gran gasto de tiempo.
"Cada ¨¦xito que he tenido me ha costado una enemistad. Comprendo a la gente que renuncia a competir"
"Si hay cielo, en ¨¦l estar¨¢n los nuevos m¨¢rtires, los enfermos a quienes se oblig¨® a vivir m¨¢s de lo soportable"
"No se puede pedir a una poblaci¨®n de 65 a?os que se vista como joven, parezca joven y act¨²e como joven"
Un libro surcado de bellas reflexiones sobre la ajetreada vida moderna ?"los atascos son los agujeros negros por los que se escapa nuestra vida cotidiana"?, y trufado de r¨¢fagas sobre un futuro que pueden sorprender a m¨¢s de uno. Por ejemplo, que dentro de nada viviremos muchos m¨¢s a?os como viejos que como j¨®venes, pero que todav¨ªa no queremos darnos por enterados. O que no est¨¢ muy lejano el d¨ªa en que las mujeres dejar¨¢n de ser viv¨ªparas, es decir, dejar¨¢n de gestar los hijos dentro del ¨²tero, porque las nuevas tecnolog¨ªas de la reproducci¨®n har¨¢n de la venida al mundo de los ni?os algo muy distinto. "Tendremos los hijos dentro, pero quiz¨¢ con un mes o dos el embri¨®n se ir¨¢ a una cubeta y la gestaci¨®n seguir¨¢ fuera".
Si se pregunta qui¨¦n es nuestra soci¨®loga m¨¢s internacional, muchos expertos no dudar¨¢n en se?alar a Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n ?64 a?os, casada, tres hijos?, una de las primeras figuras de la investigaci¨®n social espa?ola. Su obra ha sido publicada en ingl¨¦s, franc¨¦s, alem¨¢n, portugu¨¦s, italiano y catal¨¢n. Premio Nacional de Investigaci¨®n en 2002, catedr¨¢tica de sociolog¨ªa y profesora de investigaci¨®n del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC), ha trabajado para la Unesco, la OMS, el Centro de Estudios Constitucionales, y en 2005 recibi¨® ?al mismo tiempo que I?aki Gabilondo, Joan Manuel Serrat o Jos¨¦ Luis Sampedro? la Medalla de Oro al M¨¦rito en el Trabajo. Autora de numerosos libros y publicaciones relacionados con la mujer y su entorno sociolaboral y familiar, el empleo del tiempo y la econom¨ªa de la salud (Los costes invisibles de la enfermedad y Diario de batalla. Mi lucha contra el c¨¢ncer), sus investigaciones se han acercado tambi¨¦n al urbanismo y el arte.
De enorme naturalidad, cordial, cercana, profesoral, y siempre combativa, Dur¨¢n, casada con un catedr¨¢tico de psicolog¨ªa social de la Complutense, mantiene que, bajo la preocupaci¨®n por el uso del tiempo, lo que late es la convicci¨®n de que su distribuci¨®n actual es mejorable. Quiz¨¢ por eso, ella, primera generaci¨®n madrile?a de una familia oriunda de la sierra de Gata, peregrina todas las Semanas Santas a aquellos parajes, junto a cuatro generaciones de Dur¨¢n esparcidos por la Pen¨ªnsula, para extender manteles y viandas en los prados y dar la bienvenida a la primavera. "Es una zona preciosa. Nos reunimos ochenta o noventa; cada uno va con su cesta, pone la comida en el mantel y la gente come lo que quiere".
La familia sigue pesando mucho en la sociedad espa?ola. ?Y en su vida?
