La 'aventura' de viajar a EE UU
Unos cien millones de personas figuran en una base de datos en un lugar no revelado
En la pared del consulado, en la Embajada estadounidense en Londres, vi proyectadas una serie de instant¨¢neas. Proced¨ªan de una base de datos situada en alg¨²n lugar de Estados Unidos, y mostraban mi rostro -con las ojeras y el cansancio del vuelo transatl¨¢ntico- tal como lo hab¨ªa captado la c¨¢mara del Departamento de Seguridad Interior, en el control de pasaportes, en cada una de mis entradas en Estados Unidos desde 2004. Junto a mi nombre, unas palabras: "Status de seguridad: No Desfavorable".
Seg¨²n las informaciones m¨¢s recientes que me ha suministrado la embajada, en esa base de datos -situada en un lugar no revelado- figuran en la actualidad unos cien millones de personas. El a?o pasado, la cifra que me dieron fue de unos sesenta millones. A este paso, de aqu¨ª a 10 a?os tendr¨¢n archivado el rostro de una buena parte de la humanidad.
En el informe de la comisi¨®n sobre el 11-S se puede leer con detalle c¨®mo los que cometieron aquellos atentados hab¨ªan obtenido sus visados
Hay unos 400 millones de entradas anuales por las fronteras terrestres, muchas de ellas de trabajadores. Los controles con M¨¦xico y Canad¨¢ se endurecen
En el curso 2003-2004, el n¨²mero de estudiantes extranjeros matriculados en universidades estadounidenses descendi¨® por primera vez desde 1971
No s¨®lo est¨¢n nuestras caras, sino nuestras huellas dactilares. Cuando uno va a Estados Unidos con un visado de intercambio acad¨¦mico, como hago yo todos los a?os, tiene que ir cada vez a la embajada y dejar que le tomen las huellas y que vuelvan a entrevistarle. Cuidado con hacerse un corte en el dedo la noche anterior, porque si el corte hace que la huella no coincida, hay que volver a casa y esperar a que cicatrice. Despu¨¦s de rellenar varios formularios, uno de los cuales pide los n¨²meros de tel¨¦fono de padres y hermanos (me imagino la llamada: "?Tiene o ha tenido usted un hijo llamado Timothy?"), hacerse una nueva foto de pasaporte de formato especial y pagar, no una, sino dos considerables cantidades de dinero, uno recibe una severa carta en la que le advierten que quiz¨¢ tenga que esperar delante de la embajada con tiempo "inclemente" y le dicen que no lleve tel¨¦fono m¨®vil (se puede guardar en la consigna de una estaci¨®n, sugieren). En mi carta dec¨ªan que contara con unas tres o cuatro horas para completar el proceso.
En la fortaleza que es la Embajada de Estados Unidos en Londres desde los atentados del 11-S, hay que pasar por una cabina en la que el chequeo de seguridad corre a cargo de empleados brit¨¢nicos. Cuando fui esta ¨²ltima vez, esos empleados brit¨¢nicos estaban siendo innecesariamente groseros con un visitante norteamericano al que acababan de estropear una valiosa pluma estilogr¨¢fica. Una vez dentro, hay una amplia sala, del tama?o de dos pistas de tenis, con filas y filas de gente sentada en sillas, como zombies, esperando a que salga el n¨²mero de su ticket en la pantalla electr¨®nica. Si el dedo sin cortar pasa el examen de la ventanilla n¨²mero 13, hay que volver a sentarse para esperar a que a uno le llamen para entrevistarle en la ventanilla n¨²mero 23, antes de volver a hacer cola para pagar otra cantidad por el mensajero que llevar¨¢ el pasaporte a casa. La escena me record¨® un verso que le¨ª una vez en un poema sobre la vida en Europa durante los a?os treinta: algo como "aquellos cuyo domicilio eran los pasillos de Europa / mientras esperaban a ser interrogados sobre su falta de culpa". Salvo que esos pasillos, ahora, son los de un consulado estadounidense.
Visados
Que quede clara una cosa: con todo lo tediosos que son esos procedimientos, entiendo a la perfecci¨®n por qu¨¦ los ha implantado Estados Unidos. En mi ejemplar del informe de la comisi¨®n sobre el 11-S puedo leer con detalle c¨®mo los hombres que cometieron aquellos atentados hab¨ªan solicitado y obtenido sus visados. Estaba justificado que endurecieran los tr¨¢mites.
