El origen de 'Las uvas de la ira'
John Steinbeck escribi¨® en el verano de 1936, por encargo del diario The San Francisco News, siete reportajes sobre la emigraci¨®n a California de los granjeros del Medio Oeste arruinados por una sequ¨ªa b¨ªblica que, inexplicablemente, estaban in¨¦ditos en Espa?a. Ahora los rescata Libros del Asteroide en una cuidada edici¨®n con un espl¨¦ndido y documentado pr¨®logo de Eduardo Jord¨¢.
Si Las uvas de la ira (escrita en 1939) es la obra del Nobel norteamericano que mejor encarna su preocupaci¨®n social, Los vagabundos de la cosecha se puede considerar su versi¨®n en miniatura. Estos reportajes, escritos con un estilo desnudo y claro, permiten mirar a "Las uvas..." como a algo m¨¢s que una novela. Ponen en evidencia que Steinbeck bebi¨® directamente, no tan s¨®lo de su propia experiencia (fue recolector de fruta en su juventud), sino de los personajes y los casos reales que conoci¨® para escribir estos textos, que son period¨ªsticos sin perder por ello el aliento de la buena literatura. El que hab¨ªa de ganar el Nobel en 1962 ya conoc¨ªa el sabor del ¨¦xito tras la aparici¨®n de Tortilla Flat, en 1935. Y en 1936, poco antes de elaborar los reportajes, public¨® En lucha incierta, en la que relataba una huelga de jornaleros en una granja de California.
LOS VAGABUNDOS DE LA COSECHA
John Steinbeck
Pr¨®logo de Eduardo Jord¨¢
Fotograf¨ªas de
Dorothea Lange
Libros del Asteroide
Barcelona, 2007
92 p¨¢ginas. 13,95 euros
El Tom Joad protagonista
de Las uvas de la ira (por siempre asociado al rostro atormentado de Henry Fonda en la pel¨ªcula de John Ford de 1940) pudo ser cualquiera (o una mezcla de varios) de aquellos miles de inmigrantes de Oklahoma Kansas o Tejas, conocidos como okies, que perdieron sus granjas por la presi¨®n combinada de la Gran Depresi¨®n, las catastr¨®ficas tormentas de polvo que destruyeron las tierras de cultivo y la voracidad de los bancos. Steinbeck los conoci¨® mientras se documentaba para sus reportajes con la ayuda de Tom Collins, director de un campamento de acogida (inspirador claro del Jim Rawley de Las uvas...) en el que se trataba a estos "vagabundos de la cosecha" como a seres humanos. M¨¢s all¨¢ de sus l¨ªmites, los okies eran considerados como sucias e ignorantes bestias de carga de las que no se pod¨ªa prescindir pero a las que se despreciaba y maltrataba impunemente.
California, el para¨ªso de fruta y miel, la tierra prometida para aquellos desheredados hab¨ªa sido ya el destino de miles de inmigrantes chinos, filipinos y mexicanos a los que se explot¨® sin piedad y a los se termin¨® expulsando cuando empezaron a dar muestras de rebelarse o, si no tanto, de querer organizarse para defender sus derechos.
Era f¨¢cil mirar para otro lado cuando las v¨ªctimas no eran norteamericanos de pura cepa. Pero ser blancos y ciudadanos de Estados Unidos no salv¨® a los okies, que tambi¨¦n tuvieron que soportar salarios de miseria, condiciones infrahumanas de vida, odio y marginaci¨®n. Eso fue lo que Steinbeck puso por escrito, en reportaje y novela, y lo que Woody Guthrie cant¨®, despu¨¦s de subirse con su guitarra al techo de un tren rumbo a California.
Los vagabundos de la cosecha se completa con una serie de fotograf¨ªas de ¨¦poca, la mayor¨ªa de ellas de Dorothea Lange (1895-1960), contratada especialmente por una agencia del Gobierno para plasmar en im¨¢genes ese ¨¦xodo sin precedentes. Muestran campamentos improvisados, camionetas destartaladas, grupos familiares y escenas cotidianas de un dramatismo fuera de lo com¨²n. La imagen que titul¨® Madre emigrante se convirti¨® en s¨ªmbolo de la Gran Depresi¨®n.
Como se?ala Eduardo Jord¨¢ al final de su pr¨®logo, al leer los reportajes de Los vagabundos de la cosecha, escritos hace 70 a?os, "una cara flaca y oscura se apodera de nosotros. El fantasma de Tom Joad no ha abandonado esta tierra".
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