Jon Sobrino. Radicalmente cristiano
Como no hay mal que por bien no venga, la ¨²ltima bronca que le mont¨® la curia vaticana a Jon Sobrino, que no fue ninguna tonter¨ªa, con notificaci¨®n incluida, ha servido para que este jesuita empecinado en la defensa radical de los m¨¢s oprimidos sepa lo que son los blogs. Aquellos d¨ªas de marzo de este mismo a?o, cuando resurgi¨® de las m¨¢s abruptas entra?as de la Tierra el Tribunal para la Doctrina de la Fe -l¨¦ase la Inquisici¨®n de nuestros d¨ªas- para tirarle de las orejas y echarle en cara, una vez m¨¢s en los ¨²ltimos 30 a?os, sus desviaciones sobre la l¨ªnea oficial, este cura amigo y compa?ero en El Salvador de Ignacio Ellacur¨ªa y monse?or Romero, este pastor que admite sin remilgos su vocaci¨®n revolucionaria, pudo leer una avalancha inaudita de reacciones a favor y en contra en los foros lib¨¦rrimos de Internet. Pese a lo encendido de algunos comentarios, Sobrino, por el contrario, guard¨® silencio. Se apart¨® del mundanal ruido quiz¨¢ un tanto asustado por el ambiente, aunque no por encararse a la autoridad, cosa que ha hecho toda su existencia aun a riesgo de que le mataran.
"El Vaticano me ha pedido varias veces que d¨¦ cuenta de mi teolog¨ªa. Creen que contiene errores, que es peligrosa"
"La tensi¨®n con algunos jerarcas de la Iglesia ha sido para mi habitual durante los ¨²ltimos treinta a?os"
"Que algunos pidan milagros a Dios cuando no tienen seguro social ni dinero ni nada, me parece muy bien"
"El Esp¨ªritu Santo no es un ministro de Asuntos Exteriores que designa embajadores. Es fuerza, no poder"
"La diabetes que sufro hace 30 a?os es ya compa?era. Si fuera san Francisco de As¨ªs, dir¨ªa 'la hermana diabetes"
De hecho, esta nueva llamada de atenci¨®n no va a hacerle bajar las orejas, al menos por lo que uno puede deducir despu¨¦s de dos horas de conversaci¨®n con ¨¦l sobre lo divino y lo humano. Si no lo consiguieron en los a?os setenta y ochenta los paramilitares salvadore?os que instauraron un m¨¢s que grotesco lema, "Haga patria, mate un cura", ni tampoco los grandes patriarcones centroamericanos, ni los mism¨ªsimos politicastros que ahogaban en esos d¨ªas con una bota militar el futuro de lo que consideraban el patio trasero de su casa con jard¨ªn del Norte, es dif¨ªcil que se asuste de los que han sido reci¨¦n investidos con nuevas p¨²rpuras. Si se salv¨®, aquel funesto y negro 16 de noviembre de 1989, de aquella matanza que despu¨¦s muchos han convertido en martirio, cuando unos salvajes entraron en la Universidad Centroamericana (UCA) y asesinaron sin miramientos a ocho de los suyos -seis compa?eros jesuitas y dos empleadas de la casa-, no debi¨® de ser en vano.
Le gusta rememorar uno a uno sus nombres, justo como cuando le dieron la noticia; primero le hablaron de Ignacio Ellacur¨ªa, despu¨¦s le enumeraron al resto de la lista: Segundo Montes, Ignacio Mart¨ªn-Bar¨®, Amando L¨®pez, Juan Ram¨®n Moreno, el salvadore?o Joaqu¨ªn L¨®pez-L¨®pez y, sobre todo, a quienes m¨¢s le indign¨® que pagaran aquella caza macabra: la empleada de la UCA Elba Julia Ramos, cocinera, y su hija Celina, de 15 a?os, testigos de una barbaridad que tuvieron la mala fortuna de encontrarse frente a frente.