Mi padre era ingeniero industrial, hab¨ªa nacido en un pueblo del norte de C¨¢ceres, pero estudi¨® en Madrid y aqu¨ª hizo la carrera. Yo nac¨ª en Madrid, era la mayor de seis hermanos y siempre vivimos en la capital. A ¨¦l le gustaban mucho las matem¨¢ticas y los idiomas, y nos lo inculc¨® a los hijos: en casa estudi¨¢bamos ingl¨¦s y alem¨¢n, y en el colegio, franc¨¦s. ?l chapurreaba tambi¨¦n el portugu¨¦s, que yo he descubierto de mayor, sin ninguna utilidad pr¨¢ctica, por placer. Mi madre era de Segovia, donde su padre ten¨ªa aserraderos de madera. Ambas eran familias de profesionales y peque?os empresarios, una clase media acomodada, pero la muerte de mi padre cambi¨® muchas cosas. Poco antes de morir le dijo a mi madre que vendiera todo lo que hiciera falta con tal de que nosotros pudi¨¦ramos estudiar. Yo ten¨ªa 17 a?os y acababa de terminar primero de pol¨ªticas, y mi madre, un ama de casa del barrio de Salamanca, se encerr¨® en un pueblito de Extremadura, donde ten¨ªamos una almazara peque?ita, a administrar el patrimonio familiar para que los hijos pudieran seguir estudiando en Madrid.
?Todav¨ªa conservan la almazara?
No, no. Mi madre se jubil¨® hace 20 a?os y la cerr¨®. Yo tengo una profesi¨®n gracias a que ella nos dej¨® en Madrid, se encerr¨® en aquel pueblo y fue una curranta. Se levantaba a las seis de la ma?ana para abrir la almazara, y en los ratos libres se dedicaba al jard¨ªn.
El jard¨ªn de geranios del que habla en su libro, toda una instituci¨®n familiar.
Ella era de La Granja (Segovia), donde yo creo que est¨¢ el mejor jard¨ªn de Espa?a, y ten¨ªa ese gusto por los jardines. Y el regalo principal que le hizo mi padre fue un jardincito en la finca, pero como no pasaban todo el a?o en Extremadura, fue, sobre todo, un jard¨ªn de geranios, los ten¨ªa de todas las variedades, era su ilusi¨®n. Yo hered¨¦ ese gusto, aunque ahora s¨®lo tengo un balc¨®n grande con muchos geranios. Ayer mismo, mi hija compr¨® los dos ¨²ltimos.
Inici¨® su carrera profesional mientras criaba ni?os, como muchas mujeres...
No fue nada duro, ha sido lo m¨¢s divertido e interesante de mi vida. Me cas¨¦ a los 24 a?os, en 1967, y hasta hoy... Pero no me qued¨¦ embarazada hasta que termin¨¦ la tesis porque sab¨ªa que era imposible pagar la hipoteca del piso, cuidar ni?os y hacer la tesis. Era o la tesis o quedarme embarazada. Entonces los amigos m¨¦dicos te firmaban las recetas de la p¨ªldora anticonceptiva, que no era legal. La memoria del Fiscal General del Reino dec¨ªa que hab¨ªa 800.000 mujeres que comet¨ªan delito todos los meses porque utilizaban anticonceptivos con fines no terap¨¦uticos, era la mayor causa de delito en Espa?a...
Una ¨¦poca controvertida y apasionante, dif¨ªcil pero llena de esperanzas.
Fue una ¨¦poca maravillosa. Cuando me preguntan cu¨¢l fue el a?o m¨¢s feliz de mi vida, digo que 1975, porque fue un a?o de unas expectativas, de una ilusi¨®n, de pensar que tantas cosas estaban al alcance de la mano... Un a?o realmente exultante. Muy pocas generaciones tienen la suerte de que les ofrezcan, no una realidad, pero s¨ª unas esperanzas tan grandes como tuvimos entonces. Las cosas no cambiaron tanto como pens¨¢bamos, pero fue maravilloso. Por otra parte, no pagamos la factura de la generaci¨®n anterior, porque en mi casa no se hablaba de pol¨ªtica, el tema de la Guerra Civil no se tocaba. Mi padre y sus hermanos pasaron mucha hambre en Madrid y vieron atrocidades de todo tipo. ?l me transmiti¨® una distancia muy fuerte contra la ingenuidad excesiva o el manique¨ªsmo, me vacun¨® desde muy joven en ese sentido.
Me sorprende que su carrera, en los a?os setenta, fuera f¨¢cil y divertida.
