En casa del rey de los libros y otros viajes
En el pueblo gal¨¦s de Hay-on-Wye los libros son amados y la literatura florece en un festival ¨²nico
![Pablo Guim¨®n](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fa00af343-f7c5-486c-a36f-64d793d68cb2.jpg?auth=2090fde44dc3ebde7bf0c8161790a138d14fe6ac1aa7e387dbc197fc9f4fc50b&width=100&height=100&smart=true)
Subiendo una angosta escalera que surca las tripas del castillo medieval de Hay, convertido en una enorme y laber¨ªntica librer¨ªa, se accede a los despachos de Richard Booth, rey autoproclamado de Hay-on-Wye. El anciano monarca recibe sentado ante su majestuoso escritorio.
Por las carpas del encuentro han pasado en los ¨²ltimos d¨ªas cuatro premios Nobel
A su izquierda descansa, en estanter¨ªas de madera, la nutrida biblioteca de libros de danza del bailar¨ªn indio Ram Gopal (1912-2003), una de sus ¨²ltimas adquisiciones. Richard Booth se disculpa por no disponer temporalmente de la corona oficial, y se planta en la cabeza uno de esos objetos con los que los brit¨¢nicos cubren las teteras para que no se escape el calor, con el dibujo, eso s¨ª, de una corona. El rey estalla en una sonora carcajada y, cuando se recupera, empieza el relato de c¨®mo fund¨® este reino de libros.
"Vendo una tienda por 700 libras". El anuncio era del veterinario de Hay-on-Wye, y el edificio del que buscaba deshacerse era la antigua estaci¨®n de bomberos, en el centro del pueblo. Corr¨ªa el a?o 1962. Richard Booth, licenciado en Oxford, decidi¨® comprarla y montar una librer¨ªa de segunda mano. "Este Richard nos va a arruinar", se quejaba su madre, ante la brillante idea de su ¨²nico hijo de montar una librer¨ªa en un adormecido pueblo rural gal¨¦s.
Pero Richard Booth era un lun¨¢tico, un cabezota, un visionario, ll¨¢menlo equis. Y lejos de dar un paso atr¨¢s, se dedic¨® a adquirir m¨¢s edificios abandonados del pueblo (incluido el castillo) y a llenarlos de libros que compraba por todo el mundo. La idea era que un bello pueblo lleno de libros pod¨ªa ser una atracci¨®n tur¨ªstica internacional. Inexplicablemente, el tiempo le dio la raz¨®n. Ayud¨® su decisi¨®n de declarar la independencia del pueblo y autoproclamarse rey, a finales de los setenta.
Hay-on-Wye estaba por aquel entonces lleno de periodistas, pues hab¨ªa rumores de que se encontraba por all¨ª escondida Marianne Faithful. "Se qued¨® aqu¨ª conmigo un tiempo", asegura Booth, "y los periodistas la buscaron sin ¨¦xito durante d¨ªas, hasta que se cansaron. Un d¨ªa un tipo del Sunday Mirror me encontr¨® bebiendo en un pub y me pregunt¨® a ver qu¨¦ era noticia en Hay. Y yo le dije: 'Vamos a ser independientes y yo voy a ser el rey".
La noticia corri¨® como la p¨®lvora y, el 1 de abril de 1977, Richard Booth declar¨® la independencia de Hay-on-Wye. Emitieron pasaportes, billetes y t¨ªtulos nobiliarios. Tal fue el revuelo que las autoridades brit¨¢nicas tuvieron que realizar un desmentido.
Toda esa publicidad ayud¨® a los planes de Booth. Y Hay-on-Wye es hoy un ejemplo de desarrollo sostenible del turismo rural, y un modelo que se ha exportado a otros lugares. Hoy hay una decena de pueblos de libros por el mundo, unidos bajo la International Association of Booktowns (www.booktown.net), que preside el propio Booth. En 1999, Richard Booth public¨® su autobiograf¨ªa (My kingdom of books). Pero, de un tiempo a esta parte, otro personaje le ha estado haciendo sombra en el pueblo.
?l asegura que todo empez¨® en una partida de p¨®quer. Fue una noche de agosto de 1987. Peter Florence, entonces un chaval de 22 a?os, reci¨¦n salido de Cambridge, tuvo una buena racha y gan¨® un mont¨®n de dinero. D¨ªas despu¨¦s, ¨¦l y su padreencontraron un arriesgado proyecto en el que gastarlo.
El chico y el padre -Norman Florence, que fue director de la compa?¨ªa de teatro The Globe- utilizaron sus contactos para montar un modesto festival de literatura en el encantador pueblo donde se hab¨ªan instalado. En aquella primera edici¨®n del festival hubo tan solo 15 eventos. Nada en comparaci¨®n con los 452 que habr¨¢n tenido lugar durante estos 11 d¨ªas, cuando esta noche termine la 20? edici¨®n, "Es lo mismo que fue siempre, pero m¨¢s grande", asegura Peter Florence, de 42 a?os. El joven director reconoce que, con el tiempo, han conseguido "elevar el nivel de los invitados". Y el secreto est¨¢ en el p¨²blico. "A los escritores les atraen los buenos p¨²blicos, y aqu¨ª tenemos el m¨¢s abierto y culto del mundo". El pueblo se ha volcado en el proyecto, abriendo sus casas para alojar a los visitantes y aportando su trabajo desinteresado: m¨¢s de cien vecinos colaboran como voluntarios.
Cuenta Peter Florence que, cuando llam¨® a Arthur Miller para invitarle a la edici¨®n de 1989 del Hay, el gran dramaturgo estadounidense le respondi¨®: "?Hay-on-Wye? ?Es eso alg¨²n tipo de s¨¢ndwich?". Hoy esa frase adorna las camisetas del 20? aniversario del festival. Un d¨ªa soleado recibe a los visitantes que llegan en masas este segundo fin de semana. La gente guarda cola para sacar entradas, de entre seis y 14 libras, para alguno de los eventos que quedan. Unas 160.000 personas habr¨¢n asistido hasta esta noche a alguno de los actos de esta edici¨®n. Por estas carpas han pasado, en los ¨²ltimos 10 d¨ªas, cuatro premios Nobel (Wole Soyinka, Orhan Pamuk, Derek Walcott y Wangari Maathai), y tambi¨¦n una buena representaci¨®n de autores espa?oles y latinoamericanos, entre ellos, Javier Cercas, Almudena Grandes, Carmen Posadas, H¨¦ctor Abad Faciolince o Juan Gabriel V¨¢squez. El espa?ol es, probablemente, el segundo idioma m¨¢s representado en el festival, debido a que su reciente expansi¨®n internacional le ha llevado a abrir sucursales en Segovia y en Cartagena de Indias. Mar¨ªa Sheila Cremaschi, organizadora del festival segoviano, bromea cari?osamente sobre Peter Florence, que deambula impasible entre la multitud. "Yo le suelo decir que es como un papa", cuenta, "y a ¨¦l eso no le hace mucha gracia". Papas, reyes... hay de todo en este extra?o Hay-on-Wye. Pero algunos no se dan nunca por satisfechos. Richard Booth tiene la vista puesta en el pueblecito vecino de Talgarth, ajeno a todo este jaleo. "Voy a hacerme emperador de Talgarth", anuncia.
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