Hoy, de paso por Madrid, lo recuerda todav¨ªa con la justa emoci¨®n, pero con la evidente cicatriz del paso del tiempo en su mirada limpia. Sobrino parece de esas personas sabias que han sabido extraer, sobre las tragedias m¨¢s injustas de la vida, conclusiones positivas. Por eso se muestra obsesionado por hablar; no de la inquina y el odio que arrebat¨® a los suyos y a quienes ¨¦l consideraba su familia de la faz de la Tierra, sino de la bondad que qued¨®. De la semilla que sembraron, del fin positivo de todas las cosas, aunque muchas veces sea necesario hacer verdaderos esfuerzos para llegar a ¨¦l.
El propio e ¨ªntimo sufrimiento ha sido su mayor fuerza. La conciencia de fragilidad que le da cada d¨ªa estar a expensas de los bajones de una diabetes muy aguda, y el hecho de haberse salvado por casualidad, gracias a encontrarse en Tailandia dando un curso, de su muerte segura, han forjado en ¨¦l una proverbial valent¨ªa. Una desafiante serenidad construida a base de esa autoridad que no pueden retar moralmente quienes se sientan en los sillones confortables de los despachos; esa altura que da estar en primera l¨ªnea del frente, expuesto a los m¨¢s feroces ataques, a morir incluso por un gramo extra de justicia.
Dice que pobres son quienes no tienen asegurado comer tres veces al d¨ªa; que ¨¦l, al fin y al cabo, es un privilegiado por disponer garantizada hasta la insulina. Pero pobres son tambi¨¦n para ¨¦l, mente privilegiada con cuatro carreras -teolog¨ªa e ingenier¨ªa entre ellas- que a los 18 a?os abandon¨® su Bilbao natal y a su familia para dejarse la piel en ese lejano El Salvador que le ha dado nacionalidad y sentido a su vida, quienes son pisoteados, humillados, arrastrados, heridos, injuriados... Todos aquellos sujetos siempre an¨®nimos que merecen reparo; esos desheredados para los que en su d¨ªa Leonardo Boff, el propio Ignacio Ellacur¨ªa, ¨¦l mismo y tantos otros comenzaron a predicar la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, esa doctrina revolucionaria que asusta tanto a los pr¨®ceres en los pasillos del Vaticano y que Juan Pablo II y ahora el papa Ratzinger se han empe?ado, con una fijaci¨®n obtusa, en enterrar. Pero Sobrino y los suyos parece que no van a dejar que se saque de ese hoyo ni una sola palada.
Con la Iglesia sigue usted topando. ?Cu¨¢ndo fue la primera vez?
Toparse en castellano significa alg¨²n tipo de encuentro inesperado o encontronazo. Y la Iglesia es una realidad de much¨ªsimos seres humanos. Con 68 a?os, en la Iglesia me he topado ante todo con Jes¨²s de Nazaret y despu¨¦s con otras cosas. Una, la primera, cuando yo ten¨ªa veintitantos a?os, con Juan XXIII, que hablaba de un Jes¨²s que bien puede hacer presente la Iglesia o que lo puede ocultar. Los jesuitas estamos en la Iglesia, y en ese sentido me he topado con el padre Arrupe, y en El Salvador me top¨¦ con algo que creo que en conjunto es lo mejor: campesinos, oprimidos, pobres, gente sencilla, con gran amor a los dem¨¢s y con mucha fe en Dios. Al espa?ol de hoy, esto le puede sonar a religiosidad f¨¢cil o superstici¨®n. Pero no tiene por qu¨¦ ser as¨ª. Gente que estaba decidida a arriesgar todo no por una causa, ni por pertenecer a tal o cual partido, sino por amor a los dem¨¢s. As¨ª surgieron entonces en El Salvador lo que yo llamo m¨¢rtires.
?Por qu¨¦ m¨¢rtires?