No, no, al rev¨¦s, al rev¨¦s, ha sido todo muy duro, pero lo he vivido encantada porque siempre lo he interpretado como "qu¨¦ suerte tengo, que a base de pagar una alt¨ªsima factura he podido hacer lo que he querido". Tuve los tres primeros hijos seguidos -el primero se muri¨® al nacer-, y el cuarto, cuando ya el peque?o ten¨ªa ocho a?os, y soy muy consciente de la factura que he pagado: estar sin vacaciones durante a?os y a?os, no tener tiempo de ver a los amigos, no tomar el sol, no dormir... Pero me espanta pensar qu¨¦ habr¨ªa sido de mi vida si hubiera podido hacer todo eso, pero no estudiar, y ser s¨®lo esposa y ama de casa. Me he librado por pelos, porque en mi generaci¨®n son muchas las afectadas por ese patr¨®n. Verdad que estas cosas nunca las haces sola, y he tenido el apoyo, primero, de mis padres, y luego, de mi marido. Pero a veces ha sido muy dif¨ªcil, y en ocasiones, por ser mujer, he tenido que esperar mucho. Las primeras oposiciones a c¨¢tedra fueron muy duras, dec¨ªan que hab¨ªa hombres que eran cabezas de familia y ten¨ªan preferencia... Pero yo sal¨ª peleona, no de grito y bofetada, pero s¨ª constante, y lo sigo siendo con 64 a?os.
Tiene que serlo para haberse convertido en una de las dos mujeres que en Espa?a han logrado un premio nacional de Investigaci¨®n.
?Ya me gustar¨ªa que pronto me acompa?aran m¨¢s!, es desesperante. ?Y qu¨¦ me dice de la Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas, que no hay ni una mujer?, es una verg¨¹enza. Tambi¨¦n fui la primera que sac¨® una c¨¢tedra en mi campo, aunque las cosas hay que ponerlas en su sitio, influye mucho la suerte de quien se presente ese a?o. Pero cada ¨¦xito que he tenido me ha costado una enemistad. Comprendo a la gente que renuncia a competir.
"A los bomberos que entraron un d¨ªa por el balc¨®n de mi casa para devolverme el ritmo cotidiano del tiempo", es la dedicatoria, muy sugerente, por cierto, de 'El valor del tiempo'. ?Qu¨¦ pas¨®?
Pas¨® que yo estaba acabando de escribir ese libro, era s¨¢bado y ten¨ªa que entregarlo el lunes sin falta, y a las cuatro de la ma?ana oigo a mi hijo peque?o llam¨¢ndome desde la calle porque las llaves del portal no le funcionaban. La casa estaba de obras, hab¨ªa un portero nuevo, y era un s¨¢bado de verano. Cuando sal¨ª a la escalera estaba llena de mantas por el suelo, no hab¨ªa luz porque se hab¨ªa cortado, ni ascensor, y la puerta electr¨®nica se hab¨ªa quedado bloqueada por falta de corriente. ?Un caos! Llam¨¦ a un cerrajero de urgencias y, despu¨¦s de m¨¢s de una hora, ¨¦l desde fuera y yo desde dentro con una linternita, se dio por vencido. Nadie pod¨ªa entrar ni salir de la casa. Finalmente llamamos a los bomberos, y vino una primera dotaci¨®n que no pudo hacer nada, luego una segunda, y ocho bomberos entraron por el balc¨®n de mi casa y desarmaron la puerta del portal. Yo estaba escribiendo eso de que el sentido del tiempo es siempre muy relativo y vivencial, y aquella noche, la anterior a entregar mi libro, se fueron a pique las categor¨ªas. Y, claro, los bomberos me parecieron dioses.
Es obligado devolverle su pregunta, ?cu¨¢ntas horas le faltan al d¨ªa?
Me he convertido en muy buena gestora del tiempo, pero a pesar de todo me faltan horas. Tengo una cosa buena, sentido del medio y largo plazo del tiempo, que, en una peque?a parte, podemos mejorar individualmente. Hay quien cree que el tiempo es un problema individual, pero en buena medida es estructural y organizativo, y no se puede arreglar individualmente. Por eso, en alguna parte del libro digo "explotados del tiempo, un¨ªos", porque eso, o lo cambiamos colectivamente o no se puede arreglar. Pero si el d¨ªa tuviera el doble de horas, las llenar¨ªa todas, y si tuviera dos vidas, tambi¨¦n las llenar¨ªa sin ning¨²n problema.
Su experiencia con el c¨¢ncer, ?le ha hecho valorar el tiempo de otra forma?
