Decepci¨®n
Media novillada ten¨ªa de novillada lo que la del balconcillo alto de monja. Decimos esto porque parte del tendido se pas¨® una hora alternando su atenci¨®n entre el ruedo y el balconcillo, o para ser m¨¢s precisos, entre las evoluciones de los ejemplares y las de una hur¨ª que, aposentados sus reales en la almohadilla, apoyaba las manos en la barandilla e hipnotizaba con los ojos y otros adornos a lo m¨¢s respetable del respetable circundante. "?Qu¨¦ hechuras, vaya cuajo!". Y uno no tiene la seguridad de interpretar correctamente las exclamaciones de los aficionados. Desde luego, varios novillos las ten¨ªan. Pero no mucho m¨¢s que eso.
Casi nadie hab¨ªa visto a Revesado, salmantino con pocas corridas y en edad de alternativa. As¨ª que guard¨¢bamos el recelo de la sospecha y el aliciente de lo desconocido. Sobrio, con maneras, recibi¨® a su primero en la muleta, bien planchada en la diestra. El novillo embest¨ªa con son, pero al salir del pase, bien se arrodillaba, bien besaba el suelo. As¨ª que la afici¨®n guard¨® secretamente las maneras en espera de un toro mejor. Y el cuarto lo fue. Aunque flojo, mostr¨® nobleza y vali¨®. Era un torete, 525 kilos, y trap¨ªo sobrado para muchas plazas. Las alabanzas y efusiones de aprobaci¨®n de los mentados paisanos, en general silenciosos cuando no severos, introduc¨ªan un punto de extra?eza en quien suscribe: ?Menuda l¨¢mina, extraordinaria estampa, imponente presencia! Si uno no supiera de su edad, bien pudieran pasar como toros inadvertidos. La que desde luego no pod¨ªa pasar inadvertida era la del balconcillo. Y sin anunciar su nombre, edad ni peso en la tablilla. Tampoco pas¨® inadvertido el diestro, que con gusto austero le gan¨® terreno en el capote y sin achicarse, entre palmas y pitos, nos ofreci¨® la montera. Con ansias y nervios lo recogi¨® en tablas, se trag¨® la hincada de pitones en la arena -llevaba el novillo el hocico blanco de cal- y le lig¨® una serie en el platillo. Luego, abri¨® el comp¨¢s y se lo llev¨® a gusto en la franela, sin romper del todo, pero lento y al fondo, con cierta intensidad torera. En la tercera serie, ambos hab¨ªan cumplido, y cuando pinch¨®, las palmas de aliento confirmaron que el p¨²blico hab¨ªa reservado un hueco en la memoria para sus maneras.
Yerbabuena / Revesado, Luque, Fuentes
Novillos de Yerbabuena. Flojos. Con nobleza 1? y 4?, brusquedad el 3? y casta el 5?. El segundo fue inv¨¢lido. En sexto lugar sali¨® el sobrero de Hato Blanco. Alberto Revesado: estocada ca¨ªda (silencio); pinchazo, estocada y cinco descabellos (saludos). Daniel Luque: estocada delantera (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Salvador Fuentes: pinchazo hondo atravesado (silencio); seis pinchazos, bajonazo atravesado y descabello (pitos). Plaza de Las Ventas, 21 de mayo. 12? corrida de abono. Lleno.
Luque no estuvo ni mucho menos como en otras ocasiones. Si su primero fue un inv¨¢lido que acus¨® paraplejia en la muleta de tal modo que cada pase no era sino juego falso y cruel, el segundo lo protagoniz¨® la decepci¨®n. Rompechinas se llam¨®; 526 en el peso, y un tal Julio, hombre reservado, probablemente funcionario retirado, se arranc¨® con una festiva observaci¨®n sobre los pitones, que fue inmediatamente contestada con similar intervenci¨®n sobre las culatas. Uno, que es bastante pardillo, se atrevi¨® al fin a decir: "?Culatas?". "S¨ª, hombre, s¨ª, aqu¨ª en Madrid gustan mucho las culatas". As¨ª que intentamos convencernos -y llegamos a hacerlo- de las buenas proporciones del bicho. Pero al cabo de un rato un par de miradas furtivas nos desenga?aron. El tendido se hallaba lleno de truhanes que sonre¨ªan maliciosamente y algunos de ellos est¨¢n hoy en rehabilitaci¨®n del cuello. Luque se estir¨® a la ver¨®nica acompasando con el cuerpo cada vez mejor y elevando el tono del jaleo, hasta quebrarse con media en el centro. Como los que no miraban al balconcillo comentaban la inusitada delgadez del picador, apenas se oyeron algunas protestas que reclamaban un temblor furtivo en la pata derecha. Brind¨® Daniel, le llam¨® de lejos, de lejos fue, pero metido en la muleta, con bamboleo de testa, el torero, fuera de sitio, no tom¨® la imprescindible decisi¨®n de humillarlo. El toro se hizo el due?o, y as¨ª se lo dec¨ªa en cada vacilaci¨®n.
Salvador Fuentes acus¨® la cogida sufrida en esta misma arena. De catafalco y oro, miraba a lo alto en el paseo, desafiante, con la suerte negra y consigo mismo. Pero hasta all¨ª lleg¨® el reto. Su primero era brusco y le corearon sarc¨¢sticos "miaus" injustos y chiflas aberrantes, y el alto novillero, inseguro, ni pudo ni quiso torearlo. Y menos al sexto, un sobrero con quien troc¨® la precauci¨®n en miedo, y no lleg¨® a intentar ni medio pase. Dos se?oras detr¨¢s cantaban un bolero: "Miedo, tengo miedo...", y miles de palmas de tango lo acompa?aban. La alegre crueldad humana.
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