?Era esto la izquierda?
Celebr¨¦ el giro municipal gallego cantando, pu?o en alto, el himno de la vieja URSS con Siniestro Total y Ant¨®n Reixa en los Jardines M¨¦ndez N¨²?ez de A Coru?a. El grupo de Juli¨¢n Hern¨¢ndez cumple 25 a?os y a los rockeros les gusta soplar velas. La URSS se extingui¨® hace muchos a?os y, ahora que buscamos letra al del Estado espa?ol, el coro sovi¨¦tico me parece tan hermoso como una medalla ol¨ªmpica. Teresa Salgueiro, musa lisboeta que tambi¨¦n andaba por all¨ª, sonre¨ªa cuando oy¨® Galicia Can¨ªbal, fai un sol de carallo. Hablamos el mismo idioma pero hay palabras inconfundibles que suenan distintas a uno y otro lado de la frontera. Himnos de un tiempo de energ¨ªa punk que soplaba desde la r¨ªa de Vigo y cuyo vendaval de emociones no ha amainado todav¨ªa. Siempre sostengo que somos un astillero propicio para el rock, que estamos hermanados con Liverpool y Manchester y Dubl¨ªn, aunque los gaiteiros se hayan llevado la mejor parte del banquete.
El caso es que la Galicia de ahora tiene mejor pinta que la de hace dos a?os. Tampoco para tirar foguetes, pero los indicadores del paciente son mejores. Me refiero no s¨®lo a las cifras macroecon¨®micas sino tambi¨¦n a ese desperazamiento del mundo rural, para muchos ag¨®nico, y la consolidaci¨®n de una ¨¦lite urbana y profesional en todas las ciudades mayores de 30.000 habitantes que conforman ya una masa cr¨ªtica deseosa del cambio e impulsora de nuevas rutas empresariales. El cambio pol¨ªtico est¨¢ ah¨ª y creo que es consecuencia m¨¢s que nada, pese a muchos pol¨ªticos, de ese ansia de entrar sin complejos culturales ni extra?as supersticiones y melancol¨ªas en la autov¨ªa del gran mundo. Cuando sepamos integrar el mundo rural en la posmodernidad se habr¨¢ resuelto gran parte del problema.
La arriesgada apuesta pol¨ªtica del bipartito (tres es una org¨ªa, como pasa en Catalu?a) est¨¢ resultando un matrimonio de conveniencia de esos que no da que hablar. Una pareja bastante silenciosa para reprocharle de momento l¨ªos de faldas o trasiegos de alcobas. El nacionalismo a ultranza de unos queda mediatizado por la alergia nacionalista de otros. Ustedes saben a lo que me refiero. Ah¨ª en medio -con Paco V¨¢zquez en el Vaticano para gloria de Dios y Fraga en el Senado- puede haber pacto para largo sin que tengamos que padecer ese "s¨ªndrome croata" que sacude como el demonio a los pueblos sin patria.
Castelao no fue para suerte nuestra Sabino Arana, sino un rianxeiro que supo leer con humor gr¨¢fico y filos¨®fico el problema de la identidad y las miserias de la emigraci¨®n. Rosal¨ªa de Castro, gran madre de nuestros lamentos, tampoco cumple la funci¨®n de un Jos¨¦ Mart¨ª en el santuario revolucionario. Su romanticismo es m¨¢s del tipo H?lderlin o Heine o Emily Dickinson. Poes¨ªa rom¨¢ntica para inflamarnos de gozo cuando invocamos en la distancia las campanas de Bastavales. Los s¨ªntomas est¨¢n ah¨ª, la transici¨®n se ha operado, los grandes municipios est¨¢n en manos de la izquierda y hay que frotarse los ojos para reconocer una nueva realidad tantas veces anunciada. ?Era esto todo lo que nos hab¨ªan prometido y que esperamos durante tantos a?os? ?Es normal seguir viendo a Gayoso en la TVG y a Feijoo apagando el fuego de nuestros montes? ?Echamos de menos a Beiras o estamos inmersos en la alarizaci¨®n de nuestro territorio? ?Lograremos hacer algo interesante con la Cidade da Cultura o dejaremos pasar el tren?
Son preguntas ret¨®ricas cuya respuestas, como hizo Dylan, hay que encontrarlas en el viento que sopla porque no estamos todav¨ªa acostumbrados a un aterrizaje suave en medio de la nada. M¨¢s bien da la impresi¨®n de que un miedo al fracaso asalta a nuestros pol¨ªticos -Touri?o a la cabeza- y que hay cierto agarrotamiento muscular en el tejido administrativo. Es bueno que esta nueva bisexualidad del poder gallego asuma m¨¢s riesgos en su vida de pareja. Reclamamos un mayor coraje para afrontar no s¨®lo los cuatro a?os de gesti¨®n cubriendo el expediente, sino considerar que muchos ciudadanos no van a esperar en renovar la confianza a quienes se les pide coraje y un golpe de tim¨®n definitivo en la Galicia que se quiere poner en hora con el resto del mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.