Kurt Waldheim, Austria y el holocausto
Fallece el ex secretario general de la ONU que ocult¨® su pasado en una unidad de las SS
La figura, m¨¢s melanc¨®lica que tr¨¢gica, del ex presidente de Austria (1986-1992) y antiguo secretario general de la ONU (1972-1981), Kurt Waldheim, simboliza la de su propio pa¨ªs, sobre el que no cay¨® el oprobio de la barbarie nazi en medida comparable al de Alemania, aunque los hechos jam¨¢s justificaran una inmunidad que, en muchos casos, ha sido impunidad. El estadista muri¨® ayer en Viena a los 88 a?os, tras breve enfermedad.
La suya fue una vida en la que ocup¨® cargos de apasionante desempe?o que burocratiz¨® como si quisiera llegar a lo m¨¢s alto sin llamar la atenci¨®n de nadie. Entr¨® en el servicio diplom¨¢tico en 1945, cuando los aliados a¨²n se tomaban en serio la desnacificaci¨®n de Alemania, pero no le hac¨ªan el mismo honor a Austria. Nadie ignoraba que Adolf Hitler hab¨ªa nacido austriaco, y algunos nazis de primer¨ªsima vesania, como Seyss-Inquart, eran austriacos, pero para que se les incluyera en los m¨¢s altos cuadros sin¨®pticos del crimen, ten¨ªan que haber desarrollado su obra en Alemania.
Waldheim lleg¨® a ministro de Exteriores y, poniendo muy por delante su discreci¨®n, se convirti¨® a fin de los sesenta en candidato a la secretar¨ªa general de la ONU: era de un peque?o pa¨ªs europeo que no molestaba a nadie, el secretario saliente era asi¨¢tico, el birmano U Thant, y los anteriores hab¨ªan tenido mucho de escandinavos. Waldheim, adem¨¢s, era cat¨®lico, como la imperial Viena, y ya tocaba cambiar de luteranos y budistas.
Su temperamento afable, apacible y abordable contribuy¨® a granjearle dos mandatos, entre 1972 y 1981. Waldheim ten¨ªa entonces 63 a?os pero no quer¨ªa desaparecer, sino ¨²nicamente no hacer olas, y para ello fue elegido presidente de su pa¨ªs en 1986. Pero, una vez en palacio, la patente de corso que le hab¨ªa acompa?ado como una maga toda su vida, dej¨® de protegerle.
El cazanazis, tambi¨¦n austriaco, Simon Wiesenthal y otros rastreadores del Holocausto presentaron pruebas de que el presidente no lo hab¨ªa contado todo sobre su pasado. Waldheim hab¨ªa escrito que, herido en 1941 -antes de que comenzara a aplicarse la soluci¨®n final hitleriana-, pudo retirarse a Viena a estudiar. Pero una foto le mostraba como teniente en los Balcanes en 1943 y 1944, en una unidad de las SS que hab¨ªa eliminado a 42.000 jud¨ªos griegos, as¨ª como a miles de civiles yugoslavos.
En su autobiograf¨ªa, La respuesta, aparecida en 1996, reconoc¨ªa el error de haber ocultado esa parte de su historia, pero porfiaba en que su conducta hab¨ªa sido irreprochable. Puede que obediencia debida fuera la explicaci¨®n que se daba a s¨ª mismo, y ni siquiera es preciso que fuera un criminal de guerra, lo que, por otra parte, nadie ha probado; pero lo seguro es que hechos atroces se sucedieron en su vecindad sin que se sepa que tratara de impedirlos. El que est¨¦ libre de pecado que tire la primera piedra, pero su jefe, el general Alexander Lohr, muri¨® ejecutado.
Lo cierto es que, la opini¨®n austriaca, muy en su papel de paquete distra¨ªdo en el viaje al horror del nazismo, le redobl¨® su apoyo mientras gran parte del mundo no lo quer¨ªa ver ni en lontananza. Estados Unidos le retir¨® el visado y los viajes presidenciales al extranjero se redujeron a varias visitas al Vaticano, nada melindroso cuando se trata de estadistas cat¨®licos, y algunos pa¨ªses ¨¢rabes.
En una entrevista, casi de despedida, publicada por el diario vien¨¦s Der Standard en enero de 2006, se mostraba como v¨ªctima sacrificial, diciendo que si su caso hab¨ªa servido para que Austria se enfrentara a su pasado, daba por bueno "el precio pagado por ello".
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