Duro capitalismo local
En el pa¨ªs del consumo por excelencia, quiz¨¢s no sorprenda que sea una empresa de venta minorista la que se haya convertido desde hace algunos a?os en la mayor, por delante de Exxon y General Motors, seg¨²n la clasificaci¨®n de 2007 de la revista Fortune. Es la que emplea a m¨¢s personas en Estados Unidos (1,3 millones; 1,9 millones en total en el mundo). Con 4.000 super o hipermercados, Wal-Mart ha cambiado el panorama americano. Y esto no es tanto fruto de la globalizaci¨®n (aunque se pueda considerar que la inmigraci¨®n tira los salarios a la baja), pues se trata de un mercado esencialmente nacional.
Sobre Wal-Mart se han escrito libros y se han celebrado conferencias. El Instituto Global McKinsey hizo en su d¨ªa un estudio sobre el crecimiento de la productividad en EE UU entre 1995 y 2000, los a?os de la nueva econom¨ªa, y lleg¨® a la conclusi¨®n de que la mitad de ese avance se debi¨® al comercio al por menor y al por mayor, actividades centrales de Wal-Mart. Con lo que una buena parte de estos avances se deben a las innovaciones en la gesti¨®n introducida por esta empresa, entre ellas, sus m¨¢s eficientes edificios rectangulares, los cambios en log¨ªstica o el mejor estudio del perfil de los clientes.
Pero la clave, que han puesto de relieve estos estudios, es, como bien record¨® hace un tiempo Simon Head en The New York Review of Books, que el aumento del coste de personal vaya por detr¨¢s del de las ventas de cada tienda "de modo que cada a?o todo empleado tenga m¨¢s trabajo que hacer". Lo que incide directamente en los salarios. En 2004, seg¨²n estos c¨¢lculos, la paga del vendedor tipo de Wal-Mart estaba por debajo de la definici¨®n oficial en EE UU de la l¨ªnea de pobreza para una familia de tres. Menos de la mitad de los empleados pod¨ªan costearse el seguro m¨¦dico barato que les ofrec¨ªa la empresa. Seg¨²n un estudio de la C¨¢mara de Representantes citado por Head, todo esto llev¨® a que el Estado tuviera que subvencionar la sanidad de los hijos de estos empleados, lo que, junto con deducciones de impuestos y otras subvenciones indirectas, hace que cada trabajador de Wal-Mart le cueste en t¨¦rmino medio m¨¢s de 2.000 d¨®lares al a?o al erario p¨²blico estadounidense. Hay otro factor: el personal es poco estable. Muchos a?os, la mitad de los empleados se marchan o se renuevan.
La ONG Human Rights Watch (HRW) public¨® a principios de este mes un estudio en profundidad, de 210 p¨¢ginas, para denunciar que Wal-Mart niega a sus empleados derechos b¨¢sicos, como el de la sindicaci¨®n. "Se adoctrina a los trabajadores y gerentes desde el momento en que son contratados para que se opongan a los sindicatos", se?ala el informe que, basado esencialmente en entrevistas personales, pone de relieve un "clima de miedo en las tiendas" de esta cadena en EE UU. Los gerentes de cada tienda, seg¨²n este informe, est¨¢n conectados a la central en Bentonville (Arkansas) para alertar siempre que piensen que sus empleados se van a organizar sindicalmente. Por este antisindicalismo y pr¨¢cticas similares, Wal-Mart ha sido condenada m¨¢s de una docena de veces entre 2000 y 2005, frente a cuatro veces sus mayores competidores.
Wal-Mart tambi¨¦n ha saltado a la (mala) fama por su supuesta discriminaci¨®n hacia las mujeres en materia de salarios y ascensos, lo que supone un borr¨®n para Hillary Clinton, que se sent¨® en su Consejo de Administraci¨®n entre 1986 y 1992. La denuncia interpuesta en 2001 por una trabajadora en Pittsburgh (California), Betty Dukes, entonces de 54 a?os, en nombre de 1,6 millones de empleadas pasadas (desde 1998) y presentes de Wal-Mart por estas supuestas pr¨¢cticas sigue su curso, lo que convierte a este complej¨ªsimo proceso colectivo en el mayor de la historia de EE UU. Pero antes de terminar, ya ha surtido efecto: aunque rechaz¨® todas las alegaciones, Wal-Mart cre¨® en 2004 una Oficina de Diversidad, y tom¨® otras medidas. ?sta ya no es una cuesti¨®n del capitalismo global, sino de excesos muy locales. aortega@elpais.es
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