Tablas
Los resultados de las elecciones territoriales del pasado domingo 27 de mayo deber¨ªan interpretarse como unas "tablas", m¨¢s que como un empate t¨¦cnico. Estrictamente hablando, empate aritm¨¦tico no hay, aunque as¨ª lo parezca en t¨¦rminos porcentuales, pues al agregar a escala estatal el voto de las municipales surge como saldo contable un claro ganador, el PP, y por tanto un neto derrotado: el PSOE. Es verdad que la diferencia no parece muy abultada, pero su valor simb¨®lico resulta muy significativo. Sin embargo, en t¨¦rminos pol¨ªticos las cosas son m¨¢s complejas, pues ese balance aparentemente favorable al PP oculta una correlaci¨®n de fuerzas bastante m¨¢s equilibradas pero incomparables entre s¨ª (inconmensurabilidad que me llevar a hablar de tablas m¨¢s que de empate stricto sensu). Recu¨¦rdese la broma de que si yo me como un pollo y t¨² ninguno la media estad¨ªstica es la mitad para cada uno.
Pues bien, aqu¨ª ocurre algo parecido: el PP se ha comido Madrid y la costa levantina mientras el PSOE se ha comido el resto. Es la conocida fractura entre las dos Espa?as divididas por la crispaci¨®n, que se reparten a medias el PSOE y el PP.
Y si hay tablas que se neutralizan es porque cada uno de los platillos de la balanza arroja contradicciones internas que la re-equilibran. Por lo que respecta al PP, su victoria ha sido p¨ªrrica, en la medida en que pierde mucho m¨¢s de lo que gana. En efecto, su ventaja de votos sobre su competidor se concentra en aquellos territorios que ya eran suyos, donde se encastillan sus fuerzas cada vez m¨¢s sitiadas. Pero fuera de sus feudos cada vez pierde m¨¢s poder territorial (comunidades aut¨®nomas, capitales de provincia, alcald¨ªas, concejales), que debe ceder a las cambiantes coaliciones de sus m¨²ltiples adversarios.
En cuanto al PSOE, tambi¨¦n aparece lastrado por una paradoja sim¨¦tricamente opuesta. La suya podr¨ªa parecer una derrota sabrosa, en la medida en que gana una buena parte del poder territorial que est¨¢ perdiendo su rival. Pero si nos fijamos mejor, y a juzgar por la rampante abstenci¨®n, est¨¢ perdiendo por hemorragia incontenible todo el capital electoral que acumul¨® el 14 de marzo de 2004. Es verdad que no ha sufrido tan gran voto de castigo como el que desautoriz¨® a Tony Blair hace poco tiempo en una elecciones an¨¢logas a estas. Pero Zapatero s¨ª que ha sufrido una contundente abstenci¨®n de castigo, que bien podr¨ªa deberse al fracaso de su pol¨ªtica auton¨®mica y antiterrorista. Por lo tanto, cabe decir que ambos contendientes, cada uno a su manera, han salido del lance equitativamente derrotados en t¨¦rminos reales, como si el electorado hubiera querido castigarlos al alim¨®n.
?C¨®mo explicarlo? Todo se debe a que, desnaturalizando su car¨¢cter local, la campa?a se plante¨® por ambas partes como un refer¨¦ndum negativo de castigo al rival estatal: Rajoy llam¨® a castigar a Zapatero por su fracaso auton¨®mico y antiterrorista, y lo mismo hizo ¨¦ste, que tambi¨¦n llam¨® a castigar a aqu¨¦l por su estrategia de crispaci¨®n. Pero claro, semejante llamamiento tuvo muy distintos efectos movilizadores. La petici¨®n de castigo al Gobierno en el poder es muy estimulante, como pudo verse no s¨®lo el domingo pasado sino tambi¨¦n en las municipales de 2003 o en las generales de 2004. En cambio, la llamada de castigo al jefe de la oposici¨®n no suele tener demasiado efecto, seg¨²n acaba de averiguar Zapatero, que se equivoc¨® al entrar en el juego de Rajoy. De ah¨ª el aviso que le han dado de cara a las generales, un aviso que tambi¨¦n lo es para los electores, que si se descuidan con su abstenci¨®n pueden devolverle el poder al PP de Rajoy.
Esto hace que la votaci¨®n del domingo se utilice por muchos como un augurio predictor de un pr¨®ximo vuelco electoral, partiendo de la presunta regularidad de que un cambio de signo en las municipales anuncia siempre la alternancia en las generales. Pero yo no creo en semejante determinismo. Todos sabemos que, de no ser por la matanza del 11-M, el PP hubiera ganado las generales de 2004 a pesar de haber perdido las municipales de 2003. Y Zapatero podr¨ªa lograr otro tanto.
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