La uva de la felicidad
Uno no sabe por qu¨¦ hace 35 a?os -tanto ya- compr¨® un libro de un narracanario, Juan Cruz Ruiz, Cr¨®nica de la nada hecha pedazos, a quien uno ha le¨ªdo mucho, todos estos a?os, en este papel como Juan Cruz, y lo ha le¨ªdo bastante, como Juan Cruz Ruiz, y piensa uno, como la contracubierta, que en aquel primer t¨ªtulo est¨¢ -hecha pedazos- la cr¨®nica de su literatura, que tiene mucho que ver con la memoria -esa palabra reiterativa en su obra literaria-. A Juan Cruz Ruiz le est¨¢ saliendo, desde hace cuatro o cinco libros, un sarpullido de magua, palabra aut¨®ctona canaria (vide p¨¢gina 180), y que le hace pensar, bien en la foto de los suecos -un libro estupendo de hace unas temporadas-, o en su madre, o en s¨ª mismo, en su relaci¨®n con las mujeres -qu¨¦ riesgo, lo consigui¨® en libro reciente-, o, como en este libro, en su padre. Juan Cruz Ruiz ha escrito un libro-calendario, como esos navide?os alemanes, donde vas abriendo -el autor- ventanas; calendarios alemanes, o de taco, de esos que arrancas, a la carrera, hojas, y que en las pel¨ªculas antiguas -que ve¨ªa su padre en la televisi¨®n desde su silencio, ese que desgarra la piel de los dedos en un descuido hasta conseguir que broten gotas de sangre, que igual valen para hacerlas desaparecer unos labios enamorados o para un control dom¨¦stico de glucemia- acotan la fugacidad del tiempo. En Ojal¨¢ octubre se habla mucho de esta fugacidad, pero no al modo manrique?o -manda t¨®pico, que dir¨ªa Trillo-, sino con naturalidad. Se habla de meses fugaces -ojal¨¢ octubre, o noviembre, u ojal¨¢ ya, sea lo que sea, ojal¨¢-, y se trata de la memoria defendida con mil embustes, de una memoria que, al pasar a este papel, queda "de limpio", como su padre se pon¨ªa "de limpio", los domingos, cuando se iba, solo, al cine, su padre. No es nada excepcional lo que cuenta en este libro, porque su padre no tiene nada de excepcional, pero la grandeza de este libro -que se lee con una emoci¨®n contenida- estriba, precisamente, en esos gestos banales, insignificantes, pero aut¨¦nticos; en esa historia verdadera -esa pel¨ªcula entendible de David Lynch- que nos cuenta. Ojal¨¢ octubre era -queda dicho l¨ªneas m¨¢s arriba, si no le dan una barrida a la hora de editarlo- una suerte de calendario navide?o alem¨¢n o un taco de hojas volanderas que, de seguro, ten¨ªa la madre de Juan Cruz Ruiz en su casa -qu¨¦ personaje la madre, ya presente en libros anteriores y tan emocionantemente enredando como quien no quiere la cosa en estas p¨¢ginas dedicadas ahora al padre, y sus silencios- y a la vez son p¨¢ginas arrancadas de un diario, el que lleva Juan Cruz Ruiz, un diario de certezas e incertidumbres. Una suerte de diario lleno de interrogantes y de miedos, sean del padre o del autor de este libro, que ha escrito, record¨¢ndolo -al padre- algo as¨ª como una cantata, o una sucesi¨®n de cap¨ªtulos fragmentados, puntuados como si fueran -en ocasiones- poemas, y ya dec¨ªa Maestro Lezama Lima, que lo era tambi¨¦n, que qu¨¦ sabemos c¨®mo ponen las comas los asm¨¢ticos. Qu¨¦ sabemos, s¨ª.
OJAL? OCTUBRE
Juan Cruz Ruiz
Alfaguara. Madrid, 2007
209 p¨¢ginas. 17,50 euros
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