Familias al raso en La Cornisa
Un grupo de rumanos vive en tiendas de campa?a y caba?as improvisadas en el parque de la Gran V¨ªa de San Francisco el Grande
Una mujer de 21 a?os y su pareja de 22 lavaban ayer su ropa interior en un barre?o sobre un banco del parque de La Cornisa, justo debajo del flamante jard¨ªn de Las Dalias inaugurado el pasado 7 de mayo por el alcalde Alberto Ruiz-Gallard¨®n. Al poco rato, comenzaron a montar una tienda de campa?a entre los ¨¢rboles mientras los ni?os del vecindario, que iban a dormir anoche en sus camas, apuraban la tarde con juegos y columpios.
Bajo la sombra imponente del muro trasero de San Francisco el Grande, entre la Gran V¨ªa hom¨®nima y la calle del Rosario, un grupo de "unos 20 rumanos", calculan en el barrio, duerme "desde hace semanas" en dos puntos del parque. La pareja de j¨®venes que se afana con la colada asegura que la de ayer iba a ser su primera noche al raso. "Me qued¨¦ sin trabajo y no puedo pagar mi casa", explica ¨¦l, un muchacho rubio con los brazos cubiertos de tatuajes.
El Ayuntamiento calcula que 1.339 personas viven en la calle, y las ONG, 6.000
Los inmigrantes guardan sus enseres en las alcantarillas durante el d¨ªa, seg¨²n un vecino
La Plataforma Vecinos de las Vistillas, que pele¨® durante a?os por la construcci¨®n del parque, denuncia la situaci¨®n sin cargar las tintas contra los inmigrantes que, asegura, no dan problemas. Fernando Delgado, uno de sus miembros, sospecha que "existe la intenci¨®n deliberada de que la zona se degrade" para ayudar a los "movimientos especulativos". As¨ª, dice Delgado, personas que no son admitidas en otras zonas del centro, tienen "v¨ªa libre" de las autoridades para asentarse en La Cornisa.
Alberto, un vecino del barrio, de 58 a?os, explica que los rumanos guardan "sus peroles para cocinar y otras cosas" en los registros y alcantarillas que pespuntean el parque. "No son gente conflictiva", opina Alberto, que explica que s¨®lo van a la zona para comer y dormir.
El Ayuntamiento calcula que 1.339 personas viven en la calle en la capital seg¨²n un censo realizado por 400 voluntarios en la noche del pasado 12 de diciembre. C¨¢ritas y otras ONG que ayudan a estas personas estiman, sin embargo, que esta cifra rondar¨ªa las 6.000.
Hacia el fin de la tarde de ayer empezaban a llegar a m¨¢s personas a La Cornisa para llenar las tres tiendas del terreno de arena. Mar¨ªa, una vecina de 55 a?os, asegura que hace 15 d¨ªas la concentraci¨®n de inmigrantes y tiendas era "mucho mayor, y ocupaban todo ese frente", cuenta mientras se?ala un murete de ladrillo que cierra el parque.
Unas ni?as gitanas que estaban poco antes cerca de la Plaza Mayor aparecen con varias barras de pan y su padre llega poco despu¨¦s empujando un carrito de la compra con dos aparatos de aire acondicionado que acababa de recoger de la basura en la calle Toledo. En el talud que desciende hacia la ronda de Segovia, la cuesta de las Descargas, cuatro hombres m¨¢s pasan la tarde d¨¢ndole a la litrona y preparando la cena. Tres de ellos aseguran ser familia, dos hermanos y un cu?ado. Son habladores y el olor del guiso que cuecen con alcohol de quemar, (pescado en conserva, patata, pimiento, tomate, cebolla y aceitunas verdes) atestigua que son buenos cocineros. "?Mira, mira, as¨ª se baila m¨²sica tsigane [z¨ªngara]!", gesticula Petre, mientras se mueve al ritmo de un radiocasete a todo trapo.
Los hombres duermen en una caba?a de fortuna que han fabricado bajo un abeto con pl¨¢sticos, cartones y contrachapado. Aseguran que llevan tres semanas en Espa?a y que no tienen trabajo a pesar de conocer el oficio de alba?il. Hablan muy bien el castellano para llevar tan poco tiempo en Madrid, rareza que justifican por las telenovelas mexicanas que se ven en Rumania.
Los tres hombres saben que tienen que llevarse bien con los vecinos y por eso afirman ensuciar lo menos posible. Piden ayuda, "una casa", pero explican que est¨¢n acostumbrados a la vida n¨®mada de carro y caballo "con toda la familia dentro", la que hac¨ªan en su pa¨ªs. "?Fotos no, que viene la polic¨ªa y nos tenemos que ir!", salta uno de ellos cuando se esgrime c¨¢mara.
Los vecinos que sal¨ªan del centro de d¨ªa para mayores y los pisos tutelados de la calle del Jerte, el edificio m¨¢s cercano a las tiendas, se mostraban comprensivos ante el campamento improvisado aunque dos ancianos se quejaron de la suciedad y el ruido que, afirman, causan los inmigrantes.
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