Son aquellos que en vida y en muerte se parecen a Cristo. En vida porque han tratado de defender al pobre, denunciar al opresor, y en muerte porque acaban crucificados en esa cruz que es terrible y expresi¨®n de un gran amor. El s¨ªmbolo de ese tipo de m¨¢rtir, con el que yo me top¨¦ -y cuando lo escribas pon que cuando pronuncio topar cambio el tono de voz, para aclarar, ?verdad?-, para m¨ª fue monse?or Romero. Pero es evidente que yo he tenido con otros sectores relaciones m¨¢s tensas, y estos d¨ªas se ha hecho p¨²blico que a varios de nosotros, entre ellos tambi¨¦n el padre Ellacur¨ªa, las congregaciones nos han cuestionado. A m¨ª, varias veces me han pedido dar cuenta de mis escritos porque creen que mi teolog¨ªa no es adecuada, que contiene errores, que es peligrosa. Estos d¨ªas se ha hecho p¨²blico en varios medios de comunicaci¨®n, tanto lo que ha dicho el Vaticano como lo que han expresado otros te¨®logos, muy respetables, que no comparten las amonestaciones. Y, por cierto, aprovecho para hacer una aclaraci¨®n: la carta estrictamente confidencial que escrib¨ª al padre Kolvenbach apareci¨® en la prensa sin mi conocimiento ni autorizaci¨®n. Volviendo al asunto. La tensi¨®n con esa porci¨®n de Iglesia, con algunos jerarcas, ha sido para m¨ª habitual durante 30 a?os. Ellos tambi¨¦n son Iglesia. Pero para m¨ª, ante todo, lo son quienes nos hacen presente a Jes¨²s. Yo me top¨¦ con esas gentes. Me ense?aron a vivir con esperanza, con menos ego¨ªsmo, con alegr¨ªa.
?Tambi¨¦n le ha marcado una cierta conciencia de superviviente, despu¨¦s de haberse salvado de una matanza o ver como ca¨ªan otros, como monse?or Romero?
Aquello fue un shock. Estaba en Tailandia precisamente dando un curso de cristolog¨ªa, hablando de pueblos enteros crucificados.
Ochenta mil en El Salvador...
As¨ª es. Pero le cuento c¨®mo recib¨ª aquella noticia. En Tailandia eran las doce de la noche y un amigo me llam¨® de Londres. Tuve la sensaci¨®n, por la hora, de que algo serio hab¨ªa pasado, y pens¨¦: Ellacur¨ªa. Mi amigo me pregunt¨®: "?Tienes papel y l¨¢piz? Han matado a Ellacur¨ªa, y a Nacho, y a Santiago Montes, y al padre L¨®pez-L¨®pez, y a Juan Ram¨®n Norea, y a Amando...", y as¨ª sigui¨®. Y ahora ya no siento ni el dolor, ni el shock, ni la indignaci¨®n de entonces, pero en el fondo me pasa lo mismo, como si me fueran quitando uno a uno jirones de piel. Pero mi m¨¢xima indignaci¨®n fue cuando me dijeron lo de la cocinera y una hijita suya, y si lo cuento no es para que suene l¨ªrico, es porque lo siento. Porque que mataran a Ellacur¨ªa era una barbaridad, pero ?c¨®mo no le iban a matar? Predicaba contra los sumos sacerdotes, los fariseos, el opresor..., no era sorpresa. Ahora, que mataran a una cocinera que pasaba escondida la noche en nuestra casa porque la guerra hab¨ªa llegado a la ciudad y no era seguro salir, eso superaba las reglas del mal. Qued¨¦ en silencio y pase¨¦ por una playa que estaba cerca con un compa?ero que ven¨ªa conmigo. En un momento me dijo: "?Has pensado por qu¨¦ no te han matado a ti?". Y me sali¨® una respuesta tomada casi de antiguas vidas de santos: "Pues se ve que no soy digno". No sab¨ªa qu¨¦ decir. Al d¨ªa siguiente hicieron all¨ª una misa, con un altar de flores precioso, y yo coment¨¦: "Tengo una mala noticia que daros: han matado a toda mi familia. Pero tengo una buena noticia tambi¨¦n: he vivido con gente buena". As¨ª pienso hoy d¨ªa.
?C¨®mo estas personas tan pr¨®ximas al martirio, que se han jugado el pellejo, no se las reconoce como a aut¨¦nticos Cristos en su Iglesia?