Aun as¨ª, uno puede preguntarse sobre la eficacia de esa red de seguridad tan vasta y de tecnolog¨ªa tan compleja, puesto que todos los a?os viajan de Gran Breta?a a Estados Unidos tres millones de personas sin visado, gracias al programa de exenci¨®n para turistas. Adem¨¢s, la gran mayor¨ªa de las entradas en Estados Unidos no se lleva a cabo por aire ni por mar, sino por tierra, desde M¨¦xico y Canad¨¢. El c¨®nsul que ten¨ªa mi colecci¨®n de retratos involuntarios en su ordenador me dijo que se calcula la abrumadora cifra de 400 millones de entradas anuales por las fronteras terrestres, muchas de ellas de gente que va a diario a trabajar (es decir, que el n¨²mero total de visitantes es inferior al de entradas). Los controles con M¨¦xico y Canad¨¢ tambi¨¦n est¨¢n endureci¨¦ndose, pero, al parecer, muchos de esos visitantes siguen entrando s¨®lo con mostrar alg¨²n tipo de carn¨¦ al funcionario de la cabina, que les deja pasar en su coche sin m¨¢s. Es decir, hay un ansia de perfeccionismo a la hora de controlar la parte menos abultada y un aut¨¦ntico coladero en el control de los m¨¢s numerosos. Pero comprendo que hab¨ªa que empezar por alg¨²n sitio.
A lo largo de los a?os, he notado ciertos esfuerzos para hacer que el procedimiento sea un poco m¨¢s sencillo, facilitando la cum-plimentaci¨®n de formularios por Internet y el pago con tarjeta de cr¨¦dito por tel¨¦fono. Antes hab¨ªa que ir en persona a Barclays Bank -y s¨®lo pod¨ªa ser Barclays- para pagar el visado y obtener un recibo. Al cabo de siete a?os, por fin, el Gobierno de Estados Unidos se ha dado cuenta de que estamos en el siglo XXI.
Muchas veces, los problemas se deben a la actitud arrogante y suspicaz de los empleados locales, que son, por as¨ª decir, m¨¢s americanos que los americanos. En Londres, eso se traduce en brit¨¢nicos que tratan de forma prepotente a otros brit¨¢nicos. O, en el caso del incidente que presenci¨¦ en el control de seguridad, brit¨¢nicos que estaban tratando con prepotencia a estadounidenses, en nombre de Estados Unidos. Este fen¨®meno no es exclusivo de los norteamericanos, ni mucho menos. He o¨ªdo casos de experiencias semejantes (y peores) sufridas por solicitantes de visados con el personal local de los consulados brit¨¢nicos en Europa del Este. Una cosa es la teor¨ªa y otra la pr¨¢ctica.
Me detengo en estos detalles prosaicos porque son los que ofrecen las primeras impresiones que reciben cientos de miles de personas que desean trabajar, estudiar y vivir en Estados Unidos. Y las primeras impresiones son importantes. Lo que pretende Osama Bin Laden es que esas impresiones sean malas. Yo quiero que Estados Unidos le niegue esa satisfacci¨®n.
Desde los atentados del 11-S, algunas personas han renunciado a ir a Estados Unidos, en parte por esos pesados procedimientos y en parte por la impresi¨®n general de que el pa¨ªs se ha convertido en una fortaleza. En el curso 2003-2004, el n¨²mero de estudiantes extranjeros matriculados en universidades estadounidenses descendi¨® por primera vez desde 1971. En su lugar fueron a Gran Breta?a y Australia. Los rectores norteamericanos dieron la se?al de alarma. Condoleezza Rice dijo p¨²blicamente que era preciso invertir la tendencia. Porque, como no se cansa nunca de repetir el catedr¨¢tico de Harvard Joseph Nye, los estudiantes extranjeros contribuyen a reforzar el "poder blando" de un pa¨ªs. En tiempos m¨¢s recientes, parece que est¨¢ empezando a mejorar la tendencia. En 2005-2006 hubo m¨¢s de 560.000 alumnos extranjeros en las universidades norteamericanas.
Un lugar poco acogedor
Est¨¢ por saber qu¨¦ experiencia tienen durante su estancia all¨ª. Tengo la impresi¨®n de que, en los ¨²ltimos a?os, Estados Unidos ha sido un lugar un poco menos acogedor de lo que sol¨ªa, aunque sigue siendo uno de los pa¨ªses m¨¢s cordiales y generosos del mundo. En parte se debe al sentimiento nacional de asedio tras el 11-S, alimentado por la implacable ret¨®rica de Fox News sobre la "guerra contra el terror". En parte se debe tambi¨¦n al miedo a la competencia de pa¨ªses con salarios inferiores, un miedo que fomentan alarmistas demagogos como Lou Dobbs en CNN. Pero la atm¨®sfera cambia de un a?o a otro. Volver¨¦ a tocar este tema durante los pr¨®ximos meses, cuando escriba desde Estados Unidos; siempre, claro est¨¢, que mi condici¨®n de seguridad siga siendo No Desfavorable. Cuando llegue al control de pasaportes, pondr¨¦ una l¨¢nguida sonrisa para el ¨¢lbum secreto de fotograf¨ªas.
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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