Much¨ªsimo. Fue terrible mientras dur¨®, pero una vez que pas¨® el peligro, fue una experiencia humana muy enriquecedora. Cuando me diagnosticaron el c¨¢ncer de mama ya estaba trabajando en el uso del tiempo, as¨ª que me marqu¨¦, un poco como terapia, hacer la observaci¨®n de los tiempos perdidos en las esperas, en los tratamientos? Lo convert¨ª en observaci¨®n de m¨ª misma, por quitarle hierro y darle una utilidad. Luego, a medida que vas grabando tus impresiones, te das cuenta de que afloran muchas reflexiones. Tienes tu tiempo concentrado s¨®lo en una aspiraci¨®n, curarte, pero sabes que no depende de ti, sino de muchas cosas, y eso cambia totalmente su sentido. Al principio suspiras por tener un poco de tiempo para arreglar papeles y ponerte en paz; luego, por unos a?os m¨¢s para estar con los hijos; despu¨¦s son los escalones de la terapia, las revisiones, el estar pendiente de los dos, los cinco a?os? Todo eso es lo que te estructura el tiempo.
Siempre he pensado que en los hospitales rige un tiempo diferente. Es como entrar en otro planeta donde el tiempo no tiene la misma dimensi¨®n, ni valor.
Totalmente, es como otro planeta. Pero yo tengo una mala salud de hierro, hab¨ªa pasado 17 veces por el quir¨®fano, contando los partos, y ten¨ªa ese sentido del tiempo hospitalario. Hab¨ªa escrito de los espacios de la enfermedad, pero con el c¨¢ncer fue m¨¢s importante, y del espacio pas¨¦ al tiempo. En algunos aspectos, los hospitales son manifiestamente mejorables. Por ejemplo, en los tiempos de la muerte, uno est¨¢ despojado de ciudadan¨ªa, te dejan morir o no, como si fueran los dem¨¢s los que tienen derecho a opinar sobre ti.
Ha escrito que nadie tiene derecho a imponer una mala muerte, y que la eutanasia es la lucha pol¨ªtica m¨¢s importante de los pr¨®ximos a?os.
A m¨ª me lo parece, creo que es una batalla que hay que dar ya.
Pues no parece que el Gobierno socialista se atreva a darla.
Pasa que los moribundos est¨¢n tan ocupados en morirse que no votan, ni meten bulla, y hay mucho miedo a la Iglesia cat¨®lica. Pero si hay cielo e infierno, en el cielo estar¨¢ un nuevo tipo de m¨¢rtir: los enfermos terminales a los que se les ha obligado a vivir m¨¢s de lo soportable, de lo que les permit¨ªan sus fuerzas. Y en el infierno estar¨¢n los responsables de haberles infligido esa tortura. Creo que la Iglesia, lo mismo que con Galileo, acabar¨¢ pidiendo perd¨®n a quienes ha hecho sufrir tanto.
?C¨®mo ha evolucionado el uso del tiempo en Espa?a desde sus trabajos de los a?os ochenta y noventa?
Hay dos cambios de signo contradictorio. Por una parte, uno important¨ªsimo, que es la mayor incorporaci¨®n de las mujeres a la vida p¨²blica, a los estudios y al trabajo, y eso significa que much¨ªsimas horas que antes ten¨ªan para los dem¨¢s ahora no est¨¢n disponibles. Y otro, de signo contrario, es que vivimos m¨¢s a?os y hay cantidad de personas jubiladas que tienen mucho tiempo. Son fen¨®menos que a veces enmascaran porque dicen una cosa y tambi¨¦n la contraria. La sociedad espa?ola est¨¢ muy sectorizada. Hay sectores, como los expulsados anticipadamente, muchas veces sin desearlo, de la vida activa y p¨²blica; y por otra parte est¨¢n las mujeres con empleo e hijos peque?os que tienen un estr¨¦s grande. Y eso sale en las encuestas.
En Espa?a hay medio mill¨®n de mujeres, mayores de 65 a?os, que cuidan a los nietos para que las hijas trabajen...
Pero eso no se quiere ver.
Tambi¨¦n dice que muchas madres siguen cocinando para las hijas e hijos casados.