Yo tampoco lo entiendo. Me preocupa y a veces me indigna. Mi esperanza es que pronto, oficialmente o con alg¨²n signo eclesial que todo el mundo entienda, canonicen a monse?or Romero y a todos los m¨¢rtires latinoamericanos y del Tercer Mundo. Ya he dicho que me entristece que no ocurra. Pero tambi¨¦n he dicho que no me gusta ser profeta de calamidades. A veces pienso que los medios encubren muy interesadamente la maldad y las aberraciones, pero que encubren todav¨ªa m¨¢s la bondad. El amor de aquellas personas est¨¢ vivo en muchos. En sus aniversarios se juntan multitudes. ?Qu¨¦ hacen all¨ª? Recordar que han visto y o¨ªdo cosas buenas, y cuando digo buenas me refiero a ense?anzas que les han dado dignidad. Recuerdan, con l¨¢grimas, a hijos muertos, inocentes a los que han denigrado; que los han llamado comunistas, algo que all¨ª es equivalente a calificar a alguien de terrorista aqu¨ª.
Eran los tiempos de "Hagan patria, maten un cura"...
Exactamente. Y en esas procesiones, las madres les dicen a sus hijos que su padre no fue un criminal, sino un buen hombre, generoso, que se organiz¨® en movimientos pol¨ªticos y lo mataron. Luego, claro, all¨ª, Dios suena a algo real. Pero ?c¨®mo es Dios para ellos? Esa fuerza, ese misterio que ni vemos ni tocamos, de alguna manera nos conoce, nos quiere, nos da dignidad. Que luego le pidan milagros, a m¨ª me parece muy bien, porque si no tienen seguro social, ni dinero, ni nada, si Estados Unidos ni la Uni¨®n Europea les arreglan la vida, ?qu¨¦ van a hacer? Es cierto que ese misterio tambi¨¦n puede ser alienaci¨®n. Psic¨®logos, psiquiatras, economistas habr¨¢ que lo analicen, a m¨ª no me acaban de convencer del todo. Los que nada tienen, de Dios sacan fuerza para vivir, y en esto no veo alienaci¨®n.
No le convencen porque ustedes han visto en Dios una materia revolucionaria, m¨¢s que de resignaci¨®n.
Entiendo, entiendo. Estoy de acuerdo. Si no hay m¨¢s que ver. Jes¨²s de Nazaret, ?qu¨¦ dijo? Ay de ustedes los ricos, que han comido y han gozado, sufrir¨¢n. Los que pasan hambre, los que lloran, comer¨¢n y reir¨¢n. Esas palabras hay que hacerlas hist¨®ricamente eficaces, hay que buscarles modos concretos. Pensar en Jes¨²s, en Dios, as¨ª, entonces era y es revolucionario.
?Entonces? ?Cu¨¢ndo es entonces?
Los a?os setenta, ochenta. Todav¨ªa ahora queda algo. Revolucionario quiere decir eso: darle vuelta a las cosas. La revoluci¨®n no se da s¨®lo en el ¨¢mbito pol¨ªtico, sino en el humano; pensar distinto, tener esperanza, que no vivamos en un mundo sumamente injusto como el actual, con las democracias m¨¢s importantes a la cabeza. Una revoluci¨®n en la esperanza, en la caridad..., una famosa palabrita que ya no creo que se use...
Pues porque a la caridad, el sentido que le ha otorgado la Iglesia es el de esa propina para los pobres. ?Ustedes le han dado valor revolucionario?
De nuevo hay que distinguir cosas al hablar de la palabra Iglesia. Cierto es que hay una tradici¨®n y una doctrina de la Iglesia en que la caridad se entendi¨® m¨¢s como acaba de decir. Pero con Juan XXIII, incluso con Juan Pablo II, tiene m¨¢s que ver con el amor, con el sentido de la justicia. Con proclamar una verdad que defiende al pobre frente a quien le oprime. Pero yo tambi¨¦n creo en el equivalente a cari?o, ternura, delicadeza. Un ¨¢mbito del amor distinto al de justicia que humanizan personal y socialmente. Lo que no se puede admitir es el sentido que le daban algunas novelas del siglo pasado, en las que sal¨ªan marquesas que hablaban de "mis pobres", ?verdad? Y ojal¨¢ tampoco lo digan hoy, entre otros lenguajes, Iglesias, Estados, ONG.
Aun as¨ª, como concepto, sigue en crisis.
La justicia est¨¢ en crisis en la Iglesia. No creo que se vuelque hacia ella con todo el peso social que tiene. Y no digamos en la sociedad. Al viajar a Europa o a Estados Unidos no veo que los pueblos y sus Gobiernos vivan y se desvivan para que 2.000 o 3.000 millones de seres humanos puedan simplemente vivir...
