Seguir a una gata en Tortosa
Paseo por la capital del delta del Ebro, un rompecabezas de callejuelas y palacios
Un enclave con secretos para la imaginaci¨®n. Murallas, restos romanos y andalus¨ªes, un barrio jud¨ªo legendario y edificios modernistas que subrayan su esplendor burgu¨¦s en el siglo XX.
Me gustan las ciudades habitadas por gatos. Como Roma, como Oporto. Gatos mestizos bajan del castillo de la Zuda, parador de turismo de Tortosa, desde donde se contempla el Ebro y la sierra de Coll-Red¨®. Sobre las paredes del cauce, pintadas contra el trasvase. "Lo riu es vida". Atraviesan el r¨ªo puentes de metal, y una escultura puntiaguda con un ¨¢guila lo apu?ala conmemorando a los ca¨ªdos en el frente: s¨®lo a unos ca¨ªdos. De la guerra y otros retales oscuros de la historia quedan t¨²neles que bajan al Ebro. Tortosa es subrepticia. Los gatos y la tonalidad verdosa, que desde las aguas se refleja en su piedra color miel, le confieren una luz subacu¨¢tica que la convierte en un enclave imaginario. Como si alguien hubiese echado un cubo de agua para diluir sus fachadas a punto de caerse.
El castillo de la Zuda (zuda, pozo: el agua como marca del lugar) est¨¢ situado en lo que fue la acr¨®polis romana. Las murallas compartimentan Tortosa d¨¢ndole aspecto de rompecabezas: la aljama tortosina, la ciudad cristiana, los restos andalus¨ªes, la Tortosa comercial y modernista, la nueva ciudad extendida hacia el recinto ferial y el acceso a la autopista del Mediterr¨¢neo. La zuda o la suda, los fonemas oscilantes: desde la catedral sube hacia el castillo el Carrer de la Suda, y muchas mujeres, bautizadas en honor de la patrona, se llaman Cinta, Sinta, el nombre del hospital, de la peluquer¨ªa... En la catedral se guarda el fragmento de cinta que, seg¨²n cuenta la leyenda, las embarazadas regias se prend¨ªan alrededor del vientre para evitar los males.
Sigo a una gata de cuatro colores y me detengo frente al palacio de Montagut, sede de la Comunidad de Regantes. Dentro del palacio se conserva una de las entradas a la ciudad, el Portal de Tamarit. Tortosa es secreta y superpuesta. A cada paso aparecen restos de lo que fue, insinuaciones del umbral que comunica ciudades separadas: la comunidad jud¨ªa fue important¨ªsima hasta que el Papa Luna convoc¨® unas sesiones para discutir la p¨¦rdida de sentido del juda¨ªsmo. La disputa de Tortosa (1413-1414) es pre¨¢mbulo de la expulsi¨®n de los jud¨ªos. Permanecen los nombres de calles y plazas -exenta, con arbolado dispuesto geom¨¦tricamente, la de Moss¨¨n Sol-, la juder¨ªa, los vericuetos entre los que he perdido a la gata.
La catedral (siglos XIV-XVIII) se asienta sobre lo que fue el foro romano, la mezquita y la seo rom¨¢nica. Es una mole oscurecida, sin torres, con recovecos que entran y salen para que, junto a las g¨¢rgolas, las arp¨ªas, los barbudos... aniden las palomas. Al interior se accede por un par de puertas, integradas en el d¨¦dalo del plano, que conducen a un claustro cisterciense. La catedral alberga capillas impresionantes como la barroca dedicada a la Virgen de la Cinta, rematada en una c¨²pula, y la del Rosario, perfilada por la labor del tr¨¦pano en su b¨®veda de crucer¨ªa. Esta catedral es ¨²nica en Catalu?a por su doble deambulatorio.
Edificaciones modernistas
Salgo del templo atravesando las columnas salom¨®nicas de la Puerta de L'Olivera, y en el Carrer de la Rosa me sorprenden el s¨®lido Palau Campmany, el Palau Oriol -sede del conservatorio- y el Palau Despuig (siglo XV), con una ventana rematada en arquivoltas rectangulares y falsas columnas. En la misma calle, una fachada modernista y curva. Las edificaciones modernistas de Tortosa son el emblema de su esplendor burgu¨¦s a comienzos del siglo XX: desde el matadero, azul, al lado del r¨ªo, hasta las casas que jaspean la animada zona comercial, el Carrer del ?ngel, el de la Sang, Sant Blai... En su confluencia con Cervantes se alzan la C¨¢mara de Comercio, una bombonera y una casa con miradores.
No puedo acabar el paseo sin mentar tres joyas: el Palacio Episcopal (siglo XIV), de estructura g¨®tica organizada en torno a un patio con escalera; el Palau Oliver Boteller (siglo XV), una de las familias de comerciantes tortosinos m¨¢s influyentes y el magn¨ªfico atrio de los Reales Colegios, con los relieves de reyes de la Corona de Arag¨®n. Alrededor, las casas se caen a pedazos. Hay antenas parab¨®licas, ropa tendida y local de C¨¢ritas. La gata cuatricolor me sonr¨ªe desde uno de los balcones. Los tortosinos son muy amables. A pocos kil¨®metros, el parque natural del Delta del Ebro es otro incentivo para visitar una zona donde el aceite, el arroz y las ancas de rana dejan al viajero-tripero un magn¨ªfico sabor de boca. Guardo para la gata un pedazo de anguila
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- Marta Sanz (Madrid, 1967) es autora de las novelas El fr¨ªo, Lenguas muertas y Los mejores tiempos.
GU?A PR?CTICA
Dormir - Parador de Tortosa (977 44 44 50; www.parador.es). Castillo de la Zuda, s/n. La doble, en verano, 125 euros.- Hotel Berenguer (977 44 95 80; www.hotelberenguer.com).Despuig, 36. Tortosa. 68 euros.Informaci¨®n- Oficina de turismo de Tortosa(977 44 96 48; www.tortosa.cat).- www.deltadelebro.org.- www.costadaurada.org.
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