No hay m¨¢s que ver c¨®mo se reciclan las botellas de dos litros de coca-cola? Las madres hacen gazpachos, pur¨¦s, todo tipo de cosas, y los domingos, los hijos se llevan parte del men¨² semanal.
?Es una generaci¨®n de hijos 'peterpanes', o se trata de un pacto t¨¢cito entre generaciones?
Es un convenio que, por ahora, est¨¢ mucho m¨¢s en manos de la generaci¨®n mayor que traspasa recursos a la joven. En medios obreros hay un mont¨®n de hijos que viven como pr¨ªncipes porque en casa no aportan nada, el dinero que ganan es para sus gastos y las madres les sirven como en un hotel de alt¨ªsima calidad. Ah¨ª no funciona para nada el pacto generacional. Es verdad que las viviendas son muy caras, pero la generaci¨®n mayor, sobre todo las madres, hace una transferencia continua de recursos, y la joven vive con est¨¢ndares inexistentes en Europa.
?Qu¨¦ est¨¢ pasando, es un retroceso en la vida personal de estas mujeres, muchas profesionales hasta su jubilaci¨®n, o una forma de conservar el control familiar?
En muchos casos es control, poder, pero no crea que muchas mujeres estaban tan felices con el empleo que han dejado. A algunas nos chifla el trabajo, pero no a todas. Se juntan las dos cosas. De todas formas, las transiciones legales se hacen de hoy para ma?ana, apruebas una ley nueva y ?ya est¨¢!, pero las transiciones sociales se hacen mucho m¨¢s lentamente. Yo no puedo prescindir del modelo de mi madre de la noche a la ma?ana. Habr¨¦ vivido de un modo muy distinto, pero en algunas cosas la tengo casi como un ideal moral. Ella se sacrific¨® por m¨ª para que yo estudiara. Mire, este tema lo habl¨¢bamos ayer varias amigas tomando un caf¨¦, todas tenemos una edad parecida, y una dec¨ªa a otra que va a jubilarse: "Ten cuidado, porque te vas a convertir en un taxi con el letrero de libre". Y creo que es una buena met¨¢fora? Ella dec¨ªa: "No, yo no quiero ser eso, pero s¨¦ que mi madre est¨¢ mayor, y si no ayudo ahora a mis hijas y nueras, lo van a pasar muy mal con sus hijos?". Son muchos factores.
Cuando se habla de conciliaci¨®n, siempre me acuerdo del chiste de Forges: dos hombres en el trabajo, los pies encima de la mesa, la jornada acabada, charlando y esperando que den las nueve de la noche para volver a casa y no tener que ocuparse de los ni?os o el perro?
Es que la capacidad de ejercer resistencia, activa o pasiva, cuando no gusta una ley y se da por ignorada, es mucha. Lo que ha pasado con la conciliaci¨®n es que ha ganado la respetabilidad, y de ser un tema privado se ha convertido en un problema p¨²blico. Por lo menos, deja de ser una enfermedad individual. Pero existen problemas organizativos, no individuales, y es muy dif¨ªcil solucionarlos. Entre otras cosas, porque la manera que hemos inventado en Espa?a para conciliar es no tener ni?os, pero, claro, eso es un invento que sirve durante una temporada, porque luego te encuentras con que tocas a tal cantidad de viejos per c¨¢pita que no podemos sostenerlos.
Afirma que, gracias a las nuevas biotecnolog¨ªas, las mujeres dejar¨¢n pronto de fabricar a los ni?os en su hornito.
Bueno, se tardar¨¢ un tiempo, yo calculo que unos cincuenta a?os.
Pero los cambios van a gran celeridad...
En este tema creo que se empezar¨¢, como en otras situaciones, con los casos en que haya mucho riesgo para el ni?o, y despu¨¦s, cuando nos hayamos acostumbrado, comenzar¨¢ a hacerse como algo normal. Habr¨¢ opciones y oposiciones a la introducci¨®n de ¨¦sta tecnolog¨ªa, habr¨¢ resistencias, pero, en conjunto, no tengo la menor duda de que la tecnificaci¨®n se llevar¨¢ al ¨¢mbito de la reproducci¨®n. De la ¨¦poca en que nos dec¨ªan que era delito usar la tecnolog¨ªa farmac¨¦utica para planificar los embarazos, a ahora que est¨¢n oper¨¢ndose los transexuales en la Seguridad Social, ?pues f¨ªjese!
