El nombre de la cosa
El acuerdo alcanzado in extremis por los l¨ªderes de los Veintisiete para desbloquear un nuevo tratado simplificado que permita a la UE superar el trauma del no de franceses y holandeses a la Constituci¨®n europea, salvando sus contenidos esenciales para funcionar mejor y asentar su voz en el mundo, es un paso adelante que refleja una voluntad de entendimiento y de compromiso. Pero visto en perspectiva no deja de ser lamentable que se haya logrado al precio de rebajar el grado de europe¨ªsmo del que los l¨ªderes de los principales pa¨ªses de la UE hab¨ªan hecho gala en la Constituci¨®n europea; entre ellos, Tony Blair, que justo en el momento de su despedida tanto ha contribuido a diluir el texto que ¨¦l mismo hab¨ªa firmado en 2004. En la pr¨¢ctica no cambia mucho, pero esta larga y dif¨ªcil negociaci¨®n ha puesto de manifiesto unas profundas divergencias sobre el sentido ¨²ltimo de la Uni¨®n Europea que pueden pesar negativamente en el futuro.
Esa devaluaci¨®n se ha manifestado claramente en el abandono del propio t¨ªtulo (algo grandilocuente) de Constituci¨®n para Europa, por el m¨¢s modesto de Tratado de Reforma, que la equipara a pasos anteriores en el desarrollo de la UE. Y se ha puesto de relieve tambi¨¦n en el abandono de la idea de crear la figura del ministro europeo de Asuntos Exteriores -denomi-naci¨®n que refuerza el sentido de Gobierno europeo- para mantener la m¨¢s t¨¦cnocr¨¢tica de alto representante de la UE. El cambio de nombre no reduce sus competencias, pues seguir¨¢ estando en el Consejo y tambi¨¦n en la Comisi¨®n, ahora como vicepresidente y con m¨¢s medios; pero nunca podr¨¢ ocupar el lugar de Francia o el Reino Unido en el Consejo de Seguridad de la ONU, de acuerdo con el celo brit¨¢nico por la soberan¨ªa nacional en pol¨ªtica exterior.
Sarkozy, por su parte, ha logrado eliminar la prioridad de la libre competencia, b¨¢sico para el mercado interior europeo, en favor de los objetivos de la econom¨ªa social de mercado y el pleno empleo. Aunque, de nuevo, poco cambie en la pr¨¢ctica, el presidente franc¨¦s empieza a cumplir as¨ª su promesa de que Europa proteja a sus ciudadanos. La creaci¨®n de un presidente fijo del Consejo se mantiene. Y Blair ha logrado algunas excepciones para su pa¨ªs, entre otras que no tenga valor jur¨ªdico en su pa¨ªs la Carta de Derechos Fundamentales, que se mantiene.
El n¨²cleo de la lucha por el poder -el reparto entre los Estados de los votos en el Consejo de Ministros- se ha saldado sin grandes da?os. La Polonia de los gemelos Kaczynski, negociando a d¨²o desde Bruselas y Varsovia, ha aceptado la doble mayor¨ªa de la Constituci¨®n (55% de los Estados que representen 65% de la poblaci¨®n), pero el nuevo sistema no entrar¨¢ en vigor hasta 2014 (y excepcionalmente hasta 2017), lo que reforzar¨¢ la posici¨®n polaca ante la negociaci¨®n del pr¨®ximo marco presupuestario de la UE. En cuanto a las instituciones, la Comisi¨®n, la creaci¨®n m¨¢s original del entramado comunitario, es la gran perdedora frente al Consejo.
La presidenta de turno, Angela Merkel, ha demostrado dotes de gran negociadora para lograr un acuerdo decente que no pone en tela de juicio los equilibrios de la Constituci¨®n. Para ello ha contado con la colaboraci¨®n constructiva de Sarkozy -el verdadero impulsor de la f¨®rmula de minitratado para evitar un nuevo refer¨¦ndum- de un activo Zapatero y de Prodi, junto al luxemburgu¨¦s Juncker y al griego Karamanlis. Se perfila as¨ª -con la inc¨®gnita de qu¨¦ har¨¢ Gordon Brown una vez que suceda a Blair-, un nuevo y flexible equipo dirigente entre los Veintisiete. Un grupo rector potente ser¨¢ necesario ante una Europa m¨¢s dif¨ªcil de gobernar, cuyo centro de gravedad es la zona euro a la que se sumar¨¢n ahora Malta y Chipre, en la que no est¨¢n ni brit¨¢nicos ni, por ahora, los polacos.
En julio arrancar¨¢ una Conferencia Intergubernamental para redactar antes de fin de a?o, con este mandato acotado, el nuevo tratado a ratificar, si no hay nuevos sobresaltos, antes de las elecciones al Parlamento Europeo de 2009. Va a ser una Uni¨®n con m¨¢s excepciones, especialmente para los brit¨¢nicos, que no parecen dispuestos a compartir la soberan¨ªa en el mismo grado que otros, con opt outs, y cooperaciones reforzadas. En definitiva, una UE de geometr¨ªa variable, como estaba previsto. En una Europa de 27, con intereses tan dispersos, es deseable para evitar que deje de avanzar.
Se ha logrado que se mantenga la ampliaci¨®n de las ¨¢reas a decidir por mayor¨ªa cualificada, que se avance hacia una pol¨ªtica de inmigraci¨®n compartida y hacia una seguridad interna com¨²n (con excepciones brit¨¢nicas), y no se han traspasado las esenciales l¨ªneas rojas que hab¨ªan fijado conjuntamente Espa?a y Francia. Que no figure formalmente la primac¨ªa del derecho comunitario sobre el nacional no cambia gran cosa la realidad jur¨ªdica de hecho. Como tampoco cuestiona la existencia de bandera e himno de la UE, aunque el nuevo tratado no los mencione. Lo acordado este fin de semana salva el 90% de los elementos esenciales de la Constituci¨®n, pero en el empe?o ha perdido el nombre y, con ¨¦l, una parte de su alma.
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