Puede que la gente que tiene las necesidades cubiertas crea que ya ha pasado la revoluci¨®n, que no la necesita.
S¨ª, y se r¨ªen un poquito de todo esto. Pero es que la esencia que mueve el amor y los cambios est¨¢ en no empezar por uno mismo. Hemos ido aprendiendo cosas. Es normal que uno se fije en sus hijos; pero mientras no se salga de ese yo familiar, no hacemos nada y somos ignorantes.
En cuanto a se?alar a los pobres, a veces es la jerarqu¨ªa la que nos hace caer en la cuenta de que existen condenando determinadas pr¨¢cticas, como ha ocurrido en Madrid en la parroquia de San Carlos Borromeo que quieren cerrar.
Evidente. Me da tristeza que no haya creatividad cristiana para que la Iglesia institucional no resuelva estos problemas y no dialogue. Que los medios lo saquen a relucir puede ayudar. Pero debemos ir a lo profundo. Hay mucha gente..., religiosos silenciados que hacen una gran labor, pero no se sabe, no se difunde porque hoy existe un cierto miedo al bien. La bondad se silencia. ?Por qu¨¦? Porque nos viene a decir que es posible, que es asequible a todo el mundo, y que no se ejercita porque nos exige algo. No s¨®lo la heroica, la del d¨ªa a d¨ªa.
Quienes primero tienen miedo de hacer expl¨ªcita esa bondad parecen estar en la Iglesia, porque no es normal que a ustedes o a quienes andan por el Congo o comprometidos aqu¨ª con marginados se les azuce. Mucha gente se pregunta por qu¨¦ no se han salido ustedes. Qu¨¦ les hace seguir dentro de una organizaci¨®n que les maltrata.
Yo le contar¨¦ mi caso. No me he salido porque nunca se me ha ocurrido. He visto un "invierno eclesial", que dec¨ªa Karl Raher. Un retroceso en la entrega sincera a los pobres de este mundo. Pero sigo en la Iglesia. Porque veo un sentido en esta tradici¨®n de Jes¨²s que, al pasar por la Iglesia, por un lado se ha deteriorado much¨ªsimo. Eso, sin duda. En ella me entrego a Jes¨²s de Nazaret, con problemas fuera e inmensas incoherencias de la Iglesia con ese Jes¨²s, y con problemas dentro, mis limitaciones, ¨¦pocas de gran oscuridad; pero me encuentro en mi casa, con innumerables compa?eros con los que caminar. En esa casa siento una gran luz y ¨¢nimo en medio de las decepciones. Tambi¨¦n vengo de una tradici¨®n democr¨¢tica, cuyos Estados han asesinado a millones de seres humanos inocentes, violentamente, con bombas at¨®micas y convencionales, con torturas y guerras injustas, con pol¨ªticas comerciales que pueden aumentar la muerte por hambre. Y, sin embargo, hay seres humanos que honradamente pueden seguir esperando el advenimiento de la libertad, la igualdad, la fraternidad. Cuando preguntas a alguien por qu¨¦ no se sale de su visi¨®n democr¨¢tica, puede responder: porque est¨¢n representados todos los partidos y yo me apunto al que m¨¢s me convence. En la Iglesia, lo mismo. Hay varias tendencias.
Pero el Esp¨ªritu Santo siempre tiende a elegir a los mismos.
Bueno, el Esp¨ªritu Santo, as¨ª nombrado, con perd¨®n, es poco riguroso. No es el ministro de Asuntos Exteriores que designa embajadores. Es ese misterio que llamamos Dios, y que tiene fuerza; no poder, fuerza. A Dios lo empeque?ecemos seriamente cuando empezamos a hablar de ¨¦l en t¨¦rminos de poder. ?Para qu¨¦ le sirve la fuerza? Ah, para que los seres humanos hagamos el bien. El Esp¨ªritu no es eso que est¨¢ sobrevolando en un c¨®nclave...
Son met¨¢foras, padre, met¨¢foras.
S¨ª, pero met¨¢foras que desv¨ªan. Esp¨ªritu significa viento, fuerza. Yo, ?d¨®nde lo he encontrado? En Juan XXIII, en Arrupe, en un compa?ero jesuita, Javier Ibisate, que acaba de fallecer; lo ve¨ªa en Gorbachov, se ve en los campos de refugiados de Bukavu... Cuando he estado con gente que ha dicho: aqu¨ª nos quedamos. Ya est¨¢.
Aun as¨ª, y aunque crea usted que la Iglesia no es poder, que resulta evidente que lo es, siempre se fija en los mismos.
La Iglesia debe ser ante todo fuerza, pero, en la realidad, tambi¨¦n es poder. Lo s¨¦ muy bien. El esp¨ªritu a veces no est¨¢ en la Iglesia cuando no se hace el bien, sino el mal. Pero est¨¢ cuando somos fieles a Jes¨²s. Dice ¨¦l en el Evangelio de Lucas: "El esp¨ªritu est¨¢ sobre m¨ª, me ha configurado. ?Para qu¨¦? Para dar vista a los ciegos, para hacer caminar a los cojos, para anunciar una buena noticia y para liberar a los pobres. ?l comprende as¨ª al Esp¨ªritu. Entonces, ?d¨®nde lo veo yo? ?Donde est¨¢ el poder? No. Ah¨ª es donde aprecio lo que constituye a los seres humanos, que lleva tambi¨¦n al ego¨ªsmo, al sometimiento, a la falta de entendimiento. Esta sociedad necesita esp¨ªritu, y no s¨®lo esp¨ªritu cr¨ªtico, sino otras cosas; esp¨ªritu que nos d¨¦ fuerza para la reconciliaci¨®n.
?D¨®nde?
Aqu¨ª, en ?frica, en Naciones Unidas...
Ya, porque eso le iba a preguntar. Pese a lo lejos que le queda Espa?a, ?c¨®mo ve el conflicto en el Pa¨ªs Vasco, que es su tierra natal? Ya notar¨¢ c¨®mo andan por aqu¨ª los cuchillos. ?Tendr¨¢ su opini¨®n?
No soy muy amigo de tener s¨®lo opiniones. Leo ahora los blogs, que est¨¢n llenos de eso, de opiniones. Y se pueden decir cosas verdaderamente disparatadas. Ante asuntos serios no me gusta expresar s¨®lo opiniones. Yo, ?qu¨¦ observo? Se ha llegado aqu¨ª a un buen vivir que es en la pr¨¢ctica un absoluto, un ¨ªdolo, y eso dificulta muchas cosas. Esto lo tengo meditado, no es s¨®lo una opini¨®n para un blog...
Le tienen obsesionado los 'blogs'. No los lea, hombre. No conducen a la felicidad.
Bueno, pero son una realidad, como los partidos de f¨²tbol. Hay partidos en los que 44 piernas corriendo equivalen casi al presupuesto de un pa¨ªs africano como Chad. Que eso ocurra...
Es pornogr¨¢fico.
Obsceno, yo lo he escrito. Eso me impacta. Lo de ETA, por otra parte, es serio, evidentemente. Yo soy de all¨ª, pero no tengo f¨®rmulas. Mi esperanza es, a medio plazo, humanizar aquello..., gentes, ideas, esperanzas. No s¨¦ cu¨¢nto llevar¨¢.
Al menos una generaci¨®n. Pero veo que a usted no le preocupa el hecho de que tenga que haber una negociaci¨®n tarde o temprano, que es evidente, sino c¨®mo curar¨¢ esa herida despu¨¦s de a?os de violencia.
Supongo que acabar¨¢ con alg¨²n tipo de negociaci¨®n. Pero eso lo hacen seres humanos. Se debe hacer con perspectiva pol¨ªtica para que salga bien; pero todo eso, adem¨¢s, debe tener en cuenta el factor humano. No me es f¨¢cil hablar de esto. Tengo esperanza en que podamos vivir humanamente unos con otros. Y eso significa no tener miedo a no poner el problema en t¨¦rminos de vencedores y vencidos. Algo de eso he aprendido en El Salvador. La esperanza de reconciliaci¨®n es posible, los seres humanos pueden perdonar.
