Cuando se pare el p¨¦ndulo
No s¨¦ si existe en Espa?a una cultura de izquierdas, pero si existe, entonces es un hecho que vive desde hace unos a?os saturada de memoria. Memoria es ahora mismo la palabra de moda: la reivindican los pol¨ªticos, los cineastas, los escritores, los periodistas; incluso los pedagogos, que hasta hace poco parec¨ªan considerar la memoria como una r¨¦mora de la educaci¨®n franquista, la est¨¢n defendiendo de nuevo. La ley del p¨¦ndulo es inexorable y, tras varias d¨¦cadas pas¨¢ndonos por el forro la memoria personal y colectiva -porque entonces tocaba ser muy modernos y olvidar cuanto antes nuestro tremendo pasado de cabreros-, esto ten¨ªa que ocurrir. Sobra decir que est¨¢ muy bien que ocurra: al fin y al cabo, la memoria es la materia de la que estamos hechos; al fin y al cabo, sin memoria no hay conocimiento, ni lenguaje, ni identidad personal, ni posibilidad de una vida plena, ni pr¨¢cticamente nada de nada. Est¨¢ muy bien que ocurra, pero ?y el olvido? ?Nos hemos olvidado del olvido? ?Es s¨®lo el malo de la pel¨ªcula y no contiene ni la m¨¢s ¨ªnfima part¨ªcula de bondad? ?Hay alg¨²n valiente que se atreva a reivindicarlo?
?Hay alguien por ah¨ª?
S¨ª: con todos ustedes, Rogelio Moreno. Moreno fue un profesor de filosof¨ªa que poco antes de morir, joven y de forma repentina, termin¨® el ¨²nico libro que escribi¨®: La farmacia del olvido. Se trata de un libro singular: pese a su t¨ªtulo, es cualquier cosa menos un manual de autoayuda -esos libros de filosof¨ªa de los que se ha extirpado cualquier rastro de filosof¨ªa-; yo supongo que lo m¨¢s c¨®modo ser¨ªa decir que es un ensayo filos¨®fico, aunque, tanto por su contenido militantemente asistem¨¢tico como por su forma demorada, fragmentaria y digresiva, est¨¢ m¨¢s cerca de ciertos libros inclasificables de Antonio Machado y de S¨¢nchez Ferlosio -por mencionar dos nombres pr¨®ximos- que de cualquier ensayo al uso; es, en todo caso, un libro sabio y jovial, de lectura grat¨ªsima, fruto de quince a?os de trabajo y de toda una vida de lectura y reflexi¨®n, que propone un paseo por un frondoso repertorio de asuntos -desde el cine hasta la tragedia griega, pasando por la literatura, los mitos y el f¨²tbol- que guardan alguna relaci¨®n con el olvido. Moreno, sin embargo, no formula exactamente una tesis: formula m¨¢s bien una paradoja; no afirma que sin memoria pueda existir conocimiento, lenguaje, identidad personal o posibilidad de una vida plena: afirma que nada de ello puede existir sin que exista tambi¨¦n una cierta dosis de olvido, o que no es menos imposible vivir sin memoria que vivir sin olvido. Borges imagin¨® con precisi¨®n a un muchachito argentino que pose¨ªa m¨¢s recuerdos de los que han tenido los hombres desde que el mundo es mundo y cuya memoria vertiginosa no s¨®lo le imped¨ªa dormir -porque "dormir es distraerse del mundo"-, sino tambi¨¦n pensar, porque, igual que generalizar es la mejor manera de equivocarse, pero tambi¨¦n la ¨²nica de entenderse, pensar "es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer", de modo que una memoria perfecta equivale casi a una perfecta idiotez. En cierto modo, La farmacia del olvido propone extender esta verdad a todos o casi todos los ¨¢mbitos de la experiencia: Moreno argumenta que no hay cultura ni goce est¨¦tico ni posibilidad de generosidad o compasi¨®n o coraje sin alguna forma venial de olvido; tampoco hay amor -que antes que cualquier otra cosa consiste en el olvido de uno mismo para vivir en el otro-, ni sobre todo capacidad de vivir una vida plena, puesto que el olvido es un ant¨ªdoto infalible contra la fosilizaci¨®n personal: necesitamos olvidar parcialmente para dejar de ser nosotros mismos, para ser de nuevo o para ser otros, para emanciparnos de la esclavitud del yo y conquistar la felicidad de ser otro sin dejar de ser uno mismo, que es quiz¨¢ la ¨²nica forma concebible o sensata de felicidad. "La felicidad es el olvido", escribe Nietzsche. "Quien no sabe instalarse en el umbral del instante, olvidando todo lo pasado, no sabr¨¢ jam¨¢s en qu¨¦ consiste la felicidad; peor a¨²n: nunca har¨¢ nada que haga felices a los dem¨¢s".
El libro de Moreno se ha publicado este a?o; el a?o pasado, su viuda, Imma Mons¨®, public¨® otro libro singular. Se titula Un hombre de palabra y no es una novela ni unas memorias, pero a su modo participa de ambas cosas y es alguna m¨¢s: ante todo, una arrebatada y l¨²cida y feroz e hilarante declaraci¨®n de amor absoluto al marido muerto y un arrebatado y l¨²cido y feroz e hilarante alarido de dolor por el marido muerto, pero tambi¨¦n una forma de duelo y una reflexi¨®n acerca del modo en que los muertos perduran en los vivos y un exorcismo que s¨®lo concluye cuando el muerto se convierte en la segunda piel del vivo, en "un recuerdo que, si bien lo miras, se parece mucho al olvido". No sin alguna perplejidad, hacia el final de su libro Mons¨® constata que La farmacia del olvido es lo m¨¢s vivo que le ha legado el muerto; esto tambi¨¦n es singular: un libro escrito para vindicar el olvido acaba convertido en un arma p¨®stuma e involuntaria contra el olvido. O quiz¨¢ no es tan singular. Quiz¨¢ es s¨®lo una m¨¢s de las paradojas del olvido: recordamos para no olvidar, pero s¨®lo el olvido nos permite el recuerdo. Me pregunto si lo anterior, que vale para la memoria personal, vale tambi¨¦n para la colectiva. Mucho me temo que s¨®lo lo sabremos cuando se pare el p¨¦ndulo.
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