Repite que nos tenemos que inventar la tercera edad porque vamos a vivir mucho m¨¢s de viejos que de j¨®venes, pero parece que nos negamos a afrontarlo.
Tenemos mucho que aprender, empezando por la est¨¦tica. T¨² no puedes pedir a una poblaci¨®n de 65 a?os -ahora ya hay m¨¢s de 65 que menores de 15- que se vista como joven, que parezca joven, que act¨²e como joven. Yo vindico las canas, ?por qu¨¦ las mujeres tienen que aparentar menos a?os si est¨¢n estupendas? Una sociedad con una tecnolog¨ªa tan desarrollada podr¨ªa no necesitar jornadas tan largas de trabajo, pero necesitamos hacer hueco a los que vienen, y hay que combinar ambas cosas. Hay que introducir una escala de tiempo que no sea tan presentista, que sea de medios y largos plazos. Hay que empezar a pensar que puedes estudiar con 65 a?os, divertirte, tener amantes, casarte o jugar al golf, que hay una vida. Pero no puedes exigir a la gente de 35 a?os que lo haga todo, porque hay muchas mujeres de 35 a?os que no tienen tiempo para tener hijos.
Vamos, que nos ha cogido el toro.
Cuando hablo de la necesidad de un pacto generacional, pienso que los j¨®venes deben participar ?una especie de servicio militar? de la carga del cuidado. ?C¨®mo podremos, con un sistema de impuestos como el nuestro, pagar las facturas del cuidado de millones de personas? Hay que complementarlo con voluntariado, repartiendo la carga intergeneracional, y, por supuesto, igualando sexos, porque hoy es m¨¢s frecuente que te cuide la nuera que el hijo, y eso no puede ser. Hay muchas mujeres en condiciones casi de esclavitud.
?Y qu¨¦ sugiere?
Hay que hacer mucho m¨¢s flexibles los derechos de salida, eso es lo primero, flexibilidad para decidir cu¨¢ndo puedes morir. La OMS lo ha dicho muy bien, el objetivo no es vivir a?os, sino darles vida a los a?os, vivir por vivir no es un objetivo. Y hay que redistribuir y ahorrar. Tenemos que ser conscientes de que hay que ahorrar, quitarnos del esplendor en que estamos viviendo.
?Tan derrochones somos?
Estamos muy sesgados por una visi¨®n economicista de lo que es desarrollo, progreso, prosperidad, y esa visi¨®n, muy ligada al mercado capitalista, nos tiene obnubilados. En realidad, nuestra riqueza y desarrollo dependen, en parte, del mercado, no le vamos a negar su cuota, pero es una parte relativamente peque?a. He hecho c¨¢lculos de lo que dedicamos a cuidar la salud, y por cada 12 horas que ponen los profesionales hay que a?adir 88. Imagine la desproporci¨®n entre el sector pagado y el no pagado: por cada 12 horas del primero se necesitan otras 88 del sector privado, de las familias o cuidadores. La carga del cuidado que se nos viene encima es tremenda, y no tenemos pensado que la riqueza y el desarrollo no se miden s¨®lo en dinero, sino en otros indicadores.
La divisi¨®n del tiempo diario en tres partes, de ocho horas, es ya algo falaz.
Claro, dormimos menos de ocho horas, y el transporte y la burocracia se comen gran parte de nuestras vidas.
?Y la alimentaci¨®n?
La alimentaci¨®n en Espa?a es divertida, pero no racional. Dedicamos a la cocina (incluyendo compra, cocina y limpieza) m¨¢s tiempo que a la agricultura y casi tanto como a la industria?
?Ha descubierto algo sobre el tiempo?
He descubierto lo dif¨ªcil que es escribir bien... He intentado explicar mis ideas y tratar de favorecer un movimiento ciudadano de reflexi¨®n sobre que es posible organizar el tiempo de otra forma. Se necesita crear opini¨®n e intento contribuir a ello, pero me contentar¨ªa con que el tiempo deje de ser invisible.
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