?Qu¨¦ le ha molestado a la Iglesia de su idea de Cristo? ?Por qu¨¦ llevan 30 a?os mare¨¢ndole?
Bueno, se ha hecho p¨²blico. En el Vaticano dicen que yo presento a un Cristo muy humano, cercano a los pobres, y que eso les parece bien, pero que no expreso con suficiente claridad su divinidad. Hay te¨®logos capaces y responsables que piensan que mis escritos no incurren en esos peligros.
A lo mejor es que esa divinidad es radicalmente humana.
S¨ª, s¨ª, s¨ª, es que est¨¢ en la doctrina m¨¢s tradicional de la Iglesia. La clave est¨¢ en c¨®mo esa divinidad se ha hecho visible. En la fe cristiana, a diferencia de otras, se da un paso crucial, y no as¨ª en otras: que ese misterio se hizo presente. Que Jes¨²s es el sacramento. Fue Jes¨²s de Nazaret el que dice tener una idea de humanidad. Los bienaventurados, los sencillos, los limpios de coraz¨®n, quienes luchan y trabajan por la paz y la justicia. Es el de la palabra del Buen Samaritano.
Es el mismo Jesucristo, entonces, quien pone en evidencia esa doctrina. Su mensaje radical es humanismo. ?C¨®mo la jerarqu¨ªa no lo entiende, o ese tribunal...? Por cierto, ?c¨®mo es ese tribunal?
Pues un tribunal que se re¨²ne en Roma, que analiza los aspectos teol¨®gicos y juzga si est¨¢n o no de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
?Pero usted ha estado?
No, mi contacto ha sido por escrito.
?Qu¨¦ les ha dicho?
Pues lo que se ha hecho p¨²blico. Que el misterio de Dios se hizo presente en Jes¨²s. Que es la encarnaci¨®n del hijo eterno del padre que es divino, pero que lo que nosotros vemos es el producto de esa encarnaci¨®n. Que el misterio de Dios pasa por este mundo en ¨¦l y que estuvo a merced de los poderes de este mundo; por eso no me gusta llamarlo omnipotente, porque lo insultan, y ¨¦l no tiene m¨¢s que dejarse insultar y acabar en la cruz. Lo que podemos saber de ¨¦l es lo que se ha hecho presente aqu¨ª. Hay te¨®logos que hablan de un Dios crucificado. Jes¨²s es esa realidad humana, transparente, que tambi¨¦n se ha visto en otros.
Y esa divinidad que ha apreciado usted en otros estaba en los m¨¢rtires de El Salvador. ?Se siente usted una especie de ap¨®stol de ellos al haber sobrevivido?
Jes¨²s se ha hecho presente de una manera especial, pero, indudablemente, ese Dios se ha hecho presente adem¨¢s en muchos otros. En Ellacur¨ªa, en monse?or Romero..., en muchos. En cuanto a lo de sentirme ap¨®stol de ellos, pues s¨ª, pero sin dramatizarlo. No tengo conciencia en absoluto de haber llevado la antorcha de Ellacur¨ªa, pero s¨ª siento una fuerza que me empuja a seguir por ese camino, con la idea de pertenecer a una tradici¨®n, a un grupo.
?C¨®mo les recuerda?
Cada uno ten¨ªa su forma de ser. Ellacur¨ªa era ocho a?os mayor que yo y era el disc¨ªpulo predilecto de Zubiri, y ¨¦ste lo llamaba a ¨¦l; era un fil¨®sofo impresionante que us¨® su conocimiento para bajar de la cruz a los crucificados. Ten¨ªa las limitaciones de todo ser humano, pero esa idea de que en El Salvador se encontr¨® con un cuerpo crucificado...
Que deb¨ªa liberar...
As¨ª es. Eso era lo positivo. Y, simult¨¢neamente, enfrentarse a todos aquellos que han crucificado a los pueblos.
Era todo un radical, ?no?
S¨ª, pero radical con amor radical al pueblo v¨ªctima. Tambi¨¦n fue un fil¨®sofo cr¨ªtico. No aceptaba cualquier enfoque de Dios cr¨¦dulamente. Se mov¨ªa como fil¨®sofo en un mundo donde Dios no era lo evidente.
?Usted tambi¨¦n?
S¨ª, claro, los fil¨®sofos de ahora son agn¨®sticos.
Pero eso les habr¨¢ ocasionado enormes y permanentes crisis de fe.
Algunas. De Ellacur¨ªa, que no era nada cr¨¦dulo, he escrito que luch¨® con Dios, como Jacob. Y pienso que Dios le venci¨®. Aquello no fue para ¨¦l una cosa sencilla. Uno lee a Nietzsche y ve que es un ateo como Dios manda... Ateo, eh, en serio, no un ate¨ªllo. Pero Ellacur¨ªa, por otra parte, vio en otros, como en monse?or Romero, a alguien que ten¨ªa presencia de Dios. Y lo dijo. Tres d¨ªas despu¨¦s de que lo mataran: "Con monse?or Romero, Dios pas¨® por El Salvador". Y eso domin¨® en ¨¦l m¨¢s que otras cosas.
O sea, que ustedes vieron en Romero a un santo.
M¨¢s. Esa palabra no describe la calidad de mi experiencia.
?M¨¢s que a un santo?
No encuentro t¨¦rminos apropiados. Su palabra, su compasi¨®n no s¨®lo nos remit¨ªa a Dios, sino que hac¨ªa a Dios presente.
Esto, algunos lo podr¨ªan ver como una blasfemia.
Espero que no. Romero no era un intelectual, como Ellacur¨ªa. Incluso fue moderado y cambi¨® a ra¨ªz del asesinato de Rutilio Grande. Entonces se convirti¨® en un decidor de la verdad. Claro, la verdad en El Salvador era denunciar una opresi¨®n espantosa. Sus homil¨ªas eran terriblemente duras, pero consoladoras. Su ¨²ltima homil¨ªa fue dur¨ªsima contra la Guardia Nacional. Se dirigi¨® a ellos diciendo: "Nadie est¨¢ obligado a obedecer una orden de matar. En nombre de Dios, y en nombre de este sufrido pueblo, les ruego, les pido, les ordeno cesen la represi¨®n".
Eran ustedes duros. Porque llegaron a justificar la violencia en algunos casos.
Es una verdad mucho m¨¢s compleja. La violencia hab¨ªa comenzado mucho antes de que ellos hablaran. Proven¨ªa del lado de la opresi¨®n criminal de la derecha que mataba a la gente, algunos se organizaron para combatirla a diversos niveles, uno de ellos armado. Ellacur¨ªa habl¨® de la redenci¨®n de la violencia, y una de las condiciones para eso es, primero, cargar con ella. Yo s¨¦ que es terrible, pero es eso, estar dispuesto. Aunque antes hay que erradicar tambi¨¦n las causas que le dieron origen. Lo que ten¨ªa de carga nuestra posici¨®n era eso, erradicar la pobreza; acabar con las estructuras econ¨®micas, sociales, pol¨ªticas..., transformarlas. Pero cargar con la violencia quiere decir que te den, as¨ª, como suena. Habl¨® de poner fin de manera negociada a la situaci¨®n salvadore?a. De humanizar la violencia. Pero eso es algo muy creativo. ?C¨®mo se hace? Aportando verdad, comprensi¨®n, perd¨®n; ofreciendo perd¨®n; aceptando perd¨®n. A Ellacur¨ªa, qu¨¦ curioso, lo mataron cuando ¨¦l estaba negociando la paz. Era consciente. Me lo dijo: "Ahora que estoy trabajando por la paz es cuando me pueden matar". Y no cuando defend¨ªa la resistencia a la violencia. Pero lo dec¨ªa con serenidad.
Esa diabetes le hace a usted m¨¢s fuerte, si cabe.
Nunca he hecho drama de ella. Desde hace m¨¢s de treinta a?os soy diab¨¦tico. Me quita energ¨ªas. Hay momentos peores, una vez tuve un coma, pero la diabetes ya es compa?era; si fuera san Francisco de As¨ªs dir¨ªa: "La hermana diabetes". Pero yo vivo porque puedo comprar insulina, que es cara, y tiritas para medir el az¨²car. Puedo vivir, mientras que quienes yo defino como pobres, es decir, aquellos que no dan la vida por supuesta, espero que me